martes, 6 de julio de 2021

AGNÈS. Catherine Pozzi

Una rareza exquisita, fuera de lo común, entre relato, autobiografía, pensamientos sueltos a modo de diario, confesiones azoradas de pérdida de fe, pasión desenfrenada, decepción… 40 paginitas que te hacen reflexionar, sentir y sonreír al reconocerte en esta alma inquieta.

Memorias sin orden cronológico, revelan la crisis personal de una joven enamorada, amante de Paul Valèry, que el poeta francés mantuvo en fase crisálida sin dejar que volara como mariposa. Agnès/Catherine se derrama en forma de diálogo con un Tú, que bien podrían ser Dios o Valèry, como si de  una santa Teresa tocada con la gracia parisina se tratase, en el que intenta reconstruirse como persona, a la par que presenta como valedores a autores y pensadores de principios del s. XX que denotan una erudición poco corriente, dejando al lector en paños socráticos, es decir, reconociendo que por mucho que lea, no sabe nada después de conocer a Pozzi.

Admirable en su prosa erudita, elegante y pasional, esta hija de la alta burguesía francesa de obra brevísima, amiga de Colette y de André Gide, con “Agnès” ha intrigado durante generaciones a estudiosos que discutían si  estaba escrita en realidad por Valèry. ¡Qué típico arrebatar la palabra a la mujer inteligente detrás del gran hombre! 

La recomiendo, mucho, “follement”, en particular a lectores leídos a los que les sigan estimulando las posibilidades.

Sybilalibros

jueves, 1 de julio de 2021

CASTIGO. Ferdinand von Schirach

 Paseo en Berlín, por la agradable, ancha,  Avenida de los tilos. Un tipo en patinete, circulando fuera del carril que le corresponde, atropella a una señora. Un español que vive allí me asegura que al sujeto se le va a caer el pelo. En Alemania la ley es rigurosa y se aplica. Esa creencia, supersticiosa, en la eficacia alemana. Alemania se recuperó de la Segunda Guerra Mundial por las ingentes ayudas que recibió. Ni terminó de pagar su deuda por provocar la Gran guerra, ni fue penalizada por empezar la segunda.  Creo que los vagos y los subvencionados somos los europeos del sur.

 Este libro, como el excelente Crímenes, del mismo autor, nos cuenta que en todos lados cuecen habas, o codillo germano. Nos habla de la administración de justicia alemana. En principio, esta es razonable, pero el hombre, en Múnich y en Puerto Hurraco, es indomable en su egoísmo, tan a menudo criminal.

En Alemania te pueden nombrar escabino por cinco años. Significa que te pueden llamar a participar en juicios penales como “juez” asesor. Me parece una locura, como la institución del jurado. Cosas que se hacen para dar la impresión de una Justicia del pueblo, democrática. En el primero de estos relatos vemos lo funesta que puede ser esta idea, bienintencionada, claro.

 Tenemos doce relatos, basados en la experiencia del autor, muniqués de 1964, abogado penalista. El atractivo de su escritura radica, más que en el conocimiento del sistema judicial, en su capacidad de profundizar en los motivos de nuestros actos. A menudo, mejor que la anécdota criminal que leemos, es la biografía íntima que von Schirach es capaz de ofrecernos de varones y mujeres obstinados, desamparados, en lucha consigo y la sociedad.

Edición correcta de Salamandra de 2019, de un año antes es el original en alemán. 167 páginas de grano sin paja.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

martes, 22 de junio de 2021

CRÍMENES EJEMPLARES. Max Aub

Hablan dos tipos paseando por Madrid. Pregunta uno: ¿Crees que tendremos una guerra? Responde el otro: No hombre, no; la cosa está mal, pero, ¿una guerra? ¡Estamos en pleno siglo XX!

 La acción transcurre en julio de 1936. La novela es Las buenas intenciones (1954), de Max Aub. También me gusta mucho su La calle de Valverde (1961). Sé que su obra más prestigiosa es la serie de seis novelas llamada El Laberinto Mágico; no la he leído, sí me interesa.

 Aunque Max Aub tiene nombre como de personaje de tebeo, es actor dramático en el desgraciado siglo XX. Actor, sí, obligado a representar un papel que escriben otros. Hombre zarandeado por guerras y emigraciones. El siglo XX fue una función dirigida por egoístas desmadrados, pastores que odiaron a los rebaños, propios y ajenos. Sobre las tablas Aub olió la sangre derramada por los hombres. Debió huir de Francia y de España. Como español hijo de alemán y francesa, no se libró de ninguna desgracia colectiva. Nacido en 1903, hubo de sufrir las dos guerras mundiales y la española. Encontró por fin la tranquilidad en el exilio mejicano. No necesito aclarar que tranquilidad y felicidad no son o mismo.

Para situarlo políticamente, porque la anécdota es importante además, diré que para la Exposición Internacional de 1937, como agregado cultural en la embajada española republicana en París, Aub encargó a Picasso una obra; sería el Guernica.

 Crímenes ejemplares es una colección de desahogos, creo yo, con un formato de greguería o aforismo que hoy triunfaría en Twitter. Piezas breves de humor negro. En pocas líneas, un asesino describe y justifica un asesinato, cargado y sobrado de razón, a su entender. Por ejemplo:

 -De mí no se ríe nadie. Por lo menos ese ya no.

 Uno piensa que estas ocurrencias mínimas y contundentes desnudan la maldad del siglo. Tanto discurso florido e ideológico que desemboca al fin en la destrucción del contrario. Aub nos dice que, ya que los dirigentes, apoyados en los malos instintos de las personas, terminan por matarnos o esclavizarnos, al menos podrían ahorrarnos la cháchara. No me aburras, ya que vas a acabar conmigo.

Leer de un tirón estos relatos mínimos no es aconsejable. Se cansa uno de la repetición. Debemos descansar de todo, también del ingenio.

Más que estas greguerías siniestras, me gusta el trabajo de Pedro Tejada Tello. No deja aspecto de la vida y obra de Aub sin tratar. De hecho, de las 453 páginas del libro, sólo 165 son los crímenes ejemplares, el resto es un estudio imprescindible para los seguidores de Max Aub.

El libro es precioso, por el tipo de letra, la numeración en rojo y las ilustraciones de Pedro Arjona. Edita Reino de Cordelia, en 2020.

Termino este comentario ya,  porque no hay que ser pesado:

“Lo maté porque me propuso un ciclo de conferencias en Madrid. Lo enterré en el jardín”.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

martes, 15 de junio de 2021

EL EXTRAÑO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE. Robert Louis Stevenson

Sentado en el escaño de la praderita en casa de la abuela, frente a la cuadra  y el cuarto de la fresquera y mil cosas, con su olor a embutidos, panes, arreos y polvo. Detrás de mí, bajo el carro con radios de madera, fluye un hilo de agua entre las hierbas, es verano.

 Tengo un libro en las manos, sin dibujos. Pienso que me costará leerlo, pues soy un niño. Es La isla del tesoro. La felicidad lectora se consolidó aquella tarde de aire, rumoroso entre los árboles, pujador en las velas del barco pirata.

 Además de libros de viajes, relatos, poemas y más, Stevenson es autor de nueve novelas maravillosas, más alguna incompleta. Literatura de aventuras. No son sólo peripecias entre personas, también la aventura interior de los personajes, la formación de su personalidad, la decisión íntima de ser bueno o malo. Stevenson nos divierte con acciones trepidantes, sin ser superficial nunca. Son novelas luminosas porque, más allá de que acaben bien, nos reconforta la honradez derecha de los protagonistas. Quizá las más inquietantes sean El señor de Ballantrae y sobre todo, Jekyll y Hyde, pues en esta el mal y el bien no están claramente separados, todo lo contrario.

 No suelo releer, el tiempo avanza y prefiero cosas nuevas, hay mucho por descubrir. La nada sin libros se acerca, es la muerte, que nunca leyó nada; tiránica, no da explicaciones, no es justa. La Justicia es un invento humano y ella está por encima. La muerte se depila las cejas con una mano y con la otra te lleva, mientras tu libro a medio leer aletea hasta dar en el suelo. Esta parrafada desolada  no se me ocurriría tras leer cualquier otro libro de Stevenson, con este, sí. La grandeza de un autor.

Vi esta edición curiosa y bien ilustrada y la compré; en casa, la leí, unos treinta y cinco años después de la primera vez.

 Unos hombres buenos se enfrentan a los actos malvados, a la repulsión que produce incluso por su aspecto, del señor Hyde. El horror lo conocerán cuando sepan que este monstruo y el respetable doctor Jekyll son la misma persona. Hoy en día, porque la novela se reedita desde su  publicación en 1886, porque la transformación de Jekyll en Hyde y viceversa la hemos visto en el cine mucho; March, Barrymore, Tracy… no disfrutamos de la sorpresa. Lo cierto es que el lector nuevo no debería saber que el doctor Jekyll y el señor Hyde son la misma persona hasta la página 46 de las 62 del relato. No recordaba antes de esta relectura lo breve que es el libro, lo que da idea de su perfección. Cuando te planteas si un libro es corto o largo, mal asunto.

 

 Si nos ponemos clasificatorios, podemos situar Jekyll y Hyde  en la estantería de ciencia ficción, también en la de terror, en la de misterios detectivescos;  en relatos largos, en novelas cortas. Para muchos, es un libro moral, filosófico. La lucha entre el Bien y el Mal pero, a diferencia del resto de la obra de Stevenson, en el que el Bien triunfa o al menos es digno pelear por él, aquí el ser humano es derrotado sin paliativos; primero pierde el control, sin él la guerra, en ella, la vida.

Aclarar, para terminar, que Stevenson no necesita que Hyde sea un asesino múltiple, no nos castiga con treinta escenas sanguinolentas, como un novelista de hogaño. Robert Louis, con su gran penetración psicológica, sabe que da más miedo una mirada odiosa que diez bastonazos en las costillas. Claro, hay que ser un escritor grandioso como él para contarlo.

Edita Libros del zorro rojo, ilustra Luis Scafati., septiembre de 2020. Como suele suceder, el título pone Mr. Y no Sr. Hyde, lo que es no acabar de traducir el título. Manía mía de lector impenitente, destacar tal cosa.

 

Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 11 de junio de 2021

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES. Tom Wolfe


He leído La Hoguera de las Vanidades de Tom Wolfe y lo primero que se me viene a la cabeza es parafrasear ese dicho taurino de “corrida de expectación, corrida de decepción”. 

Había oído maravillas de ella, de la brutal crítica hacia la sociedad neoyorquina de los 80, aquella de la era Reagan donde se veneraba el éxito social y el dinero por encima de todo; de su original formato, ya que está escrita como si se tratara de una crónica periodística (no en vano su autor es periodista de profesión); de su lenguaje dinámico y tan visual que se realizó un filme (que no he visto) con las megaestrellas del momento Tom Hanks y Bruce Willis, pero de factura irregular que no alcanzó el éxito esperado (¿Será porque lo dirigió el excesivo Brian De Palma?). En fin, el boom literario de la década.

Nada más comenzar a leer te atrapa la ácida verborrea incontenible de Wolfe y el rápido desfile de personajes emblemáticos de la Gran Manzana: políticos corruptos, fiscales de distritos obsesionados con elecciones absentistas de su oficio judicial, el mediocre y trepa abogado judío, los toscos pero leales policías irlandeses, el predicador negro experto manipulador de la peor demagogia del racismo, el tiburón wasp de Wall Street, el periodista borracho que se regodea en su decadencia a la espera de la noticia que le lleve directo al Pulitzer y, finalmente, el Bronx, ese distrito poblado de  miseria y delincuencia que no sólo es marco de la acción junto a su opuesta de clase alta Park Avenue, sino que se alza como un rico personaje robaescenas. No deja títere con cabeza.

Ingredientes de éxito. ¿Qué es lo que falla, a mi modo de ver? Que varias de las señas de identidad de la novela se convierten al final en la soga que la ahorca: esa manía común a casi todos los periodistas metidos a literatos de mostrar/alardear de toda la documentación que manejan, venga o no a cuento, lastra el ritmo de la narración, máxime cuando son casi 700 páginas. A la mitad, los discursos repetidos, la información redundante, el empeño en el tempo de la crónica, hacen la lectura muy cuesta arriba y se sigue la novela sólo por ver cómo termina el juicio.

Creo también que ha envejecido mal, en parte debido a su concepto periodístico. Lo que fue un aldabonazo a la hipócrita sociedad americana del 87 queda hoy como algo un tanto kitsch por el estilo excesivo del autor, más como un documento ideal para conocer el período que una novela por derecho. 

A pesar de ello, la recomiendo para quienes no vivieron esa época, tendrán una visión bastante gráfica, para amantes de las pelis de juicio y para nostálgicos de las hombreras imposibles, maquillajes de opereta y las Nikes blancas para vestir.

Sybilalibros


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