viernes, 5 de junio de 2020

OPEN. Memorias. Andre Agassi


El deporte profesional es estupendo. Fomenta el esfuerzo, la emulación, la capacidad de superación. Divierte al espectador, genera dinero para deportistas y los que trabajan en su entorno, desde el masajista al portero fijo discontinuo de un estadio, pasando por los cámaras de televisión y vendedores de chucherías, hasta los técnicos de las emisoras de radio. Divierte al espectador.

 El deporte profesional es horrendo. Fomenta el triunfo a cualquier coste, vulnerando la salud con drogas y sobresfuerzo; mundo de apariencias y falsedad,  anima a la simulación y la delación: “Árbitro, que no le toqué, se tiró”. Los valores deportivos son obstáculos para el éxito. Los gestos de nobleza en el deporte son noticia, por su rareza. Adocena al espectador, crea tribus.

 Andre Agassi es un bluf. Un invento publicitario para el negocio de los mass media y empresas comerciales. Un tipo de melena imposible que juega con vaqueros cortados. Juega unos torneos bien y luego pierde con cualquiera, desaparece.
 Andre Agassi es uno de los mejores tenistas de la historia. Cuando se retiró en 2006 a los 36 años era el quinto mejor de todos los tiempos. Ganó el oro olímpico y todos los torneos del Gran Slam al menos una vez, ocho en total.

En las primeras páginas comprendemos que estamos ante un libro especial. El primer capítulo se titula Final. Narra el último partido que Agassi ganó en su carrera, en Nueva York. Habla del dolor tremendo de espalda, le duele el alma, literalmente. Juega gracias a la cortisona, sufre y derrota a Baghdatis. Ambos vuelven al vestuario y se dan la mano, tumbados en sendas camillas, incapaces de moverse, acalambrados y dolientes, como estatuas yacentes de  sepulcro. Pero antes de contarnos el partido, nos confiesa que siempre odió el tenis.
 A cualquier lector le impresionará la figura paterna, tiránica y terrible. La adolescencia en una academia de tenis cuartelera y despiadada. Le interesarán anécdotas de gente ajena al tenis como Kevin Costner, Brooke Shields o Nelson Mandela, quien le impresiona y sirve de inspiración. Agassi crea una fundación escuela para niños desfavorecidos de Las Vegas, su ciudad natal. Los aficionados a la raqueta leerán valoraciones positivas sobre Biorn Borg, MacEnroe, Federer y Nadal; negativas sobre Connors, Nastase y Boris Becker. Su relación con Pete Sampras, con el que
disputó tantas finales, es compleja y divertida de leer.

Le ayudó a escribir el libro J. R. Moehringer, premio Pulitzer. Se publicó en 2009. Leo una edición para e book de 2014.

Luis Miguel Sotillo Castro

martes, 2 de junio de 2020

SIN NOTICIAS DE GURB. Eduardo Mendoza


Nos pasamos la vida temiendo, intentando olvidar que tememos, sorpresas desagradables; respecto a la salud, el dinero, las relaciones sociales y sexuales  -digo, amorosas, seré bueno-  ¿Qué es el humor? Una sorpresa agradable, liberadora, ancha como una risa llena de dientes blancos e iguales. Un buen libro humorístico es pura felicidad. A Mendoza le debemos varios.

 El humor es extravagante. De lo primero que se ríe es de la capacidad severa de razonar que, seria, recia, rectamente nos lleva a puertos seguros, creemos. Estamos sentados en tierra firme. Una niña, el pelo negro mojado brillante de sal, viene desde el horizonte, delimitado como con regla entre el mar y el cielo; se nos acerca, caminando sobre el agua esmeralda, hasta la playa que nos aburre. La chiquilla sonriente es el humor.

 Sin noticias de Gurb se publicó por entregas en un diario, antes de ser libro en 1990. Esto ya parece una broma  a finales del siglo veinte. El señor Samuel Pickwick, mientras se rasca la barriga con la izquierda, levanta la mano derecha y pregunta ¿pero esto es serio? No.
 Dos extraterrestres, Gurb y su innominado jefe aterrizan en la Barcelona de las zanjas preolímpicas. Ustedes disfrutarán sus peripecias, de las que no contaré nada, se ríen por sí solas. El recurso a una pareja protagonista dispar se usa mucho en cine, literatura y tebeo. Encuentro ésta a la altura de los enormes  Mortadelo y Filemón y Laurel y Hardy. Cómo no recordar a don Quijote y Sancho.

Una de las muchas virtudes de Mendoza es que explica como nadie sus libros, claramente y sin darse aires. La breve introducción que nos regala en este me libera de seguir escribiendo. Queda recomendado encarecidamente como texto singular, sencillo y feliz, en estos tiempos en los que la risa sincera es un tesoro.

Leo la decimosegunda edición, octubre de 2002, siendo la primera de marzo de 1991, Seix Barral, 143 páginas.


Luis Miguel Sotillo Castro

PEQUEÑOS ENSAYOS. Ramón Pérez de Ayala


Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal, ovetense, vivió entre 1880 y 1962. Eso es un nombre. La agenda del teléfono móvil  te dejaría meter un cuarto, el DNI debería ser tipo carpetilla, como los permisos de conducir antiguos.

 Olvidado hoy, fue intelectual importante, premiado con galardones y altos cargos, tanto en la Monarquía de Alfonso XIII el escapista como durante la República. Amigo de Clarín y Azorín, trató a Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y otras lumbreras. Tiene obra lírica, narrativa, periodística y ensayística. Celebró el advenimiento de la República, firmó un manifiesto memorable a su favor  junto a Ortega y Gasset y Gregorio Marañón. Obsérvese que, entonces, los manifiestos los firmaban verdaderos intelectuales. Los tres se espantarían luego de la deriva del régimen. Pérez de Ayala es muy duro con Azaña.

Este libro reúne 100 ensayos breves, publicados en la prensa de su día, entre 1909 y 1928. El tema más recurrente es la Gran Guerra del 14, en la que fue corresponsal. Deja a un lado la neutralidad del Gobierno español para asegurar que los españoles, como individuos, no deben ser neutrales, Pérez de Ayala es aliadófilo sin reservas. Hay más.  Hallamos un artículo sobre los gitanos a los que en 1783 concede Carlos III estado civil y prohíbe llamarlos por su nombre de gitanos, como si fuese un insulto. Curiosidad del Rey que no dejó palo sin tocar.  Son los gitanos los primeros comedores de caracoles en España, plato hoy tradicional en varias regiones. Con un machismo rechinante en la actualidad, elogia mucho  a Emilia Pardo Bazán; la alaba por sus cualidades… masculinas. Le gustan Balzac, Galdós, Tolstoi; le molesta el éxito de Blasco Ibáñez.  Ataca a Cánovas y se ríe de él, más por dárselas de intelectual que por político conservador. Admira a Cristina de Suecia. 

Polemista, osa titular un artículo “Apología de la Inquisición”, aclarando que apología significa estrictamente “excusa razonada o justificación”.

 Libro variado, como se acaba de leer. Nos da una buena idea de la sociedad española en tiempos  del último rey Alfonso. Leo la edición de BIBLIOTECA NUEVA, 1963, 100 pesetas, 311 páginas. A mí me costó diez euros en una librería de viejo.

Luis Miguel Sotillo Castro

RIÑA DE GATOS.Madrid 1936. Eduardo Mendoza


He hablado con seis o siete fans rendidos de Mendoza sobre esta novela, sólo a dos le gusta mucho, los demás ponen reparos. Este libro tiene dos dificultades. Hay que conocer la España prebélica para comprenderla bien, de este conocimiento es difícil apartar los prejuicios partidistas. Esta primera dificultad trae cosida la segunda: a mucha gente le desasosiega, incomoda, ver a personajes como Primo de Rivera tratados como personas, no monstruos. Por otra parte, se le reprocha al autor que sea una novela de encargo para obtener el Planeta. Es cierto. Hacienda porque sí, Mendoza porque se lo curreló, se llevaron un buen dinero, pero eso a mí no me molesta.

Un inglés llega a Madrid en la primavera de 1936, con el encargo de autentificar un posible Velázquez de una colección privada. El amor por la pintura, la reflexión sobre ella, especialmente la del sevillano, es un aliciente poderoso durante la lectura. Pensar en el Siglo de Oro en la España republicana que se tira por el precipicio. Otro atractivo, el contacto del inglés, pez fuera del agua, tanto con la gente más humilde como con los ricos; con falangistas y comunistas, putas y señoritas, policías y matones.
 “Los falangistas andan a tiros con los socialistas; los socialistas, con los falangistas, con los anarquistas y, de vez en cuando, entre sí. Y mientras tanto, todos hablan de hacer la revolución.”
 Desde Franco hasta una vieja pobre medio ida, todos los personajes son creíbles, sin abusar Mendoza de psicologismos ni probar nuestra paciencia con falsas profundidades. Tenemos también amoríos, risas y suspenso; termina la novela antes de la guerra.

 La recomiendo sinceramente. Leo la 7ª edición de Planeta, claro, de 2011, el premio lo obtuvo en 2010. 427 páginas amenas e intrigantes, pese a que sepamos cómo fueron las cosas en ese verano del 36.

Luis Miguel Sotillo Castro

SI TE DICEN QUE CAÍ. Juan Marsé


“Si te dicen que caí” es un verso del himno de la Falange, Cara al Sol. Muchas veces lo canté de niño, en el colegio, en los campamentos de verano. Falange, con sus leves cambios posteriores en el nombre, es una organización fascista fundada por José Antonio Primo de Rivera en 1933. Se hizo muy poderosa en la postguerra, bajo el mando de Franco.

 Esta es una novela dolorosa, se lee con desasosiego, sobre los años 40 en Barcelona. Marsé la publicó en Méjico en 1973, el año del asesinato de Carrero Blanco, Presidente del Gobierno, penúltima mano derecha de Franco. En España salió con gran éxito en 1976, año del referendo sobre la Ley para la Reforma Política, que daría paso a la democracia.

 Niños. La infancia de arrabal pobre siempre tiene algo terrible. Buscarse la vida, atracar o ser atracado, chapotear por los descampados; también  hallar magia en las ruinas, misterios en las oscuridades, miedos y tesoros en las trincheras abandonadas, niños al fin. Pero a esto hay que añadir en esta novela la miseria en la postguerra, la orfandad o los padres encarcelados, la represión, la tópica grisura de la época.

 Adultos. Las reacciones de la gente bajo el primer franquismo, en Barcelona en este caso, van desde la cabeza baja buscando los garbanzos para la familia hasta el intento de prolongar la guerra mediante el terrorismo, sin otro resultado que matar y morir en vano, dar excusa para el empeño gubernamental en no relajar la represión inmisericorde.
 Marsé elude la monotonía del realismo social literario con un lenguaje rico y creíble, con una estructura y un manejo del paso del  tiempo muy buenos, más una caracterización de los personajes cruda, detallada  y verosímil.

 Leo una edición de 2001 fácil de encontrar en las librerías de viejo, muy barata. Correcta, con prólogo reverente y breve de Alicia Giménez Bartlett. Editó BIBLIOTEX para el diario El Mundo.


Luis Miguel Sotillo Castro

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