En
el barco de madera sensible, humano. Incapaz de estar quieto bajas por la
escalera húmeda y oscura, agarrado al pasamanos. Te encuentras frente a la
puerta cerrada de la que no tienes llave. No puedes entrar en la mente de ese
hombre que vivió hace quinientos años.
Hubo
un tiempo en el que el mundo era inmenso y desconocido en su parte mayor; el
ser humano pequeño y animoso. Un tipo creía en monstruos marinos probables,
ratas y piojos ciertos; oía historias de náufragos y ahogados, relatos de enfermedad,
hambre y sed en la enormidad acuática, viajes planeados para meses que duraban
años. Sabía todo esto y se embarcaba. ¿Por qué?
Porque
más cornadas da el hambre. Esta es una verdad anterior a las corridas de bravo
y a los juegos de toros de Cnosos. Podemos adornarnos, empero, sin faltar a la
verdad, con otros motivos: Fulano se embarcaba buscando la prosperidad
comercial, el conocimiento, la aventura, por curiosidad. -El hombre padece de
curiosidad, no necesita cantos de sirena para avanzar hacia los escollos.- Tal
vez huía de la justicia o del sol de justicia que padecen los destripaterrones,
los esclavos de piara. Lo cierto es que no faltaban tipos, no por olvidados
menos sufridores, a las órdenes del Magallanes de turno. Mi homenaje asombrado
a ellos.
El
autor de este libro es Antonio Pigafetta, natural de Vicenza, artificial de Venecia. Participó
en los hechos que narra. Esto no quiere decir que sea sincero. Ningunea a
Elcano, ni lo nombra. Magallanes es su héroe. Stefan Zweig, gran escritor,
historiador aficionado, le da la razón. Lo cierto es que, sin la dirección de
Elcano tras la muerte del portugués la vuelta a casa, completando de paso la
vuelta al mundo, no habría sucedido. Se le achaca al de Guetaria no volver por
la ruta más sensata, causando así más bajas; sucede que debió evitar el camino
seguro para eludir a los portugueses, que querían apresarlos. La expedición era
española, patrocinada por Carlos I, Portugal estaba en contra. Lo digo por las
celebraciones mixtas. El objeto de la expedición era buscar un paso marítimo al
sur de América hacia las Molucas, islas de las especias. Hasta entonces, no se
había abajado del Río de la Plata. Completar la primera vuelta al mundo fue una
gloria no buscada, alcanzada por los 18 hombres que consiguieron regresar a
Andalucía “flacos como jamás hombres estuvieron”, según Elcano. Habían iniciado
el
viaje 247, aproximadamente.
Más
allá de lo anterior, este es un libro de maravillas, un poco a lo Marco Polo,
aunque hablamos de los años de 1519 a 1522; el escrito es de 1524. Los asombrosos
indios de Brasil y el Río de la Plata, los patagones, cabo Deseado, estrecho de
Magallanes, el Pacífico, las Filipinas, Molucas… nombres geográficos hoy,
entonces resonantes de asombro y estupefacción. Isleños que creían los esquifes
hijos de las naves grandes; nacían al botarlos y luego sus madres los recogían
al costado, para darles de comer. isleños que se consideraban, hasta entonces,
los únicos habitantes del mundo, imaginen su pasmo ante los navíos…
De lo mejor del libro es la pasión de
Pigafetta por las palabras. Escribe vocabularios de los indios de Brasil, los
patagones, filipinos, malasios; admirados por los lingüistas modernos.
Leo la edición en español de este “Il primo
viaggio intorno al mondo” de Alianza Editorial, en formato digital. Traducción,
introducción y notas de Isabel de Riquer, 2019.
Luis
Miguel Sotillo Castro