Levi
contó en “Si esto es un hombre”, 1947, su estancia en Auschwitz, campo de
concentración y exterminio nazi en la Polonia violada; desde su captura en
diciembre de 1943 hasta enero del 45, cuando los alemanes huyen del campo.
Si la Odisea es una joya hermosa y fría, cuyos
dolores no nos afectan por la lejanía y las dudas sobre la verosimilitud, “La
tregua” es una odisea reciente, sangrante y cierta, demostrada y documentada.
Imagínese el desocupado lector que para viajar
de Madrid a Bilbao tira primero para Cádiz y luego hacia La Coruña. Algo así
fue el retorno de Levi desde la zona de Cracovia hasta su Italia; viajando por
Polonia, Ucrania, Bielorrusia, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, Austria y
Alemania. Buscándose la vida a diario para comer y dormir, viajando en trenes
incomprensibles. Pertenecía al grupo de hallados en Auschwitz por los
soviéticos. Hombres rotos física y anímicamente, libres ya en teoría, pero
privados de todo recurso propio, fueron zarandeados de aquí para allá por la
burocracia y desidia de los vencedores estalinistas. Hombres libres como leños
sobre las olas.
El
libro comienza en enero de 1945, cuando los supervivientes del infierno, ya sin
demonios nazis, son vistos por los primeros soldados soviéticos, mudos de
vergüenza y estupor ante el espectáculo de esqueletos vivos; termina con la
llegada a Turín del protagonista, en octubre. Asistimos a un viaje trágico y
cómico. Muertes, abusos, frío, hambre; picaresca, tipos grotescos, situaciones
de comedia absurda.
Termino este comentario con una cita
significativa de este libro, sobre la disciplina que imponían los soviéticos a
los liberados. Retomaré este dolor histórico y vital cuando hable de la tercera
parte de la trilogía: “Los hundidos y los salvados”.
“…al calabozo, por alguna oscura razón, puede
que por atavismo burocrático de un tiempo en que los prisioneros debían ser
tres, le correspondían tres raciones alimenticias diarias. Que los detenidos
fuesen nueve, o uno, o ninguno, no importaba: las raciones seguían siendo tres.
Y el atrevido salió del calabozo, después de diez días de sobrealimentación,
gordo como un cerdo y lleno de alegría de vivir.”
El original se publicó en 1962, meses después
de la construcción del muro de Berlín. Leo la primera edición, mayo de 2002, de
El Aleph Editores, 348 páginas.