domingo, 15 de septiembre de 2019

LA CENA DE LOS INFIELES. Beryl Bainbridge.


Chocante. Es la única palabra que se me ocurre para definir este extraño engendro, porque tampoco lo calificaría de novela. ¿Teatro novelado? ¿Película en prosa?

Partiendo de una premisa tan surrealista como una cena formal de parejas organizada por la amante de uno de ellos, con ese anhelado deseo de toda querida que se precie de ser visible, de mostrarse como la verdadera compañera en lugar de la legítima ante los amigos de él, Bainbridge escenifica una farsa cáustica sobre la infidelidad y la hipocresía de la burguesía británica, plagada de situaciones absurdas y conversaciones ridículas.
Pero lo que empieza como una ácida comedia se convierte en rocambolesca tragedia por un giro inesperado en la sinuosa noche, dando lugar a un final tan extravagante como la propia obra.

Tenía mucha curiosidad por leer a esta autora, grandes expectativas por las excelentes críticas y el lugar de honor del que gozaba en las letras británicas hasta el punto de conseguir el título de “Dame”, pero me ha dejado un sabor agridulce. Quizás porque lo que es catalogado como humor negro, para mí ha rayado en lo escabroso en determinadas situaciones. No soy tan sádica.

Es Bainbridge despiadada con sus personajes, maquiavélica, genial en la invención y manejo de situaciones descabelladas. Busca el humor en el antagonismo de personalidades: la acostumbrada flema de la clase media-alta frente a la insensatez de los suburbios. Y tiene un punto de absurdo perverso inspirado (estoy convencida) en Muriel Spark, la otra reina británica del humor siniestro y personajes irracionales.

Obra desconcertante, retorcida, ilógica, tremenda, magnífica, desagradable e incómoda, en la que no cesan las sorpresas: cada movimiento de los congregados en esa casa de las afueras de Londres es imprevisible. Extraordinaria en el sentido más literal.
Les diría que prueben, lean y opinen. Es una “rara avis”, no deja indiferente y seguro que tendrán una suculenta discusión “afternight”.

Sybilalibros@YoLibro




NO MIRES AHORA Y OTROS RELATOS. DAPHNE DU MAURIER


Comienzo cada libro con expectación incorregible; unos pocos, sabiendo que la felicidad lectora está asegurada. Es el caso de Du Maurier. Recomiendo sus novelas La posada de Jamaica, Rebeca, Mi prima Raquel. En ellas, la maldad y la realidad son movedizas; la tranquilidad y las certezas, una ilusión. Esta inquietud, productora de curiosidad y gozo intelectual, también está en sus relatos.
 Este libro contiene cinco, rondando cada uno las 45 o 50 páginas.

 “No mires ahora”. Probable cuento de fantasmas. ¡Cuánta literatura, de viajes y de ficción ha generado Venecia!  Allá donde viajamos, encontramos lo que somos. Un matrimonio busca ahogar su desgracia  en la laguna veneciana, las islas y la ciudad que fueron de los Dogos. Tras el lujo y el brillo palacial, el Sol jugando feliz en las aguas del Gran canal, encontrarán los oscuros puentecillos sobre canales estrechos de agua negra.

 “El manzano” Ya fue reseñado en el cometario al volumen “Los pájaros”, que también lo contiene.

 “No después de medianoche”. Desastre en un entorno idílico, Creta. Como en el caso del cuento veneciano, el contraste entre ambiente exterior edénico  e infierno interno del protagonista te agarra.

“El estanque”. No se puede describir mejor, poesía dura, la llegada a la adolescencia desde la infancia, el abandono inexorable de esta.

 “Las lentes azules”. Aunque sorprendente, quizás el relato más flojo. Sólo es muy bueno.

 Edición de La biblioteca de Carfax; leo la primera, febrero de 2018. Estupenda, muy apropiada la portada. 247 páginas.

Luis Miguel Sotillo Castro

miércoles, 11 de septiembre de 2019

ZAZIE EN EL METRO. Raymond Queneau


Pocas cosas hay más francesas que la baguette, los quesos y el costumbrismo debarrio parisino. Y Zazie.

Zazie es el epítome del fresco descaro parisiense: desvergonzada, precoz y procaz, más testaruda que una mula, capaz de acabar con la paciencia del santo Job, de cambiar el horario a Kant y de hacer negar a Dios tres veces al Papa de Roma.

Ejemplo vivo del incordio infantil, sus preguntas impertinentes y sus impetuosas ocurrencias arrastran al bueno de su tío Gabriel y al resto de los personajes que osan cruzarse en su decidido camino de viajar en metro a toda costa a pesar de la huelga a un fin de semana delirante.

Escrita por Raymond Queneau en 1959, Zazie es un juego (pero serio, como todos los juegos) de Patafísica, esa “ciencia”  cuya norma es precisamente no seguir las normas  y que en literatura se plasmó en nuevas estructuras y en retorcer el lenguaje con el fin de epatar al lector. La Patafísica nació del Surrealismo y contó con miembros tan ilustres como Boris Vian, Joan Miró, Jean Genet y hasta el mismísimo Umberto Eco. Y la pequeña Zazie es la alumna aventajada del Colegio por no seguir las normas ni las convenciones sociales.

La gracia del relato reside en el uso del argot parisién de barrio, los juegos de palabras enrevesados, los experimentos lingüísticos y una estructura aparentemente caótica pero que una vez terminado resulta circular. Y en los disparatados personajes, obviamente.

Estas características hacen casi intraducible la obra (desde ya recomiendo su lectura en francés con un buen diccionario coloquial si se domina esa lengua) sin perder identidad, pero la traducción que hizo Sánchez Dragó para la edición de Marbot, que es la que ha leído esta reseñadora, es, sorprendentemente, fresca y bastante atinada, con inestimables notas aclaratorias a los diálogos más intrincados, lo cual se agradece y se elogia.

En Zazie nada es lo que parece: ni su tío es sereno, ni el gendarme es policía, ni el guía turístico sabe algo de París, ni la viuda  es tan alegre, ni el tabernero es tan cínico…Lo único real es la carga de profundidad que se lanza desde la apabullante y destructiva lógica infantil a la línea de flotación del mundo de las apariencias de los adultos.

¡No dejéis de leerla! Es un soplo de aire fresco, un divertimento con grandes posos de sabiduría y humanidad, un jolgorio para el lenguaje y el recorrido turístico por París más estrafalario que podréis hacer nunca.

Louis Malle hizo una adaptación al cine con el bueno e impagable Philippe Noiret como tío Gabriel. Pero yo prefiero el libro.

“Amusez-vous bien”

Sybilalibros@YoLibro

lunes, 9 de septiembre de 2019

LA LEYENDA DEL SANTO BEBEDOR. Joseph Roth

Joseph Roth, 1894-1939. Judío austrohúngaro, padeció el derrumbe de su mundo con la Gran Guerra, de lo que dio testimonio en su obra, como Zweig y otros. En su vida íntima fue alcohólico y desgraciado. Hay que leer sus novelas “Hotel Savoy”, “Job” y “La marcha Radetzky”.

 Se despidió en 1939 con este recomendable “Die Legende vom heiligen Trinker”. No es una novela, es un relato de setenta páginas alucinadas, humorísticas –sabemos que el humor sólo es alegre a veces- y sobrias. Roth no bebía cuando escribía; el resto del tiempo, sí.
 El humor  radica, pinceladas de sonrisas aparte, en que el protagonista, vagabundo borracho, tiene un golpe de suerte tras otro; cuando sabemos que, en realidad, a estas personas suele sucederles lo contrario. Este cuento es una fantasía, pero agarrada a la realidad, como la humedad se pega a la orilla del Sena, cobijo de menesterosos bajo sus puentes.
 Si usted no es bebedor, pasará un buen rato, como quien lee algo sobre un tema ajeno a su experiencia, pero que está bien contado. Si usted bebe, dará palmas de reconocimiento y sorbos de absenta al leer cosas como: “Cuando, por fin, se levantó, sintió una cierta hambre, pero esa clase de hambre que solo pueden percibir los bebedores empedernidos. Se trata de una forma muy especial de avidez (no avidez de alimento), que tan solo dura unos pocos instantes y desaparece tan pronto como el individuo que la siente se imagina una determinada bebida, precisamente la que más le apetece en aquel momento.”
 Leo la edición de Anagrama de mayo de 2019. Oportuno el breve epílogo de Hermann Kesten, amigo del autor; me emociona el autorretrato, un dibujo, del propio Roth.  El prólogo, carente de interés, de Carlos Barral, léanlo después del relato. Lo único claro que cuenta es el final de la obrita.


Luis Miguel Sotillo Castro

domingo, 8 de septiembre de 2019

UN GIRO DECISIVO. ANDREA CAMILLERI


Parece que a estas alturas de mis muchas lecturas de Camilleri sería innecesario comentar otra novela de Montalbano. Pero es muy necesario.

Hay gente que piensa que la serie declina en calidad a partir del 3º o 4º. Pero hoy les voy a demostrar que nada más lejos de la realidad con esta séptima entrega.

Como bien comentaba en una entrevista el actor que incorpora al comisario en la serie de TV, Montalbano no es un “giallo” (así es como llaman en Italia a la novela policíaca porque las primeras colecciones de postguerra tenían las cubiertas amarillas) al uso. Lo de menos es el crimen que investigar. Montalbano es el vehículo de Camilleri para mostrarnos su filosofía de vida, su ideología, la pasión por su tierra siciliana, su inmensa cultura, en fin, su Historia.

En ninguna de las novelas que le he leído se esconde Camilleri de denunciar los problemas que minan a su isla. De ellos, hay uno en particular que aborda en varios relatos, incluso se hace recurrente en el ambiente de fondo, porque se ha convertido en la pesadilla cotidiana de Sicilia (más que la mafia autóctona) y es el drama de la inmigración.

Sicilia y Andalucía tenemos mucho en común y compartimos muy de cerca, demasiado, la desesperación y la nueva esclavitud que están haciendo del Mediterráneo un cementerio.
Si el tráfico de personas nos indigna (o debería) cuando se trata de niños es repugnante. Y de eso trata este Montalbano.

 ¿Cómo contar/denunciar este sórdido mundo sin olvidar lo que define a la serie como la comicidad de Catarella, los salmonetes fritos, la amistad de la comisaría, los épicos cabreos del comisario y su eterna batalla contra los medios de comunicación tan corruptos como los políticos? Para eso sólo hay una respuesta: ser un maestro de la narración. El manejo de la conexión entre las distintas tramas es ejemplar y la sensibilidad a la hora de abordar un tema tan difícil, que bien podría caer en el melodrama, es exquisita.

Recomiendo especialmente esta novela para despertar conciencias adormecidas por tantas imágenes de telediarios que a fuer de ser cotidianas las hemos asimilado como algo natural y sólo reaccionamos un poco si ONGs aficionadas a la exhibición circense y famosos que viven en mansiones montan el espectáculo.

La realidad está en este libro, sin teatro. Da igual si no has leído las anteriores de la serie. Tiene tal potencia que vale como un relato independiente.

Esta reseña va por todos aquellos que se dejan la piel contra este horror mientras los gerifaltes de Europa se ponen de perfil: policía, Guardia civil, voluntarios, ONGs, Iglesia, Cruz Roja y una mención especial porque me toca muy de cerca a Salvamento marítimo y su equipo médico. Aquí y en Lampedusa.

Sybilalibros@YoLibro

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