Parece que a
estas alturas de mis muchas lecturas de Camilleri sería innecesario comentar
otra novela de Montalbano. Pero es muy necesario.
Hay gente que
piensa que la serie declina en calidad a partir del 3º o 4º. Pero hoy les voy a
demostrar que nada más lejos de la realidad con esta séptima entrega.
Como bien
comentaba en una entrevista el actor que incorpora al comisario en la serie de
TV, Montalbano no es un “giallo” (así es como llaman en Italia a la novela
policíaca porque las primeras colecciones de postguerra tenían las cubiertas
amarillas) al uso. Lo de menos es el crimen que investigar. Montalbano es el
vehículo de Camilleri para mostrarnos su filosofía de vida, su ideología, la
pasión por su tierra siciliana, su inmensa cultura, en fin, su Historia.
En ninguna de las
novelas que le he leído se esconde Camilleri de denunciar los problemas que
minan a su isla. De ellos, hay uno en particular que aborda en varios relatos,
incluso se hace recurrente en el ambiente de fondo, porque se ha convertido en
la pesadilla cotidiana de Sicilia (más que la mafia autóctona) y es el drama de
la inmigración.
Sicilia y
Andalucía tenemos mucho en común y compartimos muy de cerca, demasiado, la
desesperación y la nueva esclavitud que están haciendo del Mediterráneo un
cementerio.
Si el tráfico de
personas nos indigna (o debería) cuando se trata de niños es repugnante. Y de
eso trata este Montalbano.
¿Cómo contar/denunciar este sórdido mundo sin
olvidar lo que define a la serie como la comicidad de Catarella, los salmonetes
fritos, la amistad de la comisaría, los épicos cabreos del comisario y su
eterna batalla contra los medios de comunicación tan corruptos como los
políticos? Para eso sólo hay una respuesta: ser un maestro de la narración. El manejo
de la conexión entre las distintas tramas es ejemplar y la sensibilidad a la
hora de abordar un tema tan difícil, que bien podría caer en el melodrama, es
exquisita.
Recomiendo especialmente
esta novela para despertar conciencias adormecidas por tantas imágenes de
telediarios que a fuer de ser cotidianas las hemos asimilado como algo natural
y sólo reaccionamos un poco si ONGs aficionadas a la exhibición circense y
famosos que viven en mansiones montan el espectáculo.
La realidad está
en este libro, sin teatro. Da igual si no has leído las anteriores de la serie.
Tiene tal potencia que vale como un relato independiente.
Esta reseña va
por todos aquellos que se dejan la piel contra este horror mientras los gerifaltes
de Europa se ponen de perfil: policía, Guardia civil, voluntarios, ONGs,
Iglesia, Cruz Roja y una mención especial porque me toca muy de cerca a Salvamento
marítimo y su equipo médico. Aquí y en Lampedusa.
Sybilalibros@YoLibro