Bienvenidos a un ensayo literario revestido con ropajes de thriller
psicológico o cómo un autor puede vampirizar a un lector a través de la
escritura.
Edward y Susan se conocen desde la infancia pero no congenian. Llegada la
universidad, se reencuentran y se redescubren sexualmente; se casan y se
divorcian pronto, aparentemente porque Edward abandona estudios y trabajo para
ser escritor, aunque está tan bloqueado que apenas emborrona lamentos
autobiográficos.
15 años después, Susan, nueva y felizmente casada, madre de tres hijos,
recibe el manuscrito de una novela de Edward, “Animales Nocturnos”. Durante
tres noches en las que su marido está ausente, se entrega con voracidad
adúltera a la lectura del relato escalofriante sobre el mal encuentro en un
viaje nocturno por carretera del pacífico y medroso profesor de matemáticas
Tony Hastings y familia. Mientras lee, la crítica Susan acecha al estilo
literario de Edward en busca de antiguas limitaciones a la par que se siente
asaltada por constantes alusiones a la breve convivencia con Edward que la
empujan a cuestionarse el pasado y su vida actual.
“Tres noches” es un ejercicio de
metaliteratura, alabado por autores de la talla de Saul Bellow o McEwan, en el
que el terror psicológico es una lupa bajo la que analizar el matrimonio, los
celos, la venganza o el fracaso vital amén de una reflexión sobre la extraña
conexión entre escritor y lector.
Sin embargo, debo confesar que me ha costado conectar con los
protagonistas, Tony y Susan (que así es como se llama la novela en inglés, en
un juego retorcido que pone en el mismo plano real al personaje de ficción y a
la lectora). Sus personalidades carentes de atractivos, sus mediocres
existencias en el ya trillado “american way of live” no han ayudado. Menos mal
que en el último tercio del libro despiertan del letargo y hacen que la lectura
de este libro haya merecido la pena.
Siendo una buena novela, con un inicio potente y violento y un desarrollo
apagado como el ánimo del protagonista, creo que es la última parte, en la que
un agobiante final, auténtico “tour de force” narrativo, construido casi
exclusivamente a base de diálogos, desconcertantes y absurdos a veces que por
momentos me recordaban al encierro de “Cayo Largo”, la que la hace interesante.
A pesar de mi falta de conexión y emoción (quizás no era el momento de su lectura),
la recomiendo vivamente por el buen hacer literario y por el relato de un
suplicio por el que cualquiera es susceptible de pasar.
Sybila @YoLibro