lunes, 12 de noviembre de 2018

LA TERNURA DE LOS LOBOS. Stef Penney

Gratamente sorprendida por este relato.
Cuando muchas voces me la recomendaban no esperaba encontrarme con una novela de aventuras de corte clásico en pleno s. XXI, algo que echaba de menos desde mis lecturas juveniles y que siempre se agradece.

Ambientada en los profundos bosques del norte canadiense donde conviven diferentes lenguas y gente de toda procedencia, cuenta la historia de una persecución implacable, la del desconocido asesino de un trampero independiente, aunque todas las sospechas recaen en un joven amigo del mismo por haber desaparecido sin dejar rastro el día del asesinato. Convencida de la inocencia de su hijo huido, y ante la inoperancia de los representantes de la ley local, la señora Ross, una mujer decidida y al margen de los prejuicios sociales, verdadera protagonista del relato, se lanza en su búsqueda acompañada por un taciturno pero experto rastreador. A ellos se unirá más tarde el representante comercial de la todopoderosa Compañía que monopoliza el comercio de las pieles canadienses, supuesta depositaria de la ley en la zona pero con oscuros intereses en el hallazgo del asesino.

Con este punto de partida, Penney realiza una sugerente mezcla que cuenta como ingredientes con el canto a la naturaleza salvaje de los bosques de Jack London, la defensa de la libertad e independencia del Jeremiah Johnson de S. Polack y un punto de alegato del acervo indio de El último mohicano.

Bien escrita y bien planteada, la novela se complica con varias subtramas con las que la autora intenta mostrar la riqueza cultural y racial de su Canadá natal: la gran comunidad escocesa que mantiene las costumbres y religión de su metrópoli; los nómadas tramperos franceses; la mercantilista y prepotente Compañía inglesa; la cerrada y beatífica comunidad luterana de noruegos; los presidiarios del viejo continente que cumplían sus penas en desolado norte canadiense; los inquietos norteamericanos que cruzan la frontera según sus intereses y los indios nativos luchando por mantener su identidad frente a la avasalladora aculturación.

¿Qué ocurre? Que quien mucho abarca, poco aprieta. Y lo que era una novela con un horizonte claro, con personajes humanos e imprevisibles, se le va de las manos en el último tercio, resbalando peligrosamente hacia el folletín (en mi modesta opinión), lo que empaña el buen regusto que estaba dejando en el lector.
A pesar de ello, la recomiendo porque es muy entretenida y evocadora: tiene la autora una gran capacidad para trasportar al que la lee hacia aquellos inhóspitos bosques, viajar con la aguerrida partida de búsqueda y abrigarse de más porque la nieve salta de las páginas al sofá. Por cierto, los lobos apenas asoman.

ADENDA: Me gustaría destacar la foto utilizada en la portada del libro, un famoso cuadro titulado The sword proveniente de un museo canadiense. Desconozco si es la misma de la edición original. Si no es así, enhorabuena a Salamandra por hallar la ilustración perfecta para representar a la sra. Ross. Es tal cual se la describe en el libro.

Sybila

jueves, 8 de noviembre de 2018

LA NOVENA HORA. Alice McDermott


Tocando a vísperas y apresurándome con pasos silenciosos para hablaros de la última obra de McDermott, una escritora extraordinaria, multipremiada, que conocí gracias a su deliciosa novela “Alguien”, donde pude apreciar su talento para construir personajes, dejarlos crecer libres, hacer que empaticen rápidamente con el lector, abocarlos a situaciones que exigen grandes decisiones morales pero siempre sin enjuiciarlas.

En “La novena hora” seguimos encontrando ese buen hacer de actores del papel y el mismo y siempre paradigmático Brooklyn, un distrito al que la mayoría de los escritores neoyorkinos ha elevado a la categoría de género literario, como quintaesencia de lo norteamericano por oposición al Profundo Sur o el Medio Oeste pionero: vivo, bullicioso, multirracial, pletórico de familias pobres hacinadas en minúsculas viviendas, de callejones grises y de chiquillos que se educan en las aceras.

Sin embargo, en esta ocasión, McDermott prefiere aislarse del ruido y centrar su novela en el convento de las Hermanitas de los pobres que peregrinan silenciosas por un Brooklyn de preguerra, casi sin rozar a la gente a pesar de sus voluminosas tocas, para curar, confortar, amortajar, alimentar o dar trabajo en la lavandería del convento a la joven viuda de un suicida, Annie, nuestra protagonista, sin preguntar.
“La novena hora” es la historia contada a los nietos de Annie, de su hija Sally, prototipo de “niña de convento”, criada y consentida por las monjas en la que se despierta una pronta vocación; de la bonachona hermana Illuminata que lava y plancha con igual mimo para las monjas que para un desahuciado; de la atípica, contradictoria y jovial hermana Lucy; de la amargada y tullida esposa del lechero; de la numerosa familia del bajo amiga de Annie que pone el color y la alegría a un barrio donde al sol le cuesta salir, del pelirrojo que fue a la guerra y se quedó en el ático de prestado…tantos personajes como curvas tiene el alma humana.

Se trata de un libro profundamente humano, repleto de sentimientos que no de sentimentalismo, que se introduce en las venas de Brooklyn para hacer una transfusión al lector, dolorosa a veces, beatífica otras, que se siente de esta forma invadido por un abrazo de palabras.

¿Qué me incomoda en tan bonito relato? El exceso retórico, la repetición sin escrúpulos de metáforas afortunadas, la costumbrista pero morosa descripción del trabajo en la lavandería que se prolonga hasta casi la mitad del libro. Agotamiento de las formas. Esa la expresión que me viene a la cabeza para definir parte de la novela.
Peccata minuta para una autora que conmueve cada vez que escribe, creando un imaginario de personajes emotivos, sencillos pero tan grandes como la Gran Manzana que habitan.

Muy recomendable para los que buscan otra manera de contar historias.

ADENDA: No puedo dejar de comentar la desafortunada traducción de determinados párrafos que desmerecen la calidad literaria de la autora y el trabajo editorial de Asteroide. Tras consulta con la RAE, he trasmitido a la editorial los fallos. Espero que rectifiquen.

Sybila

miércoles, 7 de noviembre de 2018

UNA PUERTA QUE NUNCA ENCONTRÉ. Thomas Wolfe

A Thomas Wolfe no se le reseña, se le lee con entrega y devoción, para conseguir ese delicioso arrebato místico que producen sus palabras encadenadas a los sentidos, el recuerdo, el Tiempo, el Río o la Luz:

 " Y los poderosos vientos barren y aúllan por toda la tierra: rugen a lo lejos entre grandes árboles. Y los chicos se agitan extasiados en sus camas, pensando en demonios y en descomunales remolinos de ese viento. Y toda la noche se escucha la nítida e inclemente lluvia de bellotas y castañas, que no dejan de caer en medio del silencio viviente y los remotos y escarchados ladridos de los perros, en medio de la torpe y menuda agitación de plumas en los corrales encalados, mientras resplandece la voluminosa y baja luna de otoño, ora enredada entre las ramas desnudas de los pinos, ora en el linde absorto que forman las copas en la cima, a veces dejándose caer con su luz fantasmal y lechosa sobre las ondulaciones del terreno, sobre la pelusa llena de rocío de las calabazas, a veces más blanca, más pequeña y más brillante, pero elevándose siempre sobre la colina de la iglesia, elevándose también sobre un millón de calles, sobre la tierra inmersa en rocío y silencio"
Y si esto no te ha conmovido, no lo leas.
Aunque te perderías 100 páginas de auténtica, personal y única narrativa poética que nos llega gracias a la estupenda edición de Periférica, que ya editó esa otra joyita de Wolfe "El niño perdido".
(Para los concretos y apegados a la Tierra: no es novela, no son cuentos, no es autobiografía. Es la imaginación desbocada del autor vertiendo sus recuerdos sobre el mes en el que todo empieza, Octubre, mientras busca desesperadamente la puerta que le lleve al lugar al que perteneció una vez).
Sybila

martes, 6 de noviembre de 2018

EL TORO EL TORERO Y EL GATO. Wenceslao Fernández Flórez

El contenido:
Libro humorístico. El humor es un invento genial, da libertad al autor y sonrisas al lector. Se basa en la sorpresa, en el retorcimiento de la lógica que, lógicamente, desemboca en lo absurdo. Escrito antitaurino que, si bien habla de la crueldad de la fiesta, la rechaza por rígida y tediosa. Propone la alternativa de que se lidien gatos en lugar de toros. ¿Cómo no se le ocurrió a nadie antes?
 Es curioso leer cómo, en 1946, escribe goal y no gol; pone “bar” entre comillas, como palabra importada de uso muy reciente para hablar de los bares.
 Yo, sin que nadie me pregunte y sin que a nadie le interese, declaro que el toreo es una de las Bellas Artes.
 Recuerdo los buenos ratos pasados con don Wenceslao, leyendo sus “El bosque animado”, “Volvoreta”, “Las gafas del diablo” y “El hombre que compró un automóvil”.
El continente:
 Compré este ejemplar en la feria madrileña de Recoletos. Es de 1946, me costó 35 euros de 2018. Huele a papel y polvo, a edad de las cosas. Editado por M. Aguilar. “Reservados todos los derechos. Queda hecho el depósito que marca la ley.” Ya, en cuanto a advertencias. De aquella los libros no contaban sus derechos, matrículas, buena conciencia ecológica etc. tan detalladamente como ahora… no trae ni la fecha de edición. Sí pone que se ilustra con diez “gouaches” de Herreros en offset  a cinco tintas,  más 26 viñetas a dos tintas. Cada capítulo, titulado en color verde, comienza con una capitular con fondo taurino. Precioso de mirar. Cada número de página, abajo, en el centro, está amparado por dos hojitas verdes,  a derecha e izquierda.
 El pobre libro tiene muchas manchitas, entre naranjas y marrones claras, delatando alguna enfermedad, sin afearlo. Aunque hacen pensar en la debilidad ante el tiempo, imagino que son constelaciones con estrellas jóvenes como mandarinas en algunas páginas; en otras, creo que son claves para descubrir secretos. No lo sabré, porque no pienso rayarlo uniendo con líneas los puntos lunares y alamares.

Luis Miguel Sotillo

viernes, 2 de noviembre de 2018

CONFESIONES DE UN ACTOR. Laurence Olivier


Leer biografías tiene algo de cotilleo, de ventana indiscreta. Nos damos el derecho de hurgar en la vida de la persona investigada, sin pensar en su opinión al respecto. Sin embargo, cuando el autor de la biografía es el propio sujeto radiografiado, el escrúpulo da paso al asombro.

¿Por qué se desnuda un hombre ante gente que no conoce?
Olivier lo hace. Cuenta su vida personal, íntima, detallando, venciendo el  pudor.  También su salud, sus ideas. Tres matrimonios, el segundo con Vivien Leigh, gozoso y desgraciado, puro amor. Nace en 1907, hijo de un clérigo tacaño. ¿Se rebela contra su padre para dedicarse al espectáculo? No. La primera sorpresa del libro nos demuestra, una vez más, que la vida es compleja;  Laurence se hace actor por mandato de su padre, tan conservador y riguroso.
Recuerdo las memorias de Alec Guiness. Apenas habla de cine, una fuente de ingresos para él y poco más. Su vida era el teatro. La de Olivier también, pero este sí nos cuenta cosas de sus películas, desde Cumbres borrascosas hasta Marathon man; de sus apariciones televisivas, Retorno a Brideshead y otras. Esto, más sus comentarios sobre las estrellas de Hollywood, dan amenidad al libro.

El teatro. Siempre me ha parecido la profesión de actor dificilísima, imposible si no viera sobre las tablas a estos fenómenos. Olivier detalla sus éxitos, su gusto por las novedades y los autores nuevos; aunque Chejov  y, sobre todo, Shakespeare, están en su alma y su trabajo, una vez y otra. Los entresijos de la profesión, también como empresario y director, ocupan muchas páginas interesantes. Lo más sorprendente, y avala mi idea de la dificultad del oficio, es su confesión sobre el padecimiento de pánico escénico, lo sufrió durante cinco años ¡cuando tenía más de cincuenta!

 Caballero, Lord, reverencia las instituciones británicas, Churchill como ideal político.
 No se cansa de alabar y agradecer la amistad. Con lo que podemos decir que su vida es: su profesión, sus amores, sus amigos. Lo cuenta admirablemente, lo leemos siempre interesados.

 El original es de 1982, leo una edición de Planeta de 1983. 270 páginas ilustradas con dos bloques de fotos, trae también cronología y la obra del hombre.

Luis Miguel Sotillo

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