Cuando muchas
voces me la recomendaban no esperaba encontrarme con una novela de aventuras de
corte clásico en pleno s. XXI, algo que echaba de menos desde mis lecturas
juveniles y que siempre se agradece.
Ambientada en los
profundos bosques del norte canadiense donde conviven diferentes lenguas y gente
de toda procedencia, cuenta la historia de una persecución implacable, la del
desconocido asesino de un trampero independiente, aunque todas las sospechas
recaen en un joven amigo del mismo por haber desaparecido sin dejar rastro el
día del asesinato. Convencida de la inocencia de su hijo huido, y ante la
inoperancia de los representantes de la ley local, la señora Ross, una mujer
decidida y al margen de los prejuicios sociales, verdadera protagonista del relato,
se lanza en su búsqueda acompañada por un taciturno pero experto rastreador. A
ellos se unirá más tarde el representante comercial de la todopoderosa Compañía
que monopoliza el comercio de las pieles canadienses, supuesta depositaria de
la ley en la zona pero con oscuros intereses en el hallazgo del asesino.
Con este punto de
partida, Penney realiza una sugerente mezcla que cuenta como ingredientes con el
canto a la naturaleza salvaje de los bosques de Jack London, la defensa de la
libertad e independencia del Jeremiah Johnson de S. Polack y un punto de
alegato del acervo indio de El último mohicano.
Bien escrita y bien
planteada, la novela se complica con varias subtramas con las que la autora
intenta mostrar la riqueza cultural y racial de su Canadá natal: la gran
comunidad escocesa que mantiene las costumbres y religión de su metrópoli; los
nómadas tramperos franceses; la mercantilista y prepotente Compañía inglesa; la
cerrada y beatífica comunidad luterana de noruegos; los presidiarios del viejo
continente que cumplían sus penas en desolado norte canadiense; los inquietos
norteamericanos que cruzan la frontera según sus intereses y los indios nativos
luchando por mantener su identidad frente a la avasalladora aculturación.
¿Qué ocurre? Que
quien mucho abarca, poco aprieta. Y lo que era una novela con un horizonte
claro, con personajes humanos e imprevisibles, se le va de las manos en el
último tercio, resbalando peligrosamente hacia el folletín (en mi modesta
opinión), lo que empaña el buen regusto que estaba dejando en el lector.
A pesar de ello,
la recomiendo porque es muy entretenida y evocadora: tiene la autora una gran
capacidad para trasportar al que la lee hacia aquellos inhóspitos bosques, viajar
con la aguerrida partida de búsqueda y abrigarse de más porque la nieve salta
de las páginas al sofá. Por cierto, los lobos apenas asoman.
ADENDA: Me
gustaría destacar la foto utilizada en la portada del libro, un famoso cuadro titulado
The sword proveniente de un museo canadiense. Desconozco si es la misma de la
edición original. Si no es así, enhorabuena a Salamandra por hallar la
ilustración perfecta para representar a la sra. Ross. Es tal cual se la
describe en el libro.
Sybila