jueves, 8 de noviembre de 2018

LA NOVENA HORA. Alice McDermott


Tocando a vísperas y apresurándome con pasos silenciosos para hablaros de la última obra de McDermott, una escritora extraordinaria, multipremiada, que conocí gracias a su deliciosa novela “Alguien”, donde pude apreciar su talento para construir personajes, dejarlos crecer libres, hacer que empaticen rápidamente con el lector, abocarlos a situaciones que exigen grandes decisiones morales pero siempre sin enjuiciarlas.

En “La novena hora” seguimos encontrando ese buen hacer de actores del papel y el mismo y siempre paradigmático Brooklyn, un distrito al que la mayoría de los escritores neoyorkinos ha elevado a la categoría de género literario, como quintaesencia de lo norteamericano por oposición al Profundo Sur o el Medio Oeste pionero: vivo, bullicioso, multirracial, pletórico de familias pobres hacinadas en minúsculas viviendas, de callejones grises y de chiquillos que se educan en las aceras.

Sin embargo, en esta ocasión, McDermott prefiere aislarse del ruido y centrar su novela en el convento de las Hermanitas de los pobres que peregrinan silenciosas por un Brooklyn de preguerra, casi sin rozar a la gente a pesar de sus voluminosas tocas, para curar, confortar, amortajar, alimentar o dar trabajo en la lavandería del convento a la joven viuda de un suicida, Annie, nuestra protagonista, sin preguntar.
“La novena hora” es la historia contada a los nietos de Annie, de su hija Sally, prototipo de “niña de convento”, criada y consentida por las monjas en la que se despierta una pronta vocación; de la bonachona hermana Illuminata que lava y plancha con igual mimo para las monjas que para un desahuciado; de la atípica, contradictoria y jovial hermana Lucy; de la amargada y tullida esposa del lechero; de la numerosa familia del bajo amiga de Annie que pone el color y la alegría a un barrio donde al sol le cuesta salir, del pelirrojo que fue a la guerra y se quedó en el ático de prestado…tantos personajes como curvas tiene el alma humana.

Se trata de un libro profundamente humano, repleto de sentimientos que no de sentimentalismo, que se introduce en las venas de Brooklyn para hacer una transfusión al lector, dolorosa a veces, beatífica otras, que se siente de esta forma invadido por un abrazo de palabras.

¿Qué me incomoda en tan bonito relato? El exceso retórico, la repetición sin escrúpulos de metáforas afortunadas, la costumbrista pero morosa descripción del trabajo en la lavandería que se prolonga hasta casi la mitad del libro. Agotamiento de las formas. Esa la expresión que me viene a la cabeza para definir parte de la novela.
Peccata minuta para una autora que conmueve cada vez que escribe, creando un imaginario de personajes emotivos, sencillos pero tan grandes como la Gran Manzana que habitan.

Muy recomendable para los que buscan otra manera de contar historias.

ADENDA: No puedo dejar de comentar la desafortunada traducción de determinados párrafos que desmerecen la calidad literaria de la autora y el trabajo editorial de Asteroide. Tras consulta con la RAE, he trasmitido a la editorial los fallos. Espero que rectifiquen.

Sybila

miércoles, 7 de noviembre de 2018

UNA PUERTA QUE NUNCA ENCONTRÉ. Thomas Wolfe

A Thomas Wolfe no se le reseña, se le lee con entrega y devoción, para conseguir ese delicioso arrebato místico que producen sus palabras encadenadas a los sentidos, el recuerdo, el Tiempo, el Río o la Luz:

 " Y los poderosos vientos barren y aúllan por toda la tierra: rugen a lo lejos entre grandes árboles. Y los chicos se agitan extasiados en sus camas, pensando en demonios y en descomunales remolinos de ese viento. Y toda la noche se escucha la nítida e inclemente lluvia de bellotas y castañas, que no dejan de caer en medio del silencio viviente y los remotos y escarchados ladridos de los perros, en medio de la torpe y menuda agitación de plumas en los corrales encalados, mientras resplandece la voluminosa y baja luna de otoño, ora enredada entre las ramas desnudas de los pinos, ora en el linde absorto que forman las copas en la cima, a veces dejándose caer con su luz fantasmal y lechosa sobre las ondulaciones del terreno, sobre la pelusa llena de rocío de las calabazas, a veces más blanca, más pequeña y más brillante, pero elevándose siempre sobre la colina de la iglesia, elevándose también sobre un millón de calles, sobre la tierra inmersa en rocío y silencio"
Y si esto no te ha conmovido, no lo leas.
Aunque te perderías 100 páginas de auténtica, personal y única narrativa poética que nos llega gracias a la estupenda edición de Periférica, que ya editó esa otra joyita de Wolfe "El niño perdido".
(Para los concretos y apegados a la Tierra: no es novela, no son cuentos, no es autobiografía. Es la imaginación desbocada del autor vertiendo sus recuerdos sobre el mes en el que todo empieza, Octubre, mientras busca desesperadamente la puerta que le lleve al lugar al que perteneció una vez).
Sybila

martes, 6 de noviembre de 2018

EL TORO EL TORERO Y EL GATO. Wenceslao Fernández Flórez

El contenido:
Libro humorístico. El humor es un invento genial, da libertad al autor y sonrisas al lector. Se basa en la sorpresa, en el retorcimiento de la lógica que, lógicamente, desemboca en lo absurdo. Escrito antitaurino que, si bien habla de la crueldad de la fiesta, la rechaza por rígida y tediosa. Propone la alternativa de que se lidien gatos en lugar de toros. ¿Cómo no se le ocurrió a nadie antes?
 Es curioso leer cómo, en 1946, escribe goal y no gol; pone “bar” entre comillas, como palabra importada de uso muy reciente para hablar de los bares.
 Yo, sin que nadie me pregunte y sin que a nadie le interese, declaro que el toreo es una de las Bellas Artes.
 Recuerdo los buenos ratos pasados con don Wenceslao, leyendo sus “El bosque animado”, “Volvoreta”, “Las gafas del diablo” y “El hombre que compró un automóvil”.
El continente:
 Compré este ejemplar en la feria madrileña de Recoletos. Es de 1946, me costó 35 euros de 2018. Huele a papel y polvo, a edad de las cosas. Editado por M. Aguilar. “Reservados todos los derechos. Queda hecho el depósito que marca la ley.” Ya, en cuanto a advertencias. De aquella los libros no contaban sus derechos, matrículas, buena conciencia ecológica etc. tan detalladamente como ahora… no trae ni la fecha de edición. Sí pone que se ilustra con diez “gouaches” de Herreros en offset  a cinco tintas,  más 26 viñetas a dos tintas. Cada capítulo, titulado en color verde, comienza con una capitular con fondo taurino. Precioso de mirar. Cada número de página, abajo, en el centro, está amparado por dos hojitas verdes,  a derecha e izquierda.
 El pobre libro tiene muchas manchitas, entre naranjas y marrones claras, delatando alguna enfermedad, sin afearlo. Aunque hacen pensar en la debilidad ante el tiempo, imagino que son constelaciones con estrellas jóvenes como mandarinas en algunas páginas; en otras, creo que son claves para descubrir secretos. No lo sabré, porque no pienso rayarlo uniendo con líneas los puntos lunares y alamares.

Luis Miguel Sotillo

viernes, 2 de noviembre de 2018

CONFESIONES DE UN ACTOR. Laurence Olivier


Leer biografías tiene algo de cotilleo, de ventana indiscreta. Nos damos el derecho de hurgar en la vida de la persona investigada, sin pensar en su opinión al respecto. Sin embargo, cuando el autor de la biografía es el propio sujeto radiografiado, el escrúpulo da paso al asombro.

¿Por qué se desnuda un hombre ante gente que no conoce?
Olivier lo hace. Cuenta su vida personal, íntima, detallando, venciendo el  pudor.  También su salud, sus ideas. Tres matrimonios, el segundo con Vivien Leigh, gozoso y desgraciado, puro amor. Nace en 1907, hijo de un clérigo tacaño. ¿Se rebela contra su padre para dedicarse al espectáculo? No. La primera sorpresa del libro nos demuestra, una vez más, que la vida es compleja;  Laurence se hace actor por mandato de su padre, tan conservador y riguroso.
Recuerdo las memorias de Alec Guiness. Apenas habla de cine, una fuente de ingresos para él y poco más. Su vida era el teatro. La de Olivier también, pero este sí nos cuenta cosas de sus películas, desde Cumbres borrascosas hasta Marathon man; de sus apariciones televisivas, Retorno a Brideshead y otras. Esto, más sus comentarios sobre las estrellas de Hollywood, dan amenidad al libro.

El teatro. Siempre me ha parecido la profesión de actor dificilísima, imposible si no viera sobre las tablas a estos fenómenos. Olivier detalla sus éxitos, su gusto por las novedades y los autores nuevos; aunque Chejov  y, sobre todo, Shakespeare, están en su alma y su trabajo, una vez y otra. Los entresijos de la profesión, también como empresario y director, ocupan muchas páginas interesantes. Lo más sorprendente, y avala mi idea de la dificultad del oficio, es su confesión sobre el padecimiento de pánico escénico, lo sufrió durante cinco años ¡cuando tenía más de cincuenta!

 Caballero, Lord, reverencia las instituciones británicas, Churchill como ideal político.
 No se cansa de alabar y agradecer la amistad. Con lo que podemos decir que su vida es: su profesión, sus amores, sus amigos. Lo cuenta admirablemente, lo leemos siempre interesados.

 El original es de 1982, leo una edición de Planeta de 1983. 270 páginas ilustradas con dos bloques de fotos, trae también cronología y la obra del hombre.

Luis Miguel Sotillo

miércoles, 31 de octubre de 2018

HISTORIA DE LOS MOZÁRABES EN ESPAÑA F. J. Simonet


Los historiadores se dividen en tres clases. El imparcial, el parcial, el que finge ser imparcial. Este último es el peor, porque no es honrado. Simonet pertenece al grupo de los parciales. Cree en la unidad religiosa, católica, de España, en la Providencia. No es autor que se ponga por encima de los bandos al escribir, equidistante. ¿Por qué merece la pena entonces? Porque es un sabio, a la manera de Menéndez Pelayo, al que cita varias veces, y no engaña. Intenta ser fiel a la verdad, apoyándose en muchos documentos. Nos ofrece nada menos que 2463 notas, aclarando y detallando asuntos controvertidos, usando una vasta bibliografía. No es escritor de ocurrencias que se adapten a sus ideas.
Los cristianos que vivieron bajo dominio musulmán, mozárabes, padecieron durante la ocupación. Eso de la convivencia pacífica de las tres culturas es falso. En el mejor de los casos, en las fases sin violencia descarada, los cristianos vivían en un régimen equiparable al apartheid sudafricano o la segregación racial estadounidense. En el peor, que se dio con cierta frecuencia, fueron desposeídos o matados.
El autor sostiene que, pese a arabizarse poco a poco, los mozárabes no olvidaron el latín en la lengua escrita. Sin duda terminaron por hablar árabe, por usar nombres en la lengua de los conquistadores. Es fascinante ver listas de obispos, por ejemplo, con nombres latinos, godos, árabes. Otro asunto apasionante es el de los muladíes, hispanos conversos al islam. O el de si debe uno amoldarse o rebelarse cuando es invadido, que de todo hubo.
Libro riguroso, en definitiva, dentro de su parcialidad. 685 páginas de las que 135 son de notas. Bien editado por Almuzara libros, en febrero de 2018. El autor, malagueño, vio su trabajo premiado en 1867.
Este comentario lo ha perpetrado Luis Miguel Sotillo Castro, segundo de a bordo.

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