jueves, 12 de marzo de 2020

PLAINSONG. Kent Haruf


Descubrí a Kent Haruf con su bellísima obra póstuma “Nosotros en la noche” (que recomiendo con pasión) y quedé prendada del lirismo de lo cotidiano y la humanidad que impregna toda su creación. Esta novela es otra buena muestra de ello.

“Plainsong” o “Canción de la llanura”, que también podéis encontrarla bajo este título, no es nada más (y nada menos) que el relato de las pequeñas historias de unos personajes aparentemente pequeños en una pequeña ciudad ficticia de Colorado, Holt, donde el autor sitúa todas sus obras: los hijos de un desencantado profesor de instituto que tratan de encontrar solos su camino tras la huida de su madre; Victoria, una chica de 17 años que al descubrir que está embarazada de alguien que apenas conoce es expulsada de casa por su madre; y los hermanos McPheron, dos viejos granjeros solterones sin apenas contacto humano que aceptan acoger en su casa y en sus vidas a la chica, constituyen el trípode sobre el que se asienta la narración.

Sus historias, narradas en paralelo, a veces se entrecruzan, otras divergen, constituyen un todo conjunto honesto, auténtico, bello y tan humano que se puede sentir en nuestras yemas cuando pasamos las páginas.

Huye Haruf de tramas complicadas haciendo gala de una sencillez narrativa casi insolente (me recuerda muchísimo a esa otra oda a la naturalidad que es “Stoner”) porque lo que verdaderamente le importa son los personajes, lo que yace detrás de ellos. Él suelta a sus desamparados protagonistas en mitad de la noche, los enfrenta al mundo más peligroso, el de la inercia amodorrada de provincias, y se desencadena la onda expansiva de vértigo, desamparo, esperanza, amor y perdón, donde la granja de los hermanos McPheron, en su grandiosa humildad, constituye sin saberlo el edén inmutable, el Shangri-la de Colorado donde no llegan los zarpazos de la vida.

En la misma línea se mueve la escritura de Haruf, donde lo que sobresale no son los alardes lingüísticos sino los espacios en blanco, las palabras no dichas, los pensamientos acurrucados, los sentimientos amordazados, porque el que habla es el corazón en carne viva, sin intermediarios vocales. Tanto es así que los diálogos no vienen marcados por el habitual guion ortográfico, siendo el lector el que otorga la palabra a cada personaje. De esta manera consigue el autor eliminar la “cuarta pared” de papel, implicándonos plenamente en el relato.

Otras veces es la descripción de la atmósfera de Holt la que nos cuenta lo que está pasando:
          “El aire se estaba volviendo afilado, con un desmayado sentimiento de soledad futura. Algo inexplicable pendía del aire”

Esto es maestría, sin más.
Termino con una frase de uno de los hermanos inmutables al otro, que define muy bien el espíritu de la novela:
          
“Te vas a morir un día sin haber tenido suficientes problemas en tu vida. Al menos no de la clase adecuada”

Espero sinceramente que leáis a Haruf, cualquiera de sus novelas. Os volveréis a encontrar con vosotros mismos.

NOTA BENE: Yo he leído la edición de Planeta que está agotada. La nueva edición corre a cargo de Penguin Random House que traduce el título al castellano y es la que os pongo en la foto para que podáis localizarla.

Sybilalibros

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