lunes, 30 de marzo de 2020

BROOKLYN FOLLIES. Paul Auster.


No me da vergüenza confesarlo: le tenía una fobia desmedida al señor Auster.
En parte por ser un autor tan mediático, en parte por ese aura de profeta de la “gauche divine” que dicen los franceses, de autoridad moral en el compromiso social norteamericano.

Pero como para opinar con fundamento hay que probar, dejé a un lado mis recelos y me decanté por esta joyita que me aseguraron amena y de fácil lectura, bastante alejada de sus tótems como Trilogía de Nueva York.

He de decir que me ha sorprendido y encantado su capacidad para construir personajes estrambóticos (muy neoyorkinos), antihéroes y perdedores con más empaque que John Wayne; su habilidad para convertir lo estrafalario en rutinario, lo anecdótico en cotidiano. Y sobre todo, lo que más me ha gustado es su facilidad para la fabulación. Con ello me refiero a la destreza para encadenar una historia con otra, como si se trataran de matrioskas rusas, de forma que cada personaje que aparece en escena aporta tal bagaje que desestabiliza y enreda el hilo argumental, lo cual es fascinante y entretenidísimo para todo lector que ame que le cuenten cuentos (y yo me encuentro entre ellos).

Sólo le encuentro un pero y es el remate de las distintas historias. Lo que iba camino de ser una novela crítica, de escépticos supervivientes que sueñan con el “Hotel Existencia” (¡qué hallazgo literario!) vira hacia un romanticismo políticamente correcto, hacia el positivismo de la tragedia, privándola así del regusto ácido que la hubiera situado en otro nivel.

Aun así, no dejen de sumergirse en la escritura-río de Auster, donde la acción fluye como un torrente, con meandros vivaces de conversaciones que tocan todos los palos, desde la literatura hasta la política, pasando por el desamor, en una estupenda traducción (algo que se agradece y revaloriza la narración).
Auster escribe con entusiasmo compulsivo y ello se contagia al lector, convirtiendo la lectura en un momento de placer.

Absolutamente recomendable. Me uno desde ya al club de admiradores de este autor.

Sybilalibros

domingo, 29 de marzo de 2020

CONFIDENCIAS DE UN APESTADO. Francisco Santos


El ideal de algún filósofo es la vida especulativa, indagadora en lo invisible, sin interferencias del mundo físico ni de los sentidos, herramientas trucadas. La aspiración de algún otro filósofo es no tener ideales, vivir la vida como viene, juntarla con la muerte en la misma nadería.
 Ambos fracasan. La vida es mezcla, prueba y error sin que podamos escapar del laboratorio; somos analistas analizados, nos pongamos la máscara o mascarilla que escojamos. Filosofar es topar contra el mundo. Es elegir.
 En esta historia ejemplar Lucio debe optar entre el Bien y el mal, como todos, pero él es consciente de ello; esa es su rareza, que se interroga. Cree en la libertad y piensa que los actos tienen consecuencias. Este modo de ser es poco común, contra el optimismo de la mayoría.

 ¿Estamos, pues, ante un relato farragoso, de grandes temas, difícil de comprender por las citas a santo Tomás de Aquino o Spinoza? De ningún modo. Gracias al envoltorio de fantasía o ciencia ficción, que ambos géneros roza, es muy ameno y original.

Como nada nace de la nada y no hay lectores vírgenes, cada libro bueno recuerda a otros. En este caso, me llega, para bien, un aroma de Kafka, con algo de Dino Buzzati y tanta literatura sobre la soledad de los trenes.
 Otra virtud de este libro es que me ha descubierto al pintor Malevich, merece la pena informarse de su vida y obra.

 Son 113 páginas, las justas, para disfrutar, pensar y proponerse uno huir del adocenamiento. Leo la edición de Ediciones Oblicuas, noviembre de 2019, semanas antes de la pandemia que va a alterar nuestra percepción para siempre.

Luis Miguel Sotillo Castro

viernes, 27 de marzo de 2020

EL DIA DE LA LECHUZA. Leonardo Sciascia.


Aquel que sea amante de “El Padrino” sabrá que en ningún momento de la película se pronuncia la palabra “Mafia”, tan sólo se habla de negocio y familia.
No es casualidad ni capricho del director, sino algo que tiene mucho que ver con la esencia de esa terrible organización: la Omertà o ley del silencio.

Algo parecido ocurre en esta novela, la primera que habló abiertamente de Mafia y con esa palabra en la Italia del s. XX referida, sin reparos, a una entidad  invisible pero palpable, negada pero existente, dedicada a la delincuencia organizada y que conforma las venas por las que corre la sangre del Sur italiano.

“El día de la lechuza” es la crónica de la investigación de un asesinato cometido en mitad de la plaza de pueblo siciliano, a plena luz del día y en presencia de testigos que resultarán mudos y sordos. Bellodi, íntegro capitán de carabineros, expartisano y del Norte del país, aún sin contaminar por el temor perpetuo y las deudas de honor que afectan a los lugareños,  se da de bruces contra la Omertà a la hora de realizar su trabajo.

Un suceso tan claro en apariencia se convierte en un intrincado laberinto de silencios tan densos como el moscatel de la tierra, con pasillos que conducen a la turbulenta política de posguerra italiana, inmersa en una corrupción brutal de cargos públicos y en una guerra bronca entre comunistas y fascistas. El hilo de Ariadna se mueve entre mínimos gestos que dispensan la vida y la muerte, pero que constituyen un vocabulario casi inescrutable para el franco y directo discurso del capitán, alter ego del autor.
Los personajes son oblicuos y contumaces como el granito siciliano; los sentimientos, escondidos bajo una áspera toquilla negra; los pensamientos, sentencias milenarias y los diálogos con mafiosos, tan memorables como las ruinas Agrigento.

Bajo esta costra calcárea e insidiosa, late el profundo amor de Sciascia por su tierra y su ardiente deseo de que se deshaga del yugo bajo el cual vive sometida. Él, idealista convencido, cree que el comunismo y la tolerancia podrían sacar a la isla de esa sumisión, visto que la brutal represión sufrida bajo el fascismo no sólo no consiguió acabar con la Mafia sino que se recrudeció tras su caída.
Obra de denuncia, valiente, comprometida, inteligentemente escrita, con un estilo ágil que también gusta de pequeñas y jugosas paradas para inquietantes reflexiones. No hallará el lector ni violencia física, ni descripciones sangrientas, ni tremendismo amanerado, pero sí vivirá el mismo estremecimiento e impotencia que el capitán Bellodi ante la desidia de las autoridades.

Creo que, aunque luego se han escrito obras mucho más explícitas, profusamente documentadas y cruentas como la Gomorra de Roberto Saviano y hecho variadas películas y documentales sobre el tema, hay que leer esta novela. En su sencillez y brevedad se alza la primera voz pacífica contra la vergüenza italiana.

Y sí, también hay propina cinéfila: excelente film protagonizado por la bellísima Claudia Cardinale y Franco Nero.

Sybilalibros

jueves, 26 de marzo de 2020

SOY LEYENDA. Richard Matheson


Comienzo con algo discutible, como cualquier cosa que yo diga: Matheson, también guionista de la serie televisiva “The Twilight  Zone”,  es un fenómeno de la literatura, no solamente de la ciencia ficción. Estadounidense de padres noruegos, vivió entre 1926 y 2013. “El hombre menguante”, llevada al cine maravillosamente en 1957, “La casa infernal”, “En algún lugar del tiempo” son novelas extraordinarias. Notables “El último escalón” y varios de sus relatos.

Me costó mucho encontrar “Soy leyenda”, novela de 1954,  alabada por Carlos Pumares en su programa de radio; era la época antes de Internet. Valió la pena, la lectura me maravilló y conmocionó, desde el primer párrafo hasta el último. Terror, vampiros, suspenso, ciencia ficción; leo por ahí que va de eso. Vale, porque trata de una pandemia provocada por una guerra bacteriológica. Es principalmente una novela sobre la soledad del hombre entre extraños. Estar solo es llevadero cuando verdaderamente lo estás, pero, ¿Qué ocurre si no hay nadie como tú, si vives entre hombres con los que no compartes ser de la misma especie, si se trata de sobrevivir ellos o tú, no pudiendo hacerlo ambos?
 La paradoja de que una cosa puede ser su contraria, en la vida, en la ética, bajo ciertas circunstancias. Que la cara oculta de la Luna sea en realidad la brillante, la arena rubia de playa fango. Comer el gusano, tirar la manzana.
  Matar a quien amas porque es otro.
 No tengo a mano mi ejemplar ni recuerdo la editorial; pero es fácil de encontrar, desde que la leí se ha editado varias veces.
 Lean, que yo me lavo las manos.

Luis Miguel Sotillo Castro

miércoles, 18 de marzo de 2020

SECUESTRADO. Robert Louis Stevenson



Novela de 1886 que, para felicidad lectora, tiene una continuación: Catriona. Hace décadas, mucho me costó hallar esa segunda parte; la alegría del hallazgo me recompensó, no digamos su lectura.

 En Secuestrado, llamada en su primera edición española Las aventuras de David Balfour, original Kidnapped, David nos cuenta sus peripecias en primera persona. Víctima de la maldad de su tío Ebenezer, es secuestrado para ser vendido como esclavo, naufraga, sobrevive en una isla desierta para continuar sus aventuras en las Highlands escocesas. Participa en los dramas jacobitas del siglo XVIII, de la mano de Alan Breck Stewart, personaje histórico este, por cierto. Los jacobitas fracasaron con persistencia en su empeño de reponer en el trono isleño  a los Estuardo.

 ¿Por qué Stevenson es adorable, es decir, merecedor de adoración? Para cada lector, porque lo ve como un amigo, para la gente, porque es para todos los públicos, en el mejor de los sentidos. Sus libros son de aventuras, sus finales son generalmente felices; pueden disfrutarse desde la última niñez hasta la veteranía lectora más impenitente.

 Lo excepcional en el escocés es la profundidad bajo la peripecia aventurera. Analiza el alma humana rectamente, sin meandros ni laberintos filosóficos para iniciados. La lucha entre el Bien y el Mal está en toda si obra; de manera más oscura o pesimista en Jekyll y Hyde o The Master of Ballantrae, más luminosa en el resto.

 David Balfour es un personaje inolvidable, por bien construido, porque querríamos ser él. Esa es la clave de nuestra adoración. David se indigna, se asombra ante el mal. Es bueno, pánfilo. Saldrá ileso, casi, de su travesía por la vida gracias al socorro amistoso de Alan Breck Stewart, personaje infatigable, astuto, conocedor de hombres y paisajes. La amistad es otra felicidad en los relatos de Stevenson; cuando veo la camaradería en el cine de Howard Hawks me digo: este leyó a Robert Louis.

 La bondad tiene fama de sosa. Stevenson la hace atractiva. Porque la indignación asombrada de Balfour ante el mal no lo paraliza ni lo vuelve malvado. Aprende. Lucha sin emplear las armas del enemigo, actúa con principios. ¿Triunfa? Lean esta novela. De eso se trata. Serán felices e intentarán ser mejores personas. Es el efecto que causa Tusitala, “el que cuenta historias”, apodo que la gente del Pacífico Sur dio a Stevenson.


Luis Miguel Sotillo Castro

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