A mediados de los setenta, en el colegio, de Emilia Pardo Bazán había que saber que era gallega, entre el XIX y el XX, pertenecía a la corriente literaria del Naturalismo y escribió Los Pazos de Ulloa. No es mucho, pero estaba ahí. Debo decir que sin prestigio, todos queríamos modernidades en los setenta, incluso los profesores, también en los libros; lo del Naturalismo sonaba a aburrido y viejuno, al lado de la sempiterna modernidad de Valle Inclán, Lorca, etc.
Hoy
se lee mucho a doña Emilia y es alabada. Se debe a dos motivos, uno práctico: al no cobrar nadie derechos de autor por su obra, se puede leer gratis en un
Kindle. Por otra parte, se ha convertido en cartel feminista, ocultándose sus
aspectos conservadores y el destino terrible de su hijo (Según la Wikipedia,
fue fusilado durante la guerra civil, no se dice por quién. Supongan). Me
alegro, en cualquier caso. Su talento para la novela y el relato es enorme, también
su penetración para comprender la sociedad.
Una
dueña de su casa, su hijo estudiante, una criadita gallega, los tertulianos,
entre talludos y ancianos, diletantes aburridos, que la doña recibe, son los
personajes principales.
Doña
Aurora, viuda gallega, es reina de su casa con aspiraciones a Emperatriz del
barrio. Su hijo Rogelio, es estudiante en la universidad de San Bernardo, en el
barrio; aprendiz de calavera, niño mimado, con tanta personalidad como un tipo
de ojos vendados en el laberinto de la vida. Esclavitud es una moza gallega que
viene a Madrid a servir; sus antecedentes familiares son vergonzantes, su
capacidad de trabajo, admirable. Todos los personajes compartirán techo y vida,
en ese Madrid de asturianos, gallegos, españoles de todas partes, incluso hijos
capitalinos.
El
título no deja de ser irónico, en cuanto que lo que hace desgraciada a la
galleguita Esclavitud no es la tristeza por la lejanía de su tierra, si no la
cerrazón de la gente, las habladurías, la importancia social de la impostura y
la buena imagen.
Doña
Emilia saja la sociedad con su bisturí pero, con la otra mano, tapa la
hemorragia, a base de humor compasivo, galdosiano. Novela recomendable. Se lee
rápido por el interés del cuento y por
el español claro, certero, de la autora, como siempre en ella.
Luis
Miguel Sotillo Castro.