Barcelonés
de 77 años es un escritor que se quita importancia. No da lecciones sobre todo
ni se cree un sabio. Es afable en las entrevistas dando la impresión de que se
puede charlar con él, no frente a él ni a sus pies.
Autor
de novelas serias y humorísticas, con lo que demuestra estar por encima de los
géneros, los maneja según su gusto y necesidad expresiva. No estoy de acuerdo
con clasificar las serias como mayores y las divertidas como obras menores.
Actores como José Luis López Vázquez, Alfredo Landa o Andrés Pajares dicen que
es más difícil hacer reír que interpretar un personaje tremendo. Creo que pasa
igual en la literatura. Una novela dramática está al alcance de muchos autores,
muy pocos pueden hacernos sonreír y
carcajear como Mendoza. Cuando la risa se calma, se retrae como una ola, queda
el pensamiento provocado por ella en la playa brillante. La comedia bien
escrita tiene mar de fondo.
El humor está emparentado con la poesía.
Comparten una visión del mundo a la vez
distanciada e imbricada en él, de manera que la variedad de perspectivas faculta al poeta y al humorista para
enseñarnos lo que no solemos ver. Lo que distingue al humorista del poeta
ilusionado y lo lleva por caminos tan distintos es la incredulidad, compasiva
al cabo, pese a la ferocidad aparente.
Mendoza ha escrito cinco novelas con un loco
sin nombre como protagonista; nos
recuerda al agente de la Continental, de Dashiell Hammett, también innominado.
Porque estas novelas son parodias del género detectivesco. Tenemos la ciudad,
Barcelona, con sus barrios altos y bajos, policías venales, buscavidas,
criminales ricos y pobres, gente triunfadora y tipos patéticos. Tontos y
listos. Las novelas son:
El
misterio de la cripta embrujada, de 1978.
El
laberinto de las aceitunas, 1982.
La
aventura del tocador de señoras, 2001.
El
enredo de la bolsa y la vida, 2012.
El
secreto de la modelo extraviada, 2015.
El
protagonista sale y entra del manicomio, lugar de orden. Estas salidas nos
recuerdan a las de don Quijote, el hambre que pasan los personajes pobres a
Sancho Panza. En otras ocasiones nos acordamos de Mortadelo y Filemón; en la
imaginación humorística no respetamos jerarquías. Baja a las calles de
Barcelona y se encuentra con la locura
cotidiana de la sociedad. Es una humorada que la ciudad sea más lugar de locos
que el manicomio; que
nuestro amigo orate, detective a la fuerza, use la razón como arma para
desenvolverse es otra. Gracias al talento de Mendoza recorremos la Barcelona
más dura, entre personajes dolientes, sonriendo y riendo en voz alta incluso.
Algunas personas han disfrutado más unas
novelas que otras de esta serie. Recomiendo leerlas todas, pues todas me han
gustado; por orden, claro, no nos volvamos locos.
Comentario
de Luis Miguel Sotillo Castro.