lunes, 5 de octubre de 2020

EL SECRETO DE LA MODELO EXTRAVIADA. Eduardo Mendoza

 

Barcelonés de 77 años es un escritor que se quita importancia. No da lecciones sobre todo ni se cree un sabio. Es afable en las entrevistas dando la impresión de que se puede charlar con él, no frente a él ni a sus pies.

Autor de novelas serias y humorísticas, con lo que demuestra estar por encima de los géneros, los maneja según su gusto y necesidad expresiva. No estoy de acuerdo con clasificar las serias como mayores y las divertidas como obras menores. Actores como José Luis López Vázquez, Alfredo Landa o Andrés Pajares dicen que es más difícil hacer reír que interpretar un personaje tremendo. Creo que pasa igual en la literatura. Una novela dramática está al alcance de muchos autores, muy pocos pueden hacernos sonreír  y carcajear como Mendoza. Cuando la risa se calma, se retrae como una ola, queda el pensamiento provocado por ella en la playa brillante. La comedia bien escrita tiene mar de fondo.

  El humor está emparentado con la poesía. Comparten una visión del mundo  a la vez distanciada e imbricada en él, de manera que la variedad de perspectivas  faculta al poeta y al humorista para enseñarnos lo que no solemos ver. Lo que distingue al humorista del poeta ilusionado y lo lleva por caminos tan distintos es la incredulidad, compasiva al cabo, pese a la ferocidad aparente.

  Mendoza ha escrito cinco novelas con un loco sin nombre como protagonista;  nos recuerda al agente de la Continental, de Dashiell Hammett, también innominado. Porque estas novelas son parodias del género detectivesco. Tenemos la ciudad, Barcelona, con sus barrios altos y bajos, policías venales, buscavidas, criminales ricos y pobres, gente triunfadora y tipos patéticos. Tontos y listos. Las novelas son:

 

El misterio de la cripta embrujada, de 1978.

El laberinto de las aceitunas, 1982.

La aventura del tocador de señoras, 2001.

El enredo de la bolsa y la vida, 2012.

El secreto de la modelo extraviada, 2015.

 El protagonista sale y entra del manicomio, lugar de orden. Estas salidas nos recuerdan a las de don Quijote, el hambre que pasan los personajes pobres a Sancho Panza. En otras ocasiones nos acordamos de Mortadelo y Filemón; en la imaginación humorística no respetamos jerarquías. Baja a las calles de Barcelona y  se encuentra con la locura cotidiana de la sociedad. Es una humorada que la ciudad sea más lugar de locos que el manicomio; que nuestro amigo orate, detective a la fuerza, use la razón como arma para desenvolverse es otra. Gracias al talento de Mendoza recorremos la Barcelona más dura, entre personajes dolientes, sonriendo y riendo en voz alta incluso.

 Algunas personas han disfrutado más unas novelas que otras de esta serie. Recomiendo leerlas todas, pues todas me han gustado; por orden, claro, no nos volvamos locos.

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

 

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