Es la segunda vez
que comento a Stegner y vuelve a abrirse el abismo a mis pies, porque reseñar a
Stegner es reseñar la vida, y eso es inabarcable. Pero lo voy a intentar, como
ya hice con la fantástica Angulo de reposo.
Wallace Stegner
es un peso pesado de la literatura norteamericana del s. XX, aunque poco
conocido en España hasta que Asteroide nos lo ha puesto en primera fila.
Profesor de
Literatura en varias universidades, incluida la de Madison, Wisconsin, donde
ejercen los protagonistas de esta novela; maestro de escritores en la escuela
de escritura creativa que fundó en la Universidad de Stanford, entre ellos nada
menos que Raymond Carver o Ken Kesey; es, por encima de todo escritor. Un
escritor que puso en valor el Oeste, su hogar, como referente literario frente
al dominio tradicional del Este y de los primeros en poner su pluma al servicio
de la defensa del Medio Ambiente.
¿Por qué hago
esta introducción? Porque “En lugar seguro” fue la última novela que escribió
Stegner y tiene mucho de autobiografía escondida, de reflexión sobre su carrera
y la Literatura. Es casi un testamento donde se recogen todas sus pulsiones
como escritor comprometido con el oficio y la Naturaleza, un máster de
escritura infiltrado entre los personajes, una última llamada al espíritu
pionero que no se rinde.
También es un
gran canto a la Amistad, que encarnan los dos matrimonios protagonistas: Larry
y Sally Morgan, Sid y Charity Lang, tan diferentes en nivel económico,
educación y procedencia, que, quizás por ello, sufren un auténtico flechazo mancomunado
desde su primer encuentro en la universidad de Madison, Medio Oeste, metáfora
de “Punto X” norteamericano donde todo es posible.
La novela está
narrada en forma de “flashback” y arranca cuando los cuatro protagonistas, ya
mayores y curtidos en las batallas de la vida, se reúnen en la gran casa
veraniega de los Lang en el Este para dar el último adiós a uno de ellos.
Larry, alter ego de Stegner, rememora entonces cómo empezó todo, allá por los
años de la Depresión, cuando Sid y él no eran más que unos bisoños profesores de
Literatura de incierto porvenir y todo el talento por demostrar, mientras sus
esposas se lanzaban a la par a la aventura de la maternidad.
Los primeros
reconocimientos profesionales, los hijos, la enfermedad traicionera, los
fracasos, la pobreza, la riqueza, la aventura alocada, los bosques de Vermont, los
concienzudos planes de Charity, el verano, Florencia, los sueños que se
quedaron en el camino, cansados de que los persiguieran, los libros leídos a
una sola voz por un coro ebrio de juventud o Beethoven en un sorbo silencioso
de brandy tras la celebración de la Amistad. Estas piedrecitas en el sendero que
nos va dejando Larry/Stegner, tan humanas que reclamamos como nuestras mientras
leemos, nos conducen al paraíso construido por Charity en Vermont, “el lugar
seguro” que al final no lo fue porque la Vida hizo trampas.
Novela
absolutamente de personajes, la sustentan la personalidad débil y aventurera de
Sid, la crítica y emprendedora de Larry y la comprensiva e inteligente de
Sally. Todas encajan a la perfección en el idílico puzzle ideado por la vital,
generosa y compulsivamente controladora Charity y, sorprendentemente, seguirán
haciéndolo hasta el final, a pesar de las salidas de guion, las desavenencias,
o las ausencias, pues lo que el autor quiere demostrar es que no hay amor más
verdadero y constante que la amistad.
Nos da esta
lección sin sensiblerías, sin adornos estéticos más que los que aportan los
altos arces o el viento sobre el lago, en un estilo sencillo y honesto cuya
fuerza reside en la palabra y en el carácter de los personajes.
Hay que leer a
Stegner, respirar a Stegner, escuchar a Stegner. Recomendable con triple signo
de admiración.
ADENDA: Elogio a
Asteroide por dar a conocer este autor al público español, y a la par, tirón de
orejas para el traductor por no haber tenido la profesionalidad de ofrecer
notas a pie de página de las muchas referencias literarias que aparecen en la
novela, interesantísimas, para aclarar autor y obra.