Libro humorístico. El humor es un invento
genial, da libertad al autor y sonrisas al lector. Se basa en la sorpresa, en
el retorcimiento de la lógica que, lógicamente, desemboca en lo absurdo.
Escrito antitaurino que, si bien habla de la crueldad de la fiesta, la rechaza
por rígida y tediosa. Propone la alternativa de que se lidien gatos en lugar de
toros. ¿Cómo no se le ocurrió a nadie antes?
Es
curioso leer cómo, en 1946, escribe goal y no gol; pone “bar” entre comillas,
como palabra importada de uso muy reciente para hablar de los bares.
Yo,
sin que nadie me pregunte y sin que a nadie le interese, declaro que el toreo
es una de las Bellas Artes.
Recuerdo los buenos ratos pasados con don
Wenceslao, leyendo sus “El bosque animado”, “Volvoreta”, “Las gafas del diablo”
y “El hombre que compró un automóvil”.
El continente:
Compré este ejemplar en la feria madrileña de
Recoletos. Es de 1946, me costó 35 euros de 2018. Huele a papel y polvo, a edad
de las cosas. Editado por M. Aguilar. “Reservados todos los derechos. Queda
hecho el depósito que marca la ley.” Ya, en cuanto a advertencias. De aquella
los libros no contaban sus derechos, matrículas, buena conciencia ecológica
etc. tan detalladamente como ahora… no trae ni la fecha de edición. Sí pone que
se ilustra con diez “gouaches” de Herreros en offset a cinco tintas, más 26 viñetas a dos tintas. Cada capítulo,
titulado en color verde, comienza con una capitular con fondo taurino. Precioso
de mirar. Cada número de página, abajo, en el centro, está amparado por dos
hojitas verdes, a derecha e izquierda.
El
pobre libro tiene muchas manchitas, entre naranjas y marrones claras, delatando
alguna enfermedad, sin afearlo. Aunque hacen pensar en la debilidad ante el
tiempo, imagino que son constelaciones con estrellas jóvenes como mandarinas en
algunas páginas; en otras, creo que son claves para descubrir secretos. No lo
sabré, porque no pienso rayarlo uniendo con líneas los puntos lunares y alamares.