martes, 6 de noviembre de 2018

EL TORO EL TORERO Y EL GATO. Wenceslao Fernández Flórez

El contenido:
Libro humorístico. El humor es un invento genial, da libertad al autor y sonrisas al lector. Se basa en la sorpresa, en el retorcimiento de la lógica que, lógicamente, desemboca en lo absurdo. Escrito antitaurino que, si bien habla de la crueldad de la fiesta, la rechaza por rígida y tediosa. Propone la alternativa de que se lidien gatos en lugar de toros. ¿Cómo no se le ocurrió a nadie antes?
 Es curioso leer cómo, en 1946, escribe goal y no gol; pone “bar” entre comillas, como palabra importada de uso muy reciente para hablar de los bares.
 Yo, sin que nadie me pregunte y sin que a nadie le interese, declaro que el toreo es una de las Bellas Artes.
 Recuerdo los buenos ratos pasados con don Wenceslao, leyendo sus “El bosque animado”, “Volvoreta”, “Las gafas del diablo” y “El hombre que compró un automóvil”.
El continente:
 Compré este ejemplar en la feria madrileña de Recoletos. Es de 1946, me costó 35 euros de 2018. Huele a papel y polvo, a edad de las cosas. Editado por M. Aguilar. “Reservados todos los derechos. Queda hecho el depósito que marca la ley.” Ya, en cuanto a advertencias. De aquella los libros no contaban sus derechos, matrículas, buena conciencia ecológica etc. tan detalladamente como ahora… no trae ni la fecha de edición. Sí pone que se ilustra con diez “gouaches” de Herreros en offset  a cinco tintas,  más 26 viñetas a dos tintas. Cada capítulo, titulado en color verde, comienza con una capitular con fondo taurino. Precioso de mirar. Cada número de página, abajo, en el centro, está amparado por dos hojitas verdes,  a derecha e izquierda.
 El pobre libro tiene muchas manchitas, entre naranjas y marrones claras, delatando alguna enfermedad, sin afearlo. Aunque hacen pensar en la debilidad ante el tiempo, imagino que son constelaciones con estrellas jóvenes como mandarinas en algunas páginas; en otras, creo que son claves para descubrir secretos. No lo sabré, porque no pienso rayarlo uniendo con líneas los puntos lunares y alamares.

Luis Miguel Sotillo

viernes, 2 de noviembre de 2018

CONFESIONES DE UN ACTOR. Laurence Olivier


Leer biografías tiene algo de cotilleo, de ventana indiscreta. Nos damos el derecho de hurgar en la vida de la persona investigada, sin pensar en su opinión al respecto. Sin embargo, cuando el autor de la biografía es el propio sujeto radiografiado, el escrúpulo da paso al asombro.

¿Por qué se desnuda un hombre ante gente que no conoce?
Olivier lo hace. Cuenta su vida personal, íntima, detallando, venciendo el  pudor.  También su salud, sus ideas. Tres matrimonios, el segundo con Vivien Leigh, gozoso y desgraciado, puro amor. Nace en 1907, hijo de un clérigo tacaño. ¿Se rebela contra su padre para dedicarse al espectáculo? No. La primera sorpresa del libro nos demuestra, una vez más, que la vida es compleja;  Laurence se hace actor por mandato de su padre, tan conservador y riguroso.
Recuerdo las memorias de Alec Guiness. Apenas habla de cine, una fuente de ingresos para él y poco más. Su vida era el teatro. La de Olivier también, pero este sí nos cuenta cosas de sus películas, desde Cumbres borrascosas hasta Marathon man; de sus apariciones televisivas, Retorno a Brideshead y otras. Esto, más sus comentarios sobre las estrellas de Hollywood, dan amenidad al libro.

El teatro. Siempre me ha parecido la profesión de actor dificilísima, imposible si no viera sobre las tablas a estos fenómenos. Olivier detalla sus éxitos, su gusto por las novedades y los autores nuevos; aunque Chejov  y, sobre todo, Shakespeare, están en su alma y su trabajo, una vez y otra. Los entresijos de la profesión, también como empresario y director, ocupan muchas páginas interesantes. Lo más sorprendente, y avala mi idea de la dificultad del oficio, es su confesión sobre el padecimiento de pánico escénico, lo sufrió durante cinco años ¡cuando tenía más de cincuenta!

 Caballero, Lord, reverencia las instituciones británicas, Churchill como ideal político.
 No se cansa de alabar y agradecer la amistad. Con lo que podemos decir que su vida es: su profesión, sus amores, sus amigos. Lo cuenta admirablemente, lo leemos siempre interesados.

 El original es de 1982, leo una edición de Planeta de 1983. 270 páginas ilustradas con dos bloques de fotos, trae también cronología y la obra del hombre.

Luis Miguel Sotillo

miércoles, 31 de octubre de 2018

HISTORIA DE LOS MOZÁRABES EN ESPAÑA F. J. Simonet


Los historiadores se dividen en tres clases. El imparcial, el parcial, el que finge ser imparcial. Este último es el peor, porque no es honrado. Simonet pertenece al grupo de los parciales. Cree en la unidad religiosa, católica, de España, en la Providencia. No es autor que se ponga por encima de los bandos al escribir, equidistante. ¿Por qué merece la pena entonces? Porque es un sabio, a la manera de Menéndez Pelayo, al que cita varias veces, y no engaña. Intenta ser fiel a la verdad, apoyándose en muchos documentos. Nos ofrece nada menos que 2463 notas, aclarando y detallando asuntos controvertidos, usando una vasta bibliografía. No es escritor de ocurrencias que se adapten a sus ideas.
Los cristianos que vivieron bajo dominio musulmán, mozárabes, padecieron durante la ocupación. Eso de la convivencia pacífica de las tres culturas es falso. En el mejor de los casos, en las fases sin violencia descarada, los cristianos vivían en un régimen equiparable al apartheid sudafricano o la segregación racial estadounidense. En el peor, que se dio con cierta frecuencia, fueron desposeídos o matados.
El autor sostiene que, pese a arabizarse poco a poco, los mozárabes no olvidaron el latín en la lengua escrita. Sin duda terminaron por hablar árabe, por usar nombres en la lengua de los conquistadores. Es fascinante ver listas de obispos, por ejemplo, con nombres latinos, godos, árabes. Otro asunto apasionante es el de los muladíes, hispanos conversos al islam. O el de si debe uno amoldarse o rebelarse cuando es invadido, que de todo hubo.
Libro riguroso, en definitiva, dentro de su parcialidad. 685 páginas de las que 135 son de notas. Bien editado por Almuzara libros, en febrero de 2018. El autor, malagueño, vio su trabajo premiado en 1867.
Este comentario lo ha perpetrado Luis Miguel Sotillo Castro, segundo de a bordo.

lunes, 29 de octubre de 2018

EL RECTOR DE JUSTIN. Louis Auchincloss


Las novelas de internados constituyen  un género literario por sí mismas, con un claro perfume británico. Se podría hablar incluso de un fenómeno casi exclusivamente anglosajón, ya que, aunque estas instituciones tienen su origen y forma canónica en el Reino Unido, son fielmente reproducidas  por esa aristocracia colonial de Nueva Inglaterra que, si bien se siente orgullosa de ser la artífice de la Independencia, no duda en importar un modelo de educación elitista cuando se ve en la necesidad de formar a sus vástagos para componer los cuadros dirigentes del país. El visado de entrada para los colegios: la pertenencia a una dinastía capitalista o un don para el deporte. El objetivo, un pasaporte directo a universidades de prestigio como Oxford o Harvard sin pasar por la casilla de salida.

La virtud de Auchincloss reside en su enfoque, alejado del género. En lugar de narrarnos historias de sana camaradería entre alumnos como las de Enid Blyton o el revulsivo que supone la llegada de un enrollado profesor a una anquilosada institución como El Club de los poetas muertos, opta por las impresiones de un nuevo y apocado profesor que, necesitado del bálsamo terapéutico de la escritura y deslumbrado por la omnipresente figura del Rector decide escribir su biografía, ayudado por diferentes entrevistas con las personas que más influyeron en su vida. Estas no sólo conforman la estructura de la novela sino que ofrecen excelentes retratos psicológicos, imprescindibles piezas del puzzle que descubrirá el verdadero rostro del Rector, aparente encarnación del sueño americano al que no le faltan pesadillas.
De fondo, la trepidante historia de los Estados Unidos durante la 1ª mitad del S.XX zarandeando a los personajes: su encuentro con Europa en la 1º Guerra Mundial, los locos años 20, la brutal crisis del 29, para terminar con la subversión de todos los valores que supuso la 2ª Guerra Mundial.
La recomiendo no sólo por el afilado, inteligente y crítico retrato de la clase dirigente norteamericana (no en vano Louis Auchincloss pertenecía a ella y se formó en esas instituciones), sino por la distinguida prosa del autor y su refinada cultura, muestras de verdadero cosmopolitismo y no el de imitación couché: tomaremos el té con Henry James en París, caminaremos en zapatillas por casa de Edith Wharton, pintaremos con Matisse.
Un único pero: la excesiva focalización en la figura del Rector hace que algunas situaciones y conversaciones sean redundantes, haciendo pesada la lectura a intervalos.
Finalmente, volver a destacar la cuidada edición y traducción de Asteroide, algo muy de agradecer para no desgraciar una buena novela.

 Sybila















viernes, 26 de octubre de 2018

LOS CARTAGINESES. Werner Huss

Uno de mis primeros recuerdos como lector, muy niño: Almílcar Barca hace a su hijo Aníbal, un muchacho, jurar odio eterno a los romanos. Una de las primeras ilustraciones que recuerdo: Un elefante envuelve con su trompa y eleva a un legionario romano, como si fuera un madelman en la mano de un niño travieso. Soy pro latino, sin duda, pero siento por los cartagineses la fascinación que inspiran los derrotados misteriosos.
Cartago, fundada tal vez en el 812 a. C, más antigua que Roma, destruida por esta en el 146 a. C. Los púnicos, antes comerciantes que guerreros, no tuvieron reyes ni tiranos; honraron y suplicaron a sus dioses con sacrificios humanos.
¿Por qué Aníbal no arrasó Roma, desperdiciando dos oportunidades claras? ¿Por qué Roma odió sañudamente a Cartago, hasta destruir incluso sus cimientos, sembrándola de sal?
Una de las desgracias de la historiografía es que no conservamos ni un sólo libro escrito por cartagineses. Todas las fuentes literarias sobre ellos son de sus enemigos, griegos y romanos, con la parcialidad imaginable. Tenemos la arqueología, insuficiente, para acercarnos a esta civilización.
Este libro lucha contra estas dificultades. Nos ofrece primero una historia en el tiempo, desde los antecedentes fenicios hasta el fin de la ciudad. A continuación dedica capítulos a la cultura, economía, administración, religión y milicia púnicas. He tenido alguna dificultad de comprensión del texto de cuando en cuando. No sé si debido al original alemán, a la traducción, o a mi capacidad limitada. Leo la edición de Gredos de 1993; la original alemana es de 1990.

Por supuesto, seguimos sin saber qué hubiese sucedido, cómo sería el mundo hoy, si el gran Aníbal hubiese talado Roma. ¿Restos de un templo a los dioses Baal u Tanit en el Vaticano, esa colina?
Luis Sotillo Castro

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