Y aunque haya
visto casi todas las películas basadas en sus obras (algunas estupendas, otras
inefables) he llegado a una etapa en la que me apetece mucho más leerlas.
Así, con veneración pero también con curiosidad, me
adentro en La Tempestad, catalogada como la más singular de sus piezas teatrales,
para, una vez gozada, declararme de nuevo fan irredenta de los versos del bardo
inglés.
La Tempestad se desarrolla en una isla desierta habitada
por náufragos de personalidad singular, espíritus y monstruos enredadores,
donde la magia, lo onírico y la belleza virginal son los ingredientes de una
aterradora venganza.
Varias cosas me han llamado la atención: una, la crueldad
inusitada del plan de Próspero; la segunda, el humor insolente e incluso procaz
de los personajes cómicos que contrarrestan la tensión dramática. Son diálogos
repletos de doble sentido difícil de pillar si no se lee una edición anotada.
Sin duda permitían al autor conectar fácilmente con el público y deslizar
también críticas que de otra manera no hubieran pasado la censura. Y, por
último, la metáfora sobre la población del Nuevo Mundo que da sentido a la obra
y le confiere un aspecto de absoluta Modernidad.
Me gustaría con esta reseña animaros a leer teatro. Sé
que es infinitamente mejor verlo representado (ese es su objetivo), pero leerlo
te permite saborear un texto que ofrece genialidades como ésta, que seguro que
os suena:
“Estamos hechos de la misma materia de los sueños, y
nuestra pequeña vida cierra su círculo con un sueño”
Otra curiosidad:
“¡Oh mundo nuevo y espléndido, qué bellas son tus
gentes!” En inglés es “O brave new world…”
Quizás les suene a aquellos que han leído la archiconocida “Un mundo
feliz” de Aldous Huxley, pues es su título original (reclamaciones, al
traductor).
Y ahora permitidme una “frikada”. Trínculo halla a la
criatura monstruosa de la isla, Calibán, y así dice:
“¿Es esto hombre o pescado?
¿Estará vivo o muerto? ¡Pescado es!
O por lo menos a pescado huele. Olor
Muy proverbial es éste del pescado,
Olor como el de un merluzo no muy fresco…”
Si esto no es Gollum, “é ben trovato”.
Pondría la mano en el fuego a que Tolkien se inspiró en
la naturaleza servil y resbalosa de Calibán para dibujar a Gollum.
Piérdanle el miedo a leer teatro y déjense arrastrar por
ese gran conocedor de la condición humana que es Shakespeare. No sólo
deleitarán su oído, sino que se sorprenderán a sí mismos identificándose con
personajes y pensamientos. ¡Es tan universal y a la vez tan contemporáneo!
NOTA BENE: Recomiendo leer a Shakespeare en ediciones bilingües,
se disfruta mucho más. Yo he leído la edición de Cátedra, con traducción del Instituto
Shakesperiano. Casi tanto o más que la propia obra me han gustado la jugosa
introducción y los interesantes apéndices.
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