miércoles, 26 de junio de 2019

INSTRUCCIONES PARA UNA OLA DE CALOR. MAGGIE O’FARRELL


Hacía tiempo que andaba detrás de este libro pero no estaba en el fondo de la biblioteca. Casualmente, entre las variadas ofertas de Amazon de libros en lengua extranjera, lo hallé junto con otras bicocas. Soy muy kamikaze cuando se trata de leer en otro idioma. No me planteo su dificultad sino que me apura la curiosidad de cómo sonará en su lengua original. Y he de decir que me he pasado de atrevida, porque la narración de O´Farrell no es compleja en sí, pero las descripciones de las emociones, enlazadas con las de los recuerdos que sobrevienen a trazos, o con el paisaje doméstico, me han obligado a releer más de una vez un párrafo hasta aprehender todos los matices. Esto, más que echarme para atrás me afianza en la buena opinión que tengo sobre esta autora, sobre todo a la hora de crear personalidades más que personajes.

Aun tratando el tema recurrente sobre el que gira la producción de O´Farrell, las siempre conflictivas pero jugosas relaciones familiares, es una novela más compleja que La desaparición de Esme Lennox, en cuanto al abordaje de caracteres y su desarrollo. De hecho, la trama no es más que una excusa para sacar los trapos sucios de una familia fuera de lugar en muchos aspectos: irlandesa, católica e inmigrante en Inglaterra, a la que la segunda generación le ha salido más inglesa de lo que a la agitada, parlanchina, agotadora Gretta, a la sazón madre y cabeza visible de esta reunión familiar, le hubiera gustado.

Londres, verano del 1976, plena ola de calor, Robert Riordan, jubilado padre de familia, taciturno y más rutinario que un atasco en hora punta, sale de su casa una mañana para no volver más. No hay señales violentas ni notas explicativas ni amigos que den noticia de él. Gretta recurre a sus desperdigados y mal avenidos hijos para encontrarlo: el mayor, Michael Francis, un amargado profesor de instituto cuyo matrimonio hace aguas; Monica, la guapa y abnegada mártir de la familia, favorita de sus padres, a pesar de haber cometido el terrible pecado del divorcio; y la pequeña y extravagante Aoife, que escapó a N.Y para no sufrir más la incomprensión del clan. El reencuentro y la obligación de colaboración mutua son dignos de Tennessee Williams: los rencores producen tal energía que podrían iluminar el árbol del Rockefeller Center por sí solos.

Hipocresía sostenida por la educación en el silencio, secretos de familia, personajes disconformes que se rebelan a su manera contra los valores tradicionales que la omnipresente madre pretende a toda costa mantener, aun cuando hace tiempo que se han derrumbado los cimientos sobre los que se habían construido. En definitiva, una olla a presión muy bien narrada gracias a la enérgica e infatigable prosa de la autora.

Un solo pero: el final. Creo que no está a la altura de las expectativas creadas. Pecata minuta para una novela de indudable calidad narrativa.
Recomendación encarecida para buenos lectores.

Sybilalibros@YoLibro

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