martes, 26 de febrero de 2019

LA SEÑORA FLETCHER. Tom Perrotta

Una novela petarda. No se me ocurre mejor resumen. Ni siquiera decepción porque tampoco iba con muchas expectativas salvo la de pasar un buen rato, que tampoco ha sido así.
Aún me estoy preguntando por el éxito alcanzado entre los lectores. O yo me hago vieja y ya estoy saturada de madres norteamericanas de mediana edad frustradas que un día deciden vivir todo lo que no han vivido antes, o es verdad que la generación millenial se "resetea" a diario y sólo deja en el disco duro el vegetarianismo, Juego de tronos y la cuestión de género.
Enésimo acercamiento al drama de la súper madre norteamericana, divorciada y amargada, con hijo adolescente tan maleducado y consentido como sólo ellas saben hacerlo, que sufre el síndrome del nido vacío tras ese viaje iniciático que es el primer año universitario del zangolotino en cuestión. Para superarlo y recuperar el tiempo perdido, se apunta a un revelador curso de "Género y sociedad" en una de esas universidades públicas locales que tienen más de escuela de rezagados que de centro  de saber, impartido por una profesora transexual con inmensa historia detrás, como no podía ser menos. Al mismo tiempo, para llenar sus noches solitarias, se lanza a un desenfrenado consumo de porno por internet, lo que la conduce a situaciones comprometidas en la vida real.
Narrada por varias voces que representan el entorno de la madre al desquite, La señora Fletcher pretende ser otra sátira más de la actual sociedad norteamericana dominada por la soledad y la incomunicación, en la que las relaciones personales se han sustituido por las virtuales y el sexo es el motor que las empuja.
Sin embargo, a mi entender, le falta ironía, que sustituye por un sarcasmo tosco, originalidad en la trama y profundidad de los personajes, demasiado arquetípicos. Y por otro lado, le sobra lenguaje soez, al que recurre con preocupante asiduidad para darle un tono coloquial y actual.
Creo que le viene grande el título de novela. Más ajustado sería el de guión fílmico medio novelado, pues tiene todas las papeletas de convertirse en comedia de situación rompetaquillas. No en vano el autor es guionista de cine y televisión, lo que perjudica notablemente el relato, salvo por los ágiles diálogos.
Para mí, su lectura ha sido una pérdida de tiempo, no me ha aportado nada, ni siquiera diversión. Un claro "allá ustedes" en el nivel de recomendación.
Sibylalibros@ YoLibro

PREFERIRÍA SER AMADA. Emily Dickinson

Selección de cartas y poemas de la poetisa de Massachusetts que vivió entre 1830 y 1886.
 Leyendo las cartas se diría que es mujer sociable, de formación religiosa, aunque no le gusta acudir a la iglesia a escuchar sermones; cordial, cariñosa. Corresponsal original, brillante, amable y amante. Escribe en una carta a su preceptor: “El marinero no puede ver el norte- pero sabe que la aguja sí.” En otra: “Los icebergs ponen el mar en cursiva.”
Lo cierto es que rehuyó el trato personal, llegando a la extravagancia y a la mala educación. ¿Quién está en la cabeza de nadie? Intentamos entrar en la suya, leer es cotillear, poemas mediante.
 No se deja conocer del todo esta mujer en once poemas, claro. Vemos su preocupación religiosa, por el alma, la inmortalidad; no con pseudo filosofías ni  misticismos presuntos, usa elementos humildes. La infancia, las flores, los pajarillos; utilizados sin cursilería, pedantería o falsa dulzura. Dice:
 Winds of summer fields
 Recollect  the way-
 Instinct  picking up the key
 Dropped by memory

 En Dickinson la profundidad es la verdad o su búsqueda, no oscuridad o presunción.
 Preciosa esta edición de Nórdica, de septiembre de 2018. Letras negras, números verdes, sobre claro papel blanco. Bellamente ilustrada por Elia Mervi. Selección y prólogo, breve y adecuado, de Juan Marqués. Traducción del poeta Abraham Grajera, sin que falten los poemas en su lengua inglesa original. Estos en lindas letras verdes, como hierbas contempladas por Emily una mañana soleada.
 Libro hermoso que da ganas de leer más a esta mujer misteriosa, fría y cálida, devota e irreverente, amante y solitaria.
 Comentario de Luis Miguel Sotillo castro.

RECUERDOS DE UN ANCIANO. Antonio Alcalá Galiano

Antonio Alcalá Galiano (1789-1865), conde de Casa Valencia, era hijo del célebre almirante Dionisio Alcalá Galiano, muerto en la batalla de Trafalgar; sobrino de don Juan María de Villavicencio, capitán general de la Armada, regente del reino durante la estancia de Fernando VII en Bayona. Don Antonio fue tío del escritor Juan Valera. Excelente orador, fue diputado liberal en diez legislaturas, ministro de Marina en 1836 y de Fomento en 1865. Destacado ensayista y crítico literario, su prólogo a "El moro expósito" del Duque de Rivas está considerado el manifiesto del Romanticismo español.

RECUERDOS DE UN ANCIANO
Antonio Alcalá Galiano

Como de costumbre, el carruaje abandona el camino y ataja por la playa, aprovechando la marea baja. El muchacho, hombre, de dieciséis años mira por la ventanilla. Ve maderos rotos, cuerdas saladas, cadáveres empapados, como embolsados en lágrimas amargas, los galones de los uniformes sin brillo, como algas muertas. Los traen las olas de Trafalgar, es octubre de 1805. El joven viajero, autor de este recuerdo, de este libro, es Antonio Alcalá Galiano, gaditano de 1789, muere en 1865. Aún no sabe que uno de los muertos es su padre don Dionisio, ilustre marino, militar y científico que perece en el navío Bahama.
 Estos recuerdos comienzan con una evocación amorosa de Cádiz a principios del XIX, se alargan hasta 1834, año del retorno de los exiliados tras la muerte del rey felón. Hablan, por lo tanto, de Trafalgar, las postrimerías vergonzosas de Carlos IV, la guerra contra el francés, el sitio de Cádiz, sostén de la patria, madre de la constitución, el repulsivo reinado de Fernando, el trienio liberal, la década ominosa.
 Leemos sobre los entresijos de la política, antes, durante y después de la guerra. Madrid bajo José Bonaparte y Fernando VII, el pueblo llano rebelde y manipulable, trágicamente esperanzado contra toda razón. La masonería en las elites, entre ridícula e influyente. Cádiz constituyente, la ilusión liberal; esa constitución que proclama la soberanía del pueblo español. Sevilla, luminosa ciudad en la que en cortes, el propio autor de este libro compone y lee el discurso para deponer a Fernando VII. El dolor del exilio, en Francia e Inglaterra.
 Achaca el fracaso del trienio liberal, 1820 a 1823, a las sociedades secretas y la división entre liberales, pues facilitaron la traición del rey. Reconoce que la mayoría del pueblo, poco ilustrado, estaba con el monarca.
Leemos sobre las personas. Riego no le gusta por impulsivo, vanidoso; por ir a su aire dentro de la causa común del liberalismo. Tiene dudas sobre Mina, por su ambigüedad, su oscura manera de expresarse; don Antonio vacila en considerar al militar irresoluto o prudente. Admira sin reservas a Quintana, Argüelles e Istúriz. Para mi asombro, estima a María Cristina regente, la viuda del monstruo. Mendizábal le parece hombre vulgar en circunstancias corrientes, excepcional y lleno de recursos en las extraordinarias. No carga las tintas sobre Fernando VII, monarca al que incapacitó; supongo que por elegancia y por dar por sabidas su maldad y fealdad moral. Todos los retratos que hace de sus coetáneos están meditados y son compasivos, en la medida de lo posible. Galiano es crítico consigo mismo. En su vejez de liberal conservador cree que cometió errores en su época de exaltado.
Todo esto, excelentemente escrito (Hablamos de una época en la que había que saber hablar y escribir bien para hacer carrera, no como hoy.) en 429 páginas apasionantes, por un hombre desdichado en la vida personal, importante en la de España. Los capítulos de este libro se publicaron sueltos en prensa periódica, viviendo el autor. Los recopiló su hijo para darlos a la imprenta como libro en 1878. Leo la edición de Desván de Hanta, 2017; 18 euros en La Central, Madrid.
 Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

miércoles, 6 de febrero de 2019

EL VESTIDO AZUL. Michèle Desbordes.

Sensación de la pasada temporada librera gracias a la poética, delicada y sensible escritura de su autora para narrar una de las vidas más desgraciadas del mundo artístico: la de la escultora Camille Claudel, amante de Rodin, ingresada por su familia en un psiquiátrico por sus repetidos brotes psicóticos, del que ya no saldrá aunque halle la curación por decisión de sus allegados, en particular de su famoso hermano, Paul Claudel, cónsul de Francia en innumerables países y reconocido poeta.

De Camille Claudel hay bastante información biográfica que ha cuajado en varias ocasiones en novelas o películas, con menor o mayor fortuna, aparte de biografías especializadas del ámbito de la Historia del Arte. Pero el acercamiento de Desbordes a su trágica vida poco tiene que ver con una reconstrucción biográfica al uso ya que opta por un relato fragmentado, imitando a la torturada mente de Camille, en el que la misma escena se repite una y otra vez para traer distintos retazos del pasado. Así, nos muestra a una Camille envejeciendo en el sanatorio de Montdeverges, sentada en una silla esperando al hombre que subirá la colina con la esperanza de la libertad, mientras apunta compulsivamente en una libreta fechas recurrentes que intentan atrapar un tiempo que se le escapa, se le derrite entre las manos como el barro que moldeaba con furia.

De su mirada empañada y anhelante extrae Desbordes imágenes de un pasado bohemio y contrario a los convencionalismos pequeño-burgueses de su familia; el ingreso en la academia; la pasión creadora, que se desborda en el amor “fou” entre el maduro maestro y la casi niña de 19 años, los rabiosos celos plasmados en sus esculturas, el insoportable dolor de la separación y los primeros acechos de la locura.

Michèle Desbordes ha escrito una paráfrasis poética, una elegía de la desesperación, la soledad y la consciencia del abandono en la que el lenguaje está al servicio del alma, ofreciéndole las alas que le cortaron a Camille al ingresar en el manicomio.

La recomiendo no sólo para los amantes del Arte o de la poesía, que no tengan miedo a los libros distintos, sino también y especialmente, para aquellos que se sienten incomprendidos, encerrados, y necesitan de una voz que grite al mundo que están vivos.
Sibyla @YoLibro

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