jueves, 7 de abril de 2022

LA ESPUMA DE LOS DÍAS. Boris Vian

Hay que leer a Boris Vian, porque es la imaginación desbordada de un niño en la escritura de un adulto, un fauno ebrio de libertad, la sonrisa de la aventura y el descosido de la tristeza. Es la personificación de la Patafísica, como Queneau. No me extraña que le nombraran sátrapa de honor. 

Aquellos a los que la Patafísica les suene a “ciencia de las extremidades animales”  les aclaro que fue un movimiento cultural francés de la segunda mitad del s.XX que tenía por objeto trastocar, dislocar las palabras de manera que dieran lugar a un discurso atrevido, ingenioso, mordaz y provocador, en el que la inteligencia del lector es puesta a prueba. Sólo los muy avezados pillan todos los retruécanos y alusiones por lo que conseguir una buena traducción anotada o mejor, leer en francés a este grupo de ilusionistas del lenguaje es fundamental para disfrutarlos en todo su esplendor. 

Después de haber leído algunos de sus ejemplos más audaces, yo calificaría a este grupo como el último de los ismos, como si el surrealismo y el dadaísmo  hubieran tenido una relación tempestuosa, al modo de los dioses primigenios que se devoraban en el acto del amor, y de esa cópula hubiera nacido la patafísica. Cualquier experimento de la literatura posterior como escribir sin signos de puntuación, mero postureo. 


A pesar de esta introducción que genera un ambiente de disparate, “La espuma de los días” contiene una historia de amor trágica al más puro estilo clásico, nudo y desenlace incluidos.


Colin, un acaudalado joven apasionado de Duke Ellington e inventor del “pianóctel”, un aparato que según tocas una melodía así te saca el cóctel, se enamora de la dulce Chloé. Se casan y viven en una nube de felicidad, que comparten con otra pareja de amigos, Chick y Alise. Chick nunca tiene dinero porque se lo gasta todo en cualquier cosa que sale de la pluma del filósofo Jean-Paul Partre (translocación obvia de Sartre, amigo de Vian). Es tal su obsesión que descuida a su amada Alise, al contrario que Colin.

Todo va a la perfección hasta que un día un nenúfar empieza a crecer en el pecho de Chloé, el dinero da muestras de escasear y Colin ha de ponerse a trabajar. El nenúfar invade todo de melancolía, los ojos de Chloé no ríen, las paredes de la casa se estrechan y el mundo se viste de gris fábrica. 


Boris Vian, autor de personalidad múltiple (músico de jazz, productor, traductor, ingeniero), vuelca todo su genio en este relato donde construye un universo onírico tan expansivo que se come a los protagonistas y tan flotante que ondula la historia como si de un dragón japonés se tratara, dando lugar a una realidad cambiante, disparatada las más de las veces, íntima otras, pero siempre original. Sacando a la lengua de su uso tradicional crea otras maneras de sentir y leer, aunque los sentimientos fundamentales permanezcan inmutables.


Pero el juego nunca es trivial. La fantasía desbordante también sirve para hacer una dura crítica del mundo laboral, de la explotación de los trabajadores que les impide desarrollarse como personas. Sartre anda detrás de sus reflexiones sobre la deshumanización del mundo que Vian intenta humanizar. 


Trágica y divertida, surrealista y cercana, “La espuma de los días” se gana por méritos propios la recomendación de lectura en la que el lector hallará una experiencia nunca antes percibida.


Yo he leído la edición de Alianza cuya traducción es poco acertada. Recomendaría cualquier otra, si es posible. 


Sybilalibros


martes, 5 de abril de 2022

CIUDAD ABIERTA. Teju Cole

Hay momentos en la vida del lector en los que pica el sarampión de lo desconocido con rabia y una entra en la biblioteca pública como un berserker y arrambla con todo lo que le suena extraño, exótico y fuera de los límites del “sé que me va a gustar”. En uno de esos arrebatos entró este precioso libro y no puedo estar más contenta con el saqueo, pues me puso en contacto con una nueva literatura afroamericana que narra el hecho colonial desde otro punto de vista, el del desarraigo, sin drama pero con lucidez. 


Teju Cole es, antes que escritor, fotógrafo e historiador del arte nigeriano, país de donde procede, y eso configura su manera de escribir: cuenta desde detrás de la cámara, a través del filtro de una lente sensible al hecho diferencial y en una exposición continua:


“ Experimentamos la vida como una continuidad, y solo después de que desaparece, después de que se convierta en pasado, es cuando vemos sus discontinuidades. El pasado, si existe tal cosa, es mayormente un espacio vacío, grandes extensiones de nada, donde flotan personas y eventos significativos”



Julius, trasunto del autor, es un joven psiquiatra nigeriano-alemán haciendo la residencia en un hospital neoyorquino. Para escapar de la locura del trabajo, deambula por las calles de la Gran Manzana  en sus noches de sol artificial mientras su mente se pierde en una composición de jazz, en sus raíces nigerianas o por fracasos emocionales. Temas aparentemente inconexos pero que al hilo de la narración adquieren una coherencia interna, como si las calles pusieran orden en su vida a través de la identificación entre el paisaje urbano y el interior de Julius.


La soledad de Nueva York sólo habita en los anuncios de neón, así que los pensamientos de Julius tropiezan con habitantes de la noche, de todos los colores salvo el blanco, de todas las clases sociales salvo la acomodada, con los que conversa sobre el nuevo colonialismo encubierto, el 11-S, los genocidios olvidados en África, los descendientes de esclavos, la falacia de las libertades occidentales…Y cuando retoma su camino, su cabeza, excitada por sus hermanos en extranjería ciudadana, le transporta a la ruptura con su madre y su familia, ahora un ente lejano.

 

Así, la novela, si se le puede llamar de este modo, da la impresión de ser un cúmulo de desahogos  y evasiones sin propósito pero ciertamente sigue un plan establecido. Hay que dejarse llevar por el ojo entrenado de Cole y visitar esta exposición tan íntima como lejana, un tapiz de nudos nigerianos sobre un telar norteamericano, con el diafragma abierto a la luz multirracial de la urbe contemporánea.


Puede que a algunos lectores el tono uniforme y melancólico en el que escribe Cole les resulte monótono, pero tiene toda la intención, la de exponer temas incómodos sin involucrarse en ellos porque no es un libro de denuncia sino una reflexión erudita, salpicada de referencias cinematográficas, musicales o pictóricas de un gusto exquisito para cualquier conocedor (baste un ejemplo: la sorpresa mayúscula al ver citada El sur de Erice en uno de sus vagabundeos) sobre la deshumanización de la humanidad. 

No es bocado para todo el mundo. Y lo dice alguien que se impacienta enormemente con las lecturas divagadoras pero que ha disfrutado muchísimo de esta, se ha dejado envolver por su abrazo lírico y pausado y ha permitido que la curiosidad siga su ritmo. Si se le añade una buena traducción como la de Marcelo Cohen y una cuidada edición por parte de Acantilado, una joya escondida que os descubro aquí.


Por último, aviso a enemigos de los finales abiertos: este libro lo tiene. Pero ¿podría ser de otra forma en una “novela” que no contempla un argumento en puridad? Dejad a un lado suspicacias y disfrutadlo.


Sybilalibros 


miércoles, 30 de marzo de 2022

LA REINA BLANCA DE CASTILLA. Régine Pernoud

Aquí os dejo mis impresiones sobre la lectura de la vida de esta regia reina,sin que haya en ello redundancia, porque de carácter y sentido de estado iba más que servida.

Digna nieta de Leonor de Aquitania y honrando siempre a sus padres y a su Castilla natal, su camino corre tan paralelo al de su querida hermana Berenguela de Castilla que asombra: ambas tendrán que bregar solas con un reino hostil y las dos traerán al mundo a dos reyes santos: Berenguela a Fernando III el Santo, y Blanca a S. Luis IX (sí, el mismo al que se invoca cuando se dice "más bonito que un S. Luis").

Una vida apasionante que Pernoud, investigadora de una calidad extraordinaria, que se bate hasta el último rincón del último archivo del mundo conocido, reconstruye a base de las poquísimas noticias que se tienen de ella, generalmente por fuentes indirectas y sonsacando y exprimiendo hasta lo imposible los sucesos y personajes que protagonizaron el s. XIII francés. El continuo y necesario recurso a la complicadísima historia de Francia de ese momento hace que su lectura sea difícil de seguir en múltiples ocasiones, incluso para una historiadora como yo, aunque apasionada por el país vecino, que confiesa haber tenido que echar mano del atlas histórico para situarse. 

Lastra esa profusión de datos de pequeños nobles intentando una y otra vez ganar un palmo de terreno a la corona, no a la investigación, pero sí a la imagen de esa reina que tan mala fama se ganó injustamente entre los escolares franceses que la autora quería reivindicar, quedando muy desdibujada y en segundo plano. Gajes del uso de fuentes indirectas cuando no hay más de dónde sacar. 

Aun así, lo he disfrutado muchísimo, he aprendido bastantes cosas y recordado otras más (una romántica cena en un pequeño y encantador restaurante en la isla de s. Luis en París llamado Auberge de la reine Blanche, precisamente).

Sólo lo recomiendo a gente muy apasionada por la Historia y que tenga una mediana formación en el país galo, de lo contrario se va a perder. 


Para mí, de la autora, mejor la biografía de Leonor de Aquitania; y de la mismas hechuras que esta, la de Berenguela de Castilla de S. Martínez, más asequible por cercanía geográfica e histórica.

Excelente edición de Acantilado, como viene siendo habitual.

Sybilalibros


lunes, 28 de marzo de 2022

LA RETORNADA. Donatella di Pietrantonio

 “Era l’Arminuta, la retornada. Hablaba otra lengua y ya no sabía a quién pertenecía. La palabra mamá se había quedado en mi garganta como un sapo. Hoy ignoro qué lugar ocupa realmente una madre. Me falta como puede faltar la salud, un refugio, una certeza”

Italia, 1975. Una chica de 13 años lleva una existencia plácida como miembro de una familia acomodada, disfrutando de sus privilegios, un buen colegio, amistades apetecibles y de un cariño que se quiebra de golpe el día en el que se le anuncia que debe volver con los suyos, sin más explicaciones. Empieza entonces un exilio desgarrador en la atrasada región de los Abruzos, narrado en primera persona por esta chica sin nombre, en un ambiente hostil y marchito, dentro de una familia biológica pobre que no entiende su vuelta, que no la reconoce una de los suyos, con unos hermanos extranjeros que expresan su rechazo privándola de su identidad para sólo llamarla “la Retornada”. Esta exclusión, aún más dolorosa que el cambio de estatus social, sólo será soportable gracias al único aprecio que encuentra, el de su hermana pequeña Adriana con quien comparte el desvencijado colchón. 


“La Retornada” es el retrato de un alma pura que tiene que madurar rápidamente para sobrevivir en el desprecio, desaprender para aprender otras maneras de amor, de convivencia, sabiendo que nunca será querida; es crecer sin poder llamar madre a ninguna de las dos que ha tenido, es, en definitiva, una mirada dolorida pero inteligente que finalmente comprende aunque no acepte.


Y la autora conduce este viaje de una manera tan conmovedora como sorprendente, pues su prosa, heredera del mejor neorrealismo de posguerra, aquel de Ginzburg o Morante, es enérgica y austera, alejada de cualquier sentimentalismo. Estremecer con esa economía de adjetivos no es tarea fácil y Pietrantonio lo pasa con nota: bastan una estructura sencilla y el uso atinado de la lengua como vehículos para mostrar la transformación emotiva de la Retornada.

Los diálogos descarnados, la desolación de la situación, el desamparo de estas dos hermanas extrañas en las mismas venas, unidas en una relación atípica y visceral rematan una trama tan original como absorbente, a pesar de un desenlace abierto que puede que no guste a aquellos lectores enemigos de este tipo de final pero al que veo todo el sentido.

El único pero que le encuentro es la falta de explicaciones a muchos de los interrogantes que nos abre y que la autora deja en suspenso intencionadamente. También me hubiera gustado saber más de otros personajes que se asoman a esta “resurrección” pero no cuentan lo que ven.


Lo he disfrutado mucho, tanto en la forma como en el contenido. Me parece un libro precioso sobre el drama de la adopción en otros tiempos no tan lejanos, cuando familias pobres y con muchos hijos solían entregar uno de ellos a familiares sin hijos para que los criasen.

Y ademá se devora de una sentada. Perfecto para una tarde de lluvia.


Sybilalibros.


Nota bene: l’arminuta es la palabra abrucense para designar a la persona que no es ni de allí ni de aquí. 

jueves, 3 de marzo de 2022

EL SERMÓN DE LA CAÍDA DE ROMA. Jérôme Ferrari

Hay títulos maravillosos como este, evocadores al máximo, que pueden llevar a engaño al lector menos avisado: esto no es una novela histórica ni un ensayo sobre el famoso sermón de S. Agustín, aunque el autor lo tome como eje o alegoría contemporánea de tiempos inciertos.

“El sermón de la caída de Roma”, premio Goncourt de 2017, es una fábula sobre dos amigos, Matthieu y Libero, que renuncian a sus estudios de filosofía para regentar un bar en un pueblo perdido de Córcega, la Arcadia salvaje y primitiva para el francés continental. Hijos de familias acomodadas, les invade el desencanto de la vida burguesa parisina y no hallan en su carrera las respuestas que buscan. Mientras Matthieu adolece de un espíritu conformista que le hace ver el bar como el edén primigenio, un billete hacia al origen no adulterado por la sociedad de consumo, Libero, más enérgico, sólo quiere huir de la estupidez humana. Su relación con los sencillos y escasos habitantes de la zona es de franca admiración por su modo de vida. Intentan imitarlos, se convencen de que lo han conseguido, pero Leibniz y S. Agustín siguen dirigiendo sus razonamientos mientras que una realidad de traiciones y malos negocios más antigua que el mundo se encarga de sepultar la utopía de juventud: la Jerusalén celeste corsa está tan corrompida como la vieja París y la filosofía tiene la cabeza embotada con licores falsos y amores rápidos. 


Tremendamente original tanto en el planteamiento como en la estructura, cada capítulo se intitula como una frase extraída de S. Agustín, algo que no es gratuito pues constituyen etapas de un camino espiritual que concluye con el famoso sermón de la caída de Roma, aquel que el padre de la Iglesia dirigió a los cristianos desesperados ante el desmoronamiento de la capital del mundo, último capítulo y metáfora de la crisis existencial de ambos protagonistas y por ende de la actual decadencia occidental. 


Entre el alfa y la omega se desarrolla una lucha titánica por evitar el colapso del reino de la felicidad construido, pero Matthieu y Libero son hombres y por tanto falibles. Y aunque no existan dioses que los expulsen del paraíso pues ninguno de los dos protagonistas cree en ellos, lo que el autor viene a decir, en un mensaje pesimista, es que todo ser humano, en su voluntad de crear, de trascender, lleva dentro el germen de la desgracia.


“El sermón de la caída de Roma” no es un libro pesado pero tampoco liviano, sobre todo la primera mitad en la que la trama se demora en el mítico “Et in Arcadia ego” de dos desencantados. La prosa cuidadísima de Ferrari, quien escribe lento, bello, con frases largas y acariciando las palabras, ralentiza la prisa contemporánea y densifica el párrafo, lo que 

exige un tiempo extra para su lectura.


Para mí ha sido un relato atractivo con un único pero: la falta de fuerza a la hora de construir los protagonistas, actores mediocres en un escenario de tragedia como es Córcega, que tampoco está aprovechada. Así, el drama épico que plantea queda en algo grandilocuente para unos personajes que se reducen a dos adolescentes consentidos que se niegan a crecer y cuyo cinismo impide la empatía del lector. Menos mal que el final sí está a la altura.


A pesar de este inconveniente recomiendo su lectura o cualquier otra de Ferrari, para disfrutar de un lenguaje en el que la belleza sirve a un fondo interesante.


Sybilialibros


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