Hay títulos maravillosos como este, evocadores al máximo, que pueden llevar a engaño al lector menos avisado: esto no es una novela histórica ni un ensayo sobre el famoso sermón de S. Agustín, aunque el autor lo tome como eje o alegoría contemporánea de tiempos inciertos.
“El sermón de la caída de Roma”, premio Goncourt de 2017, es una fábula sobre dos amigos, Matthieu y Libero, que renuncian a sus estudios de filosofía para regentar un bar en un pueblo perdido de Córcega, la Arcadia salvaje y primitiva para el francés continental. Hijos de familias acomodadas, les invade el desencanto de la vida burguesa parisina y no hallan en su carrera las respuestas que buscan. Mientras Matthieu adolece de un espíritu conformista que le hace ver el bar como el edén primigenio, un billete hacia al origen no adulterado por la sociedad de consumo, Libero, más enérgico, sólo quiere huir de la estupidez humana. Su relación con los sencillos y escasos habitantes de la zona es de franca admiración por su modo de vida. Intentan imitarlos, se convencen de que lo han conseguido, pero Leibniz y S. Agustín siguen dirigiendo sus razonamientos mientras que una realidad de traiciones y malos negocios más antigua que el mundo se encarga de sepultar la utopía de juventud: la Jerusalén celeste corsa está tan corrompida como la vieja París y la filosofía tiene la cabeza embotada con licores falsos y amores rápidos.
Tremendamente original tanto en el planteamiento como en la estructura, cada capítulo se intitula como una frase extraída de S. Agustín, algo que no es gratuito pues constituyen etapas de un camino espiritual que concluye con el famoso sermón de la caída de Roma, aquel que el padre de la Iglesia dirigió a los cristianos desesperados ante el desmoronamiento de la capital del mundo, último capítulo y metáfora de la crisis existencial de ambos protagonistas y por ende de la actual decadencia occidental.
Entre el alfa y la omega se desarrolla una lucha titánica por evitar el colapso del reino de la felicidad construido, pero Matthieu y Libero son hombres y por tanto falibles. Y aunque no existan dioses que los expulsen del paraíso pues ninguno de los dos protagonistas cree en ellos, lo que el autor viene a decir, en un mensaje pesimista, es que todo ser humano, en su voluntad de crear, de trascender, lleva dentro el germen de la desgracia.
“El sermón de la caída de Roma” no es un libro pesado pero tampoco liviano, sobre todo la primera mitad en la que la trama se demora en el mítico “Et in Arcadia ego” de dos desencantados. La prosa cuidadísima de Ferrari, quien escribe lento, bello, con frases largas y acariciando las palabras, ralentiza la prisa contemporánea y densifica el párrafo, lo que
exige un tiempo extra para su lectura.
Para mí ha sido un relato atractivo con un único pero: la falta de fuerza a la hora de construir los protagonistas, actores mediocres en un escenario de tragedia como es Córcega, que tampoco está aprovechada. Así, el drama épico que plantea queda en algo grandilocuente para unos personajes que se reducen a dos adolescentes consentidos que se niegan a crecer y cuyo cinismo impide la empatía del lector. Menos mal que el final sí está a la altura.
A pesar de este inconveniente recomiendo su lectura o cualquier otra de Ferrari, para disfrutar de un lenguaje en el que la belleza sirve a un fondo interesante.
Sybilialibros
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