“Tú vives conociendo y comprendiendo que eres una historia que has inventado para mantener alejada a la luna. Y como sabes lo que es vivir sin una historia, te has vuelto un experto en historias y en el poder de las historias. ¿Qué es un ser humano sin una historia? –preguntaba. Es un niño mestizo y pervertido que persigue al pájaro teruteru, que mira por las ventanas a la gente que hay dentro, que mira a quienes creen que son, cómo les van sus historias… y cómo se las arreglan.”
Estamos
hechos de historias, es lo que nos viene a decir Spanbauer, un escritor, cuando
menos, singular.
Llegué a él
por las recomendaciones encendidas de amigos lectores. Iba dispuesta a
encontrarme con una escritura apasionante, pero lo que no me esperaba era el
objeto de esa pasión.
“El hombre que se enamoró de la luna” es un relato iniciático entre el mito
y la realidad protagonizado por Cobertizo, un joven mestizo de india y blanco
que sólo habla la lengua de sus ancestros sin saber a qué tribu pertenecían. Criado
en el prostíbulo donde trabajaba su madre en un villorrio del medio oeste
norteamericano, un Eldorado de polvo y supervivencia codiciado por los
expansivos mormones. Violado por el asesino de su madre sale en busca de su
escurridiza identidad siguiendo un camino místico donde el lenguaje y la
homosexualidad se fecundan mutuamente (paradojas mágicas de los indios
“berdajes”) para dar a luz a un nuevo Cobertizo.
Le acompañan en este viaje unos personajes tan
estrambóticos como sugestivos que embaucan al lector de tal manera que acaba
deseando ser acogido en el burdel que regenta Ida Richelieu, ser amado por Alma
Hatch, la indómita prostituta, y contemplar la luna hasta volverse loco como el
vaquero de los ojos verdes y el sexo tántrico, Dellwood Barker.
La prosa de
Spanbauer tiene una magia poderosa, te atrapa con sus palabras, que repite como
en un conjuro hasta que te hipnotiza. Lo que ocurre es que cuando se abusa de
ese magnetismo, cuando follar, polla o culo aparecen en un párrafo más veces
que cualquier otro término, erosionan el poder del hechizo que termina por desvanecerse
y el iniciado, es decir, el lector, abandona al chamán/ escritor hastiado y al
libro por puro hartazgo repetitivo. Al menos en mi caso.
Ello no es
óbice para reconocer el talento de Spanbauer, cuya ajetreada vida construye su
literatura: de camarero de hotel de lujo en Kenia a miembro adoptado de la
tribu shoshonne, es fundador de la escuela de escritores del Pacífico
denominada “Dangerous writing” cuyo miembro más conocido es Chuck Palahniuk. El
objetivo de la escritura peligrosa no es otro que volcar en el proceso creativo
los miedos, vergüenzas y tabúes del escritor para enfrentarse a ellos. Su lema:
“la ficción es la mentira que cuenta la verdad más auténtica”
En sus obras
explora la identidad sexual, la pertenencia a la familia, el yo y cómo
conocerlo. Su prosa extrema, su ingenio para crear personajes inolvidables, su
habilidad para envolverte en las historias que quiere contarte hacen de él un
autor sobresaliente. Es un encantador de serpientes/palabras que te muerden y
disfrutas con el veneno.
P.D: Aviso a
los lectores que se aventuren en su obra: sus brutales y físicas descripciones
de violaciones, sexo y crueldad pueden herir la sensibilidad menos delicada.
Sybilalibros