lunes, 17 de junio de 2019

CABALLOS LENTOS. Mick Herron


Primera novela de la serie del detective Jackson Lamb y su grupo de “apestados” del MI5, el servicio secreto británico.
Para todos aquellos que disfrutaron de los locos de La brigada de Anne Capestan, que sepan que la autora copió la idea de Herron (que publicó esta novela años antes) dándole un tono más divertido y menos oscuro.

La originalidad de Herron reside en ofrecer algo distinto a las novelas policiales al uso, confiriéndoles un toque de humor ácido y bastante negro, para lo cual retuerce la imagen mítica que teníamos de los Smiley, Bond y demás eminencias del servicio  secreto de Su Majestad y crea una brigada de desechos del cuerpo, con historiales tan oscuros como las nieblas del canal, en los que brillan meteduras de pata clamorosas, vicios inasumibles por la intelligentsia británica y una poco deseable tendencia a no respetar la jerarquía.

Esta banda de desheredados, a los que llaman “caballos lentos”, convive odiándose en unas oficinas clandestinas llamadas “La casa de la ciénaga” bajo el mando del irreverente, sarcástico,repulsivo e inmoral Jackson Lamb, un digno descendiente del Quinlan de Orson Welles en Sed de Mal y tiene por excelsa ocupación la más absurda burocracia del servicio secreto hasta que el secuestro de un joven por una banda extremista que amenaza con su asesinato en directo al modo yihadista se cruza en su camino. Se desencadena así una carrera entre los “caballos lentos” de Lamb, que han topado con una pista de chiripa, y la cúpula del MI5, deseosa de colgarse una medalla, por resolver el caso.

Intereses ocultos, espionaje interno, zancadillas y luchas de poder, periodistas caídos en desgracia que juegan a 4 bandas, nacionalismos isleños, la necesidad de rehabilitación de algunos “caballos lentos” hacen de la trama un puzzle interesantísimo en el que nada es lo que parece y todos juegan al despiste. 

Aunque tarda en arrancar, porque se detiene en demasía en el análisis y presentación de cada miembro de la Ciénaga, llegado a la mitad el libro se desboca en una acción trepidante digna del Grand National que no deja respirar al lector.

Hábilmente construida, muy bien escrita, con un estilo cuidado al modo Oxford: inteligencia al servicio de la crítica social sazonado con un humor cáustico a veces difícil de apreciar por un público poco habituado.

Lo recomiendo vivamente y pido a los lectores que se acerquen a este libro que le den el tiempo necesario aunque la primera mitad les resulte lenta como sus protagonistas. El disfrute posterior merece mucho la pena.

Sybilalibros@YoLibro


sábado, 15 de junio de 2019

LA TUMBA DEL TEJEDOR. Seumas O’Kelly


A nadie le amarga un dulce, y menos si es un bombón relleno de whisky irlandés como este breve relato, capaz de aunar en 77 páginas parte de la Historia de Irlanda.

Los amantes de la cultura irlandesa ya conocemos esa capacidad innata que tienen sus autores de hacer Literatura con mayúsculas de una idiosincrasia particular. Seamus O'Kelly no escapa a esa condición. Apenas conocido en España, este periodista, dramaturgo y poeta de la quinta de J. Joyce es renombrado en su país tanto por sus relatos como por su compromiso con el Sinn Féin a través del periódico Nationality. Su obra es tan breve como su vida y de ella destaca la divertidísima "La tumba del tejedor", la única editada en español por Sajalín. 

La trama, surrealista donde las haya: Mortimer, el tejedor de un pueblecito irlandés ha muerto. El hecho de hallar el lugar donde le corresponde enterrarse en el laberíntico cementerio de Cloon na Morav (El prado de los muertos), cuyo mapa sólo residía en la mente del finado, se convierte en una Odisea celta de la mano de los únicos que podrían recordar su paradero: dos ancianos que se aferran a esta última oportunidad de demostrar su utilidad a la comunidad y que no dudan en prolongarla con discusiones genealógicas tan enredadas como la turba que pisan, sin importarles lo más mínimo los sentimientos de una paciente viuda o la prisa de los enterradores. 

Viejos, pero no vejez; muertos, pero no extintos; un cementerio que constituye un Gotha repleto de aristócratas de oficios; viudas con luto de primavera; discusiones tan eternas como las piedras y volátiles como el whisky. 
Y humor, mucho humor negro.

Finalmente, un guiño para cinéfilos. Leedlo, y sabréis de dónde extrajo J.Ford la idea para una escena de "El Hombre Tranquilo".

Mil gracias a Sajalín por editarnos estas joyas en castellano.


Sybilalibros@YoLibro

viernes, 14 de junio de 2019

EL HOMBRE DE LOS SANTOS. Jesús Fernández Santos

Si tenemos un presente estable y próspero –en caso contrario, no estamos para ociosidades- , nos dedicamos a pensar en nuestra vida, además de vivirla. Somos nuestros recuerdos; estos son un fresco en una iglesia irrelevante, atacado por los hongos, la humedad, los cambios de temperatura, bajo un tejado endeble y agrietado. 
Fernández Santos, madrileño de raigambre leonesa, vive entre 1926 y 1988. Amigo de Ignacio y Josefina Aldecoa, Medardo Fraile, Rafael Sánchez  Ferlosio, Carmen Martín Gaite; gente de fama más merecida que estridente, grandes escritores todos. Autor de éxito, muy premiado, también es cineasta, relacionado con Mario Camus y Carlos Saura. 

“El hombre de los santos” obtiene el Premio de la Crítica en 1969. El protagonista, copista de joven en El Prado, restaurador,  se dedica a salvar pinturas en peligro, esas que sufren el abandono en las viejas ermitas e iglesias de nuestros pueblines. Trabajando en aldeas anónimas, termina por añorar Madrid; en la capital, acaba por desear huir a algún pueblo medio muerto. Reflexión e insatisfacción. Discreto culo inquieto. Hombre de familia sin vocación.

El curilla de aldea y el salvador de pinturas, ambos con oficios delicados; cuidar y guardar almas, colores, pigmentos, secretos, coinciden en lo dudoso de su vocación, entre campesinos y monjas. Esto impregna el libro de desasosiego y tristeza.
Una boda en las afueras.
El protagonista casa a su hija en el barrio, frontero a la tapia de la Casa de Campo. Padrino sin ilusión, toma copas en los quioscos del Manzanares para no estorbar en casa. Paga rondas y recuerda el viejo Madrid de los años 20. “Era Madrid pequeño y luminoso”; “Aunque había menos luces, sólo un par de cines...” Creo que lo verdaderamente luminoso era la infancia.

La novela está excelentemente escrita, no así editada. Advierto, con disgusto, en esta entrañable colección Libro amigo de Bruguera, algunas erratas y una falta de ortografía. Es edición de 1981, 318 páginas; 250 pesetas en su día, un euro hoy en mercadillo.

Luis Miguel Sotillo Castro


martes, 11 de junio de 2019

FELIPE III .Semblanza de un monarca y perfiles de una privanza. Ciriaco Pérez Bustamante

El autor nace en Cantabria en 1896, vive hasta 1975. Se va de España tras el asesinato de su padre en la guerra, con pasaporte facilitado por la República. Simpatizante falangista, volverá a la España de Franco. No obstante, mantendrá su amistad con republicanos como Claudio Sánchez Albornoz o Niceto Alcalá Zamora. Profesor universitario, historiador, editor, miembro de la Real Academia de la Historia, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Para escribir este libro se informa en la correspondencia de los influyentes y enterados Nuncios, años de 1598 a 1621, los del reinado del tercer Felipe; las cartas de los embajadores venecianos, tan perspicaces; en autores como Cabrera de Córdoba, Quevedo y otros.

Libro breve, 117 páginas sin contar las notas, no es una historia del reinado. Sí una descripción de caracteres. Del propio rey. Del Duque de Lerma, primer valido. La Emperatriz María, hermana de Felipe II, retirada en las Descalzas Reales de Madrid;  de cuya influencia huyeron Felipe III Y Lerma, llevándose la Corte a Valladolid. La esposa del rey, Margarita de Austria-Estiria. El Duque de Uceda, hijo y sucesor de Lerma en el valimiento. Leemos también sobre el papel importantísimo de los dominicos confesores reales, especialmente fray Luis de Aliaga. 
Felipe II aconsejó a su hijo poco y claramente. Su oficio iba a ser mandarcon justicia, respeto a la herencia recibida y religiosidad. Sólo le dio un consejo práctico y concreto: Que se ayudase de varios sin dar preeminencia a ninguno; así obtendría varios puntos de vista y los secretarios se controlarían entre ellos, moderándose todos. Pues no le dio la gana seguir esta recomendación. Entregó todo el poder a Lerma, logrando descanso propio; para los demás, nepotismo, corrupción, derroche, lujo obsceno y arbitrariedades variasdestacando, en fama y alteraciones innecesarias, el traslado por seis años de la Corte a Valladolid.
Felipe III fue niño de naturaleza débil; regalado, en los dos sentidos. Algunos presentes de su padre: Una escribanía de la India, rosarios para que comience a rezar, libros de pintura y otros en lengua portuguesa, cuadernos con letras coloradas para que las “Baya henchiendo”, un elefante que llegó en una nao de Oriente. Dejovencito fue -heredaría con 20 años-, manso, obediente a su padre. Quizás estuvo demasiado reprimido, espiado, sujeto; vigilado para evitar las malas andanzas y compañías, no libró de la que resultó peor para la Monarquía, la del futuro Duque de Lerma. Sólo este supo acercársele rompiendo su introversión. Cuando el  viejo rey  sospechó , ya era tarde, Felipe II se acababa .
Parece que en su lecho de muerte, apartado el favorito, Felipe III se arrepintió de su reinado. Tarde para los súbditos abusados.
Leo una edición bonita de hojear, ilustrada;  con los datos “Madrid 1950”, sin nombre de editorial, ni derechos ni otra información.

 Luis Miguel Sotillo Castro 

sábado, 1 de junio de 2019

ALGUNAS FORMAS DE AMOR. Charlotte Mew


Siento debilidad por los autores minoritarios de antaño que cayeron en el olvido y nos rescata Periférica. He encontrado verdaderas joyas entre sus títulos, como cajas de Pandora en tienda de anticuario.

Sin embargo, en esta ocasión, he topado con un inesperado sentimiento: la desilusión; porque Mew venía avalada en la contraportada como una de las mejores autoras inglesas hoy olvidadas por su escasa repercusión entre el público pero estimada por grandes autores como Virginia Woolf o Thomas Hardy.

La causa no tiene que ver con la calidad de su escritura, fina y cultivada, sino con el estilo de su prosa: afectada, parsimoniosa, muy eduardiana para un período, la primera década del s. XX, en el que se estaba gestando la revolución de la novela contemporánea de la mano de sus vecinos de Bloomsbury.

Esta forma anquilosada de escribir afecta a la forma de amar del título, de modo que los cinco relatos incluidos en este volumen, que tienen como eje el amor y sus variados deseos, en lugar de despertar las pasiones del lector, se quedan en un alambicado juego de fórmulas y circunloquios para confesar los sentimientos ocultándolos a las normas sociales imperantes. Perífrasis estas cuyo significado escapa al lector actual por muy versado que esté en miradas lánguidas al soslayo o medias inclinaciones caballerescas con desvío a la aspiración del perfume de la amada.  

La verdad es que la autora no me ha aportado nada, ni siquiera en el ámbito de las historias. No podría calificarla de mala literatura pero sí de muy aburrida y encorsetada.
Dejo a vuestra elección su lectura, pues igual sois admiradores de las declaraciones de amor de 1000 palabras.

Sybila @siyofueralibro

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