Primera novela de
la serie del detective Jackson Lamb y su grupo de “apestados” del MI5, el
servicio secreto británico.
Para todos
aquellos que disfrutaron de los locos de La brigada de Anne Capestan, que sepan
que la autora copió la idea de Herron (que publicó esta novela años antes) dándole
un tono más divertido y menos oscuro.
La originalidad
de Herron reside en ofrecer algo distinto a las novelas policiales al uso,
confiriéndoles un toque de humor ácido y bastante negro, para lo cual retuerce
la imagen mítica que teníamos de los Smiley, Bond y demás eminencias del
servicio secreto de Su Majestad y crea
una brigada de desechos del cuerpo, con historiales tan oscuros como las
nieblas del canal, en los que brillan meteduras de pata clamorosas, vicios
inasumibles por la intelligentsia británica y una poco deseable tendencia a no
respetar la jerarquía.
Esta banda de
desheredados, a los que llaman “caballos lentos”, convive odiándose en
unas oficinas clandestinas llamadas “La casa de la ciénaga” bajo el mando del
irreverente, sarcástico,repulsivo e inmoral Jackson Lamb, un digno descendiente
del Quinlan de Orson Welles en Sed de Mal y tiene por excelsa ocupación la más
absurda burocracia del servicio secreto hasta que el secuestro de un joven por
una banda extremista que amenaza con su asesinato en directo al modo yihadista
se cruza en su camino. Se desencadena así una carrera entre los “caballos
lentos” de Lamb, que han topado con una pista de chiripa, y la cúpula del MI5,
deseosa de colgarse una medalla, por resolver el caso.
Intereses ocultos,
espionaje interno, zancadillas y luchas de poder, periodistas caídos en desgracia
que juegan a 4 bandas, nacionalismos isleños, la necesidad de rehabilitación de
algunos “caballos lentos” hacen de la trama un puzzle interesantísimo en el que
nada es lo que parece y todos juegan al despiste.
Aunque tarda en arrancar,
porque se detiene en demasía en el análisis y presentación de cada miembro de
la Ciénaga, llegado a la mitad el libro se desboca en una acción trepidante digna
del Grand National que no deja respirar al lector.
Hábilmente construida,
muy bien escrita, con un estilo cuidado al modo Oxford: inteligencia al
servicio de la crítica social sazonado con un humor cáustico a veces difícil de
apreciar por un público poco habituado.
Lo recomiendo
vivamente y pido a los lectores que se acerquen a este libro que le den el
tiempo necesario aunque la primera mitad les resulte lenta como sus
protagonistas. El disfrute posterior merece mucho la pena.
Sybilalibros@YoLibro