“Siempre hay dos muertes: la verdadera y la
que conoce la gente”
Me gustaría no desvelaros la verdadera razón
que inspira este relato, me gustaría hablaros sólo de lo difícil que es narrar
la locura; de la tortura del rechazo por ser mestiza en una isla donde lo único
aceptable es ser blanca o negra; de la pequeña Antoinette, que vive en una gran
plantación jamaicana en decadencia, sola con una madre cada vez más alejada de
la realidad y rodeada de unos esclavos que la odian. Ignorada por todos, no
cuenta con más compañía que la de su propio reflejo en el espejo. Crecerá en lo
que se espera de una buena criolla hasta el momento en que un extraño caballero
inglés la tome como esposa con la mezquina intención de aliviar su escasa
fortuna.
Me gustaría deciros sólo que más que por el atractivo argumental (que es indudable) os dejaráis llevar por la prosa poética de Rhys en sus resinosas descripciones, por los ambientes agitados por los vientos, por el largo manto de las algas del Mar de los Sargazos.
Pero estaría siendo muy injusta con la autora, porque lo que hace
Jean Rhys es una osadía tremenda, porque trasladar a Las Antillas uno de los
libros más amados por los lectores como es Jane Eyre para narrarnos la historia
de la “otra”, la loca encerrada en el torreón de Thornfield, la esposa
repudiada, desde su desdichada niñez hasta la llegada a otras islas donde no
amanece el sol y salir airosa del trance, componiendo una novela que late con
fuerza por sí misma, con un estilo propio e igualmente inolvidable es de
escritores con mayúsculas.
“El ancho mar de los sargazos” está dividida
en tres partes: la primera y la última están narradas por Antoinette (Bertha en
Jane Eyre) y en ellas observamos cómo la escritura se acomoda a la personalidad
de la protagonista: la descripción de su soledad e incomunicación es
sobrecogedora, las frases son cortas, los pensamientos inconexos, el relato
discontinuo; el ambiente asfixiante y húmedo carcomido por la pobreza y el odio
de los negros es aterrador. La tercera parte es fantasmal, como lo era su
presencia para Jane Eyre.
De la misma forma, la segunda parte, narrada
por Edward Rochester es metódica, cerebral, como lo es la inquina que
desarrolla hacia la mujer con la que se ha visto obligado a casarse o el
desprecio hacia la naturaleza salvaje de la isla o las costumbres criollas.
Todo ello conforma una historia dura, trágica,
en la que Rhys esquiva con soltura el melodrama para ofrecernos un retrato
desgarrador de manera que al final del libro el lector se pregunta si realmente
Antoinette está loca o sólo es su
respuesta a la siniestra soledad que
sufre desde pequeña, a la incomprensión de su marido, al rechazo de su propia
gente, a la “obeah” (hechicería) de
la vieja Christofhine o a la dolorosa necesidad de ser querida. Aún me lo sigo
preguntando.
Ha sido un descubrimiento gozoso esta autora, medio galesa, medio dominicana, bendecida con la gracia de la musicalidad del gaélico fusionado con el son tropical, lo que da como resultado una prosa cálida, sonora, especiada y tan embaucadora que se te hace difícil soltar el libro. Y eso que lo he leído en español, en inglés debe de ser puro deleite. Ansiosa por leer el resto de su breve pero intensa obra.
ADENDA GEOGRÁFICA: Quizás cuando terminéis
esta novela no entendáis el título. Puede que un rápido vistazo a un mapa os
aclare algo, pero la clave está en la literatura. Sólo un gran lector será
capaz de entender su dimensión e importancia. Espero que esto sea un acicate
para lanzaros a la búsqueda de los maravillosos libros en los que el Mar de los
Sargazos es parte esencial.
Hay ediciones de esta joya en Anagrama,
Cátedra o Debolsillo. Yo he leído la edición de Lumen, con una traducción
correcta.
Sybilalibros@siyofueralibro