viernes, 2 de octubre de 2020

MÁS RÁPIDO QUE EL OJO. RAY BRADBURY

 

La buena fama de Bradbury es indestructible gracias a sus libros Crónicas marcianas y Fahrenheit 451. Pese al mundo horrible que pinta el segundo, está etiquetado como optimista e ingenuo, cosa despreciable para los autonombrados intelectuales enemigos de los finales felices, más enemigos de perder su cómodo tren de vida. Los que dicen que el mundo es una mierda mientras cenan con vino de 100 euros la botella se sienten incómodos con Ray, por poco apocalíptico. Es un tipo del que pudo burlarse John Huston durante el rodaje de Moby Dick, en cuyo guión colaboró. Pero Huston se burlaba de todo el que no se emborrachase con él, que también. Lo cierto es que Ray no es un pánfilo, imagina futuros terribles, mas piensa que hay que dar la pelea. Junto los citados, mi libro preferido del paisano de Illinois es El hombre ilustrado.

  Más rápido que el ojo es una agrupación de veintiún relatos de diez páginas, más o menos. Tres de ellos pueden considerarse de ciencia ficción, siendo esta una excusa; dos de fantasía, el resto… trampantojo. Esta técnica consiste en hacernos ver lo que no es, por ejemplo, que una pintura parezca una escultura. Bradbury hace que lo que leemos parezca fantástico, irreal, cuando lo cierto es que nos enseña la vida tal cual, si se sabe profundizar en ella. Cuenta lo que  sucede, solo que nuestra velocidad habitual hacia ninguna parte hace que solamos ignorarlo.

 Bradbury es hombre agradecido que no esconde sus devociones e influencias. En estos relatos homenajea a cineastas como Laurel y Hardy, a escritores como Herman Melville, Oscar Wilde y Poe. Ejemplo de su amplia cultura es que cite al músico Albéniz, que tan lejos le queda, supondríamos.

 Debo decir que el libro es irregular. Algunos relatos son poco más que ocurrencias, otros son emocionantes; bien escritos, con la aparente facilidad de toda su obra. Bradbury siempre nos ha hecho el favor de ser inteligible.

Edición de Minotauro, editorial benemérita, de diciembre de 1998, la original es de 1996, año en el que Bradbury cumplió 78. 266 páginas.

 Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

jueves, 24 de septiembre de 2020

JOSELITO EL GALLO. Paco Aguado

 

Me fascina el rostro de Joselito, Gallito, cuando posa serio o con sonrisa leve. El misterio de la Gioconda humilla ante un lance sonriente de José con la rodilla doblada. En las pocas fotos en que ríe me parece otra persona. Para mí es un enigma esa faz hija de payo torero y gitana bailaora.

 Vivió deprisa y marcando una época, como Alejandro. Claro que exagero, la literatura taurina tiende a la exageración. Las críticas de las corridas van del elogio desmedido a la denigración del torero, un día elevado a los altares, al siguiente enterrado bajo el albero ardiente del infierno. Antiguamente los críticos eran venales, cobraban más de los toreros que de sus medios. En este libro asistimos al espectáculo de la soberbia de Gregorio Corrochano, crítico de ABC. Más que dejarse sobornar, que también, quería mandar en el toreo, desde su columna. Pese a ello, da gusto leer sus reseñas; sólo Antonio Díaz Cañabate escribe de toros mejor que él.

 Paco Aguado nos cuenta en este libro la vida y obra de este joven legendario. José Gómez Ortega nació en 1895 y lo mató un toro en 1920, con 25 años recién cumplidos. No tuvo la protección mediática e intelectual de la que disfrutó su amigo y rival Belmonte. Este trianero cayó en gracia en el mundo de la cultura, diríamos hoy, señaladamente a Valle Inclán, símbolo de la modernidad en su época; José, tan centrado en el toro, fue menos listo en ese sentido. Pese a ello, es un mito, una referencia en lo suyo. Recuerdo un programa de televisión en los ochenta. Mercedes Milá, entonces periodista prestigiosa, le pregunta al joven José Miguel Arroyo cómo se ha atrevido a llamarse en el toreo Joselito: ¡Pero tú sabes quién era Joselito! Estaba en el plató Antoñete y se le saltaban las lágrimas. El toreo es así.

 

Los cuadros estadísticos, bibliografía y fotos hacen necesario este libro para todo aficionado a la fiesta terrible, hermosa, cruel, secular, litúrgica, abominada, adorada, eterna, a punto de morir.

Ediciones EL PASEO EDITORIAL, 2020. Este libro es una ampliación del original de 1999. 423 páginas antes de los apéndices con los que suma 497.

Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

  

 

domingo, 20 de septiembre de 2020

MAPAS EN UN ESPEJO. Orson Scott Card

 

Nacido en 1951 en Richland, Washington, Card ataca lo que tiene de doctrina, pseudo religión, la lucha contra el caliento global. Está en contra del matrimonio entre homosexuales. Como mormón, ejerció su misión de dos años en Brasil. Partidario del partido Demócrata en una ocasión pidió votar al Republicano. Esté de acuerdo con él o no, a menudo no, cuenta con mi simpatía, por espíritu libre sin miedo a la pelea.

 Ganador reincidente de Hugos y Nébulas, los premios más prestigiosos de la ciencia ficción, es autor prolífico donde los haya en el relato y la novela, tras los pasos de un Asimov o un Robert Silverberg. Su fama más allá del género sci-fi se debe a “El juego de Ender”, llevada al cine, que se extiende en una serie de novelas discutibles, como toda “saga”. Las sagas de verdad son las medievales nórdicas.

 “Mapas en un espejo” es una agrupación de sus relatos hasta 1990. Hasta aquí, normal. Si digo que son casi mil páginas, me revuelvo en el asiento; si añado que cuenta cómo ideó y escribió cada uno de los relatos, me levanto y aplaudo. En estas explicaciones habla de sí mismo, sus creencias, convicciones, dudas; proceso creativo, en suma. Dice del mundo editorial y la aventura de publicar, de los colegas de profesión. Es un curso interesantísimo, de propina, para aprendices de escritores.

 “Criadero de gordos”, “Juegos de carretera”, “Un largo viaje para matar a Richard Nixon”, “Ojo por ojo”, “Carne de rey”, “Sagrado”, “El juego de Ender” (Fue relato corto antes que novela) y “Autoestop” son cuentos que elevarían el nivel de cualquier antología.

  Hay ediciones por separado de los cinco libros que contiene este volumen. Esta con todos juntos la encontré barata en una librería de viejo. Uno recorre las estanterías de este tipo de librerías, agarrándose aquí y allá sobre el suelo mundano, como Tarzán de liana en liana; canturreando, por lo bajini, entre muertos y vivos impresos no se grita.

 Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.

 

 

domingo, 13 de septiembre de 2020

EL UNICORNIO. Manuel Mujica Lainez

En este libro leemos la frase: "Las letras son el mejor de los bálsamos."

Mujica nació en Buenos Aires en 1910, vivió hasta 1984. Periodista, crítico y novelista de éxito. Recomiendo sus novelas “Los ídolos”, “Bomarzo” y “El gran teatro”; también sus obras “Misteriosa Buenos Aires” y “Un novelista en el Museo de Prado”. Estos dos títulos últimos aparecen por ahí clasificados como libros de cuentos o relatos; será mejor decir que son libros deliciosos e inclasificables.

 La Edad Media está de moda en Twitter, escaparate de maniquíes parlantes. Mucho ignorante satisfecho da por sabida esta época de mil años con cuatro tópicos denigrantes. Oscuridad, falta de higiene, ignorancia e Inquisición. Algunos inasequibles al desaliento la reivindican. Para mí la contemplación de cualquier templo románico o gótico, la lectura del romancero, Mío Cid y mil etcéteras me convencen de que la mala fama de la Edad Media sí es oscuridad intelectual.

 Para Mujica es un período mágico, fabuloso. Un mundo violento y supersticioso, sí, como el actual; pero prodigioso, caballeresco e intenso. Seres evanescentes ante la mirada llenan los cielos, en los bosques oscuros hadas cuchichean y ríen, caballeros gastados llevan, como si tal cosa, cuernos de unicornio en sus equipajes.

 Mujica muestra un conocimiento exhaustivo de la época. Esta es la de Saladino y Balduino IV, el rey leproso de Jerusalén; es decir, finales del siglo XII. No hay manera de pillarle en fallo o incongruencia alguna. Por suerte, estando sobradamente capacitado, no nos endilga una novela histórica, sino fantástica, imaginativa, delirante, poética; anclada fuertemente en la Francia de los trovadores y el Oriente de las cruzadas.

 El lenguaje de Mujica es rico y brillante como un tesoro descubierto en Tierra Santa.  Nos deslumbra sumergiéndonos con tanta fuerza en los amores imposibles como en las batallas perdidas. No olvidemos que en las batallas ganadas alguien pierde. Por eso sólo malvados y sandios  desean la guerra.

La novela es larga como el vuelo de un hada apresurada; impactante, como el grito de Melusina, la protagonista inmortal del relato.

 Si no se deciden por este libro, por mi impericia en alabarlo, porque no les gusta la Edad Media, lean cualquier otro del autor, bonaerense de 1910, todos son excelentes.

Luis Miguel Sotillo Castro

jueves, 20 de agosto de 2020

LA QUINTA ESQUINA. Izrail Métter

“Él (Stalin) lo veía y lo oía todo, con los ojos y los oídos de los delatores. De ser una ocupación secreta y vergonzosa, la delación pasó a convertirse en un honorable deber cívico”

Hay que agradecer a Libros del Asteroide el rescate de novelas que se editaron hace tiempo pero que pasaron inadvertidas, quizás por mala traducción, quizás por falta de promoción. No hay duda que las nuevas editoriales tienen un gran aliado en las redes sociales para dar a conocer autores que de otro modo se quedarían en oscuros almacenes o, todo lo más, en la estantería de algún caprichoso erudito. Pero no ha sido este el caso. Su descubrimiento se debe, una vez más, a mi labor arqueológica en biblioteca pública (es lo que tiene la deformación profesional).

Aviso ya que La quinta esquina, título enigmático e incitador, no es una novela al uso, ni por su concepción ni por su forma, algo que la hace aún más apetecible al lector curioso con ganas de nuevas experiencias. A medio camino entre la autobiografía (a ratos inventada, a ratos realidad descarnada), la reflexión desde la vejez y el género epistolar, Métter nos narra la extraña vida de Boris, un judío ruso de grandes dotes intelectuales al que las leyes estalinistas le impiden estudiar por pertenecer a la “quinta categoría”, dado que su padre fue comerciante privado antes de la revolución. Eso no ahogará sus ansias de aprender y buscará mil triquiñuelas para llegar a ser lo que desea, profesor de matemáticas (el autor lo es y también de formación autodidacta), desvelándonos en ese camino lo inhumano, atroz y sádico del régimen Estalinista, sin caer en ningún momento en el victimismo o en el ajuste de cuentas. Antes al contrario y por increíble que nos pueda parecer, el humor, cínico, negro, judío, no desaparece del fondo del paisaje del párrafo.

Pero por encima de todo La quinta esquina es una historia de amor. Un amor demente, desgarrador, “fou” entre Boris y la voluble Katia que se sostiene y arrastra durante más de 20 años por situaciones impensables dentro de la antigua URSS.

Pensaréis que con estos ingredientes es difícil no conseguir una novela de éxito, pero puede que la complicada estructura, sin una cronología concreta, basada  en los retazos de memoria traída al presente a través de los diálogos entre el yo anciano de la actualidad y el yo joven, insensato y ciego de amor, a los que se suman las cartas de la viuda del mejor amigo de la infancia desde la lejana Samarcanda a la que Boris nunca conoció, empañe el brillo de este diamante escondido.

No os acobardéis por ello. La prosa de Métter, limpia, jovial y profunda (y bien traducida) te lleva en volandas por un libro que te engancha desde las primeras páginas y que, sin ningún resquicio de duda, es para leer y releer. ¡Se aprende tanto, emociona tanto!

No quiero terminar sin llamar atención sobre el título. Tiene un significado sobrecogedor. Lo entenderéis en el último tercio del libro.

Sybilalibros@YoLibro

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