“…pero
siempre, fuera, espesos torbellinos de nieve aventados por la tempestad. Ya
toda esperanza debe ser abandonada. Esperaremos hasta el fin, pero nos
debilitamos gradualmente; la muerte no puede estar lejos. Es espantoso; no
puedo escribir más.”
Diario
de Robert Falcon Scott, 29 de marzo de 1912.
En
el norte de España no es infrecuente andar a 4º bajo cero. Te abrigas bien y lo
soportas. Sin embargo, la sensación de dolor en orejas y nariz, casi lo único
que llevas al aire, fastidia. Te quejas creando nubes pesadas de aliento
helado.
Nosotros, cuatro bajo cero, con prendas que no
pesan y abrigan de lujo. Cuando hablamos de expedicionarios polares hasta la
Primera Guerra Mundial nos referimos a hombres que caminan, trabajan, exploran,
hacen sus necesidades con -20º, -30º o menos. Cuando se acuestan, dejan las
botas sin dobleces, en la postura en que quieren encontrarlas por la mañana
para poder calzarlas, porque saben que al levantarse las encontrarán congeladas
y no podrán cambiar su forma rígida. Esto último lo cuenta Cherry-Garrard en su
libro autobiográfico sobre la
desgraciada aventura de Scott, que perdió la carrera hacia el Polo Sur con
Amundsen y la vida.
Las
150 páginas primeras del libro son un repaso de las expediciones que rondaron
primero y alcanzaron después la Antártida. Desde Cook en 1773 hasta
Shackleton en 1922, con referencias a las
gestas del Polo Norte también; con acierto, pues hay mucha relación. (Tuve la
suerte de ver y pisar en Oslo el barco Fram, que estuvo en el Ártico con Nansen
y en la Antártida con Amundsen.) Recomiendo todos los libros que cita de
aquellos exploradores. El mejor, para mí, el de Apsley Cherry-Garrard: El peor
viaje del mundo.
El
resto del libro, hasta las 450 páginas, lo dedica a su experiencia personal, la
de 2016 y 2017, principalmente. Muy interesante, con las salvedades que detallo
más adelante. Es un libro feliz, de un hombre que cumple un sueño; convivir con
excelentes marinos y científicos españoles, también argentinos, chilenos,
rusos, etc. El trabajo diario, el ocio, las incomodidades, la belleza del
paisaje, las relaciones personales, las comunicaciones con el exterior. El
relato satisface todas esas preguntas que podemos hacernos.
Valentín
Carrera, berciano, fue periodista en la Antártida, durante nuestra primera
expedición científica allí, en 1986. Vuelve treinta años después, en el
Sarmiento de Gamboa, luego navegará también en el Hespérides. Nos lo cuenta en
este libro.
Carrera
tiene buenas cualidades de periodista de los de antes. Es hombre determinado,
educado, curioso, adaptable a las circunstancias para descubrir cosas. Pero
Carrera es un periodista de hoy. Escribe en politiqués. “El lector y la
lectora”. De los científicos de la Antigüedad sólo se le ocurre citar a
Hipatia. La satisfacción de ser correcto le hace descuidarse y escribe
“Monolito de piedras”. Se le va la mano con el cambio climático. Cuando
Shackleton escribe, en 1908, que tal vez vengan inviernos con menos hielo, el
autor le da el título de profeta del cambio climático, cuando Shack sólo
expresa el deseo de tener menos dificultades en el futuro. No es el único caso.
Al tiempo, intenta ser ecuánime y cita a un experto chileno que no cree en la
responsabilidad humana de ese cambio.
En
resumen, libro muy interesante que obliga a leer los de Nansen, Alfred
Lansing, Shackleton, Cherry-Garrard, Amundsen, Ranulph Fiennes… Muy bien editado
por Ediciones del viento, 2020, bonito de mirar, 458 páginas. Muchas fotos,
antiguas y modernas, mapas necesarios, bibliografía demasiado breve para mi
gusto, itinerario de la trigésima expedición científica española, con el
Hespérides.
Comentario de Luis Miguel Sotillo Castro.