Connelly ha creado y mantenido durante casi tres décadas un
detective vivo, plenamente creíble. Nos engancha con la
profundidad compleja del personaje, con mimo del detalle,
exposición clara de tramas. Mostrado todo con claridad y ritmo
trepidante.
El detective Harry Bosch en 2017. Han pasado varias décadas,
muchas novelas, desde que ingresó en la policía de Los Ángeles a
su vuelta de Vietnam. Se acerca los 70 años, trabaja como
voluntario sin salario para la policía de San Fernando, ciudad del
condado de L.A. Lo suyo es pasión, vocación, misión. Nada en un
mar de soledad, en el que se mantiene a flote por el amor de su
hija.
En tantos libros, hemos visto todo tipo de crímenes, con sus dosis
de sociología y política adecuadas, que hacen verosímil cada
historia. En esta entrega conocemos la drogadicción con fármacos
legales; su trapicheo, mafias, corrupción. Zombies de la oxicodona,
farmacéuticos y médicos corruptos. La redención es posible, pese a
la dureza, como de diamante negro, de la desintoxicación. También
recibirá Bosh un ataque desde el pasado, con la revisión tramposa
de un caso suyo de treinta años atrás. La maestría para combinar,
alternar tramas y episodios menores es marca Connelly.
Recomiendo las novelas de Bosh desde la primera, El eco negro,
de 1992; aunque pueden leerse sueltas, cada una tiene sentido por
sí misma. Esta la edita Alianza Editorial en 2019, 374 páginas
intensas.
Luis Miguel Sotillo Castro
lunes, 1 de julio de 2019
jueves, 27 de junio de 2019
LA SUSTANCIA DEL MAL. Luca d’Andrea
Decepción y tirón
de orejas para el autor por tener una idea fabulosa y desgraciarla.
No se puede
lograr un arranque tan brutal y sobrecogedor junto a una angustiosa descripción
de accidente de helicóptero y posterior rescate en un glaciar de los Dolomitas,
y luego arruinarlo por irse por derroteros sicológico-románticos al modo de los
telefilmes de sobremesa de A3TV.
Lo que pretendía
ser una aterradora novela negra sobre un espantoso crimen sin resolver en un
paisaje de ensueño como el Alto Adigio italiano y una novela de aventuras para
los amantes de la montaña, se convierte en la caída y resurrección de un
petardo guionista de TV, Salinger, alter ego del autor, en la búsqueda de sí
mismo y la redención de sus faltas matrimoniales a través de la investigación
por cuenta propia del susodicho crimen del que nadie en el pueblo quiere
hablar.
Así, la intriga
se licúa en aguachirle aunque tenga como protagonista el hielo del magnífico
cañón del Bletterbach, depósito al aire libre de múltiples fósiles, meca para
geólogos.
Y no contento con
eso, se marca una mala imitación del maestro Stephen King alojando un terror
sobrenatural en el cañón como posible culpable.
La responsable de
este desinfle de trama es la profesión del autor, director/guionista de
documentales extremos a raíz de los cuales surgió esta novela. Y es lástima el
desperdicio de material y conocimientos que posee por carecer de lo esencial en
un escritor: saber contar, y más aun tratándose de una supuesta novela de terror. No os fieis de la
contraportada cuando lo publicitan como el nuevo Jo Nesbo o Stephen King. Ni de
lejos.
Para terminar
decir que lo he leído para hacer una reseña bien fundada, que aunque en el
principio de su lectura lo recomendé porque me sorprendió, ahora, a libro
cerrado, os digo que no perdáis el tiempo salvo que os gusten los telefilmes de
sobremesa.
Sybilalibros@YoLibro
miércoles, 26 de junio de 2019
CÓMO CONSTRUIR UNA CATEDRAL. Malcolm Hislop
-Qué bonitas son las cristaleras. Pues las vidrieras no son para
tanto, oscuras y sucias. Cómo harían esto, sin máquinas, cómo
subirían las cosas tan alto. Yo espero fuera, no pago para ver
piedras.- Es habitual escuchar estas cosas paseando cerca de una
catedral.
Si le rechina como masticar vidrio que llamen cristaleras a las
vidrieras, que no sepan que se aprecian mirándolas desde dentro
del templo; que en la Edad Media sí había máquinas y andamios,
que el dinero no está sólo para chuches, físicas e intelectuales,
puede interesarle este libro.
El autor toma como guía y ejemplo la construcción de la catedral de
Salisbury, Wiltshire, Inglaterra, comenzada en 1219, para
mostrarnos cómo se edificaron estas iglesias. Con referencias a
templos alemanes, españoles e italianos, se centra en las obras
francesas e inglesas.
La primera lección que aprendemos es que la simplificación en
fechas de los estilos es grosera. Románico y Gótico conviven
durante los siglos XII y XIII, hasta que el segundo se impone. No
sólo eso. Veamos dos ejemplos de antecedentes lejanos, en el
tiempo y la geografía. “El principio del arbotante era conocido en
Bizancio antes del siglo X, cuando se añadieron varios a la fachada
occidental de la catedral de Santa Sofía, en Constantinopla, del
siglo V.” “La tradición de flanquear con torres gemelas una fachada
imponente en el extremo oeste de una gran iglesia existía en Siria
ya en el siglo V.”
El libro sigue un orden lógico, no se empiezan por el tejado iglesias
ni buenos libros. Primero nos cuenta acerca de la financiación,
después sobre el trazado de la planta, la cimentación, los muros, las
soluciones a las cargas que estos deben soportar, las cubiertas, las
torres, la decoración, la pintura –eran templos coloreados- , las
vidrieras, las esculturas.
224 páginas, con apéndices oportunos, eficaz y bellamente
ilustradas. Leo la primera reimpresión de Akal, de 2015. El original es del 2012.
Luis Miguel Sotillo Castro
tanto, oscuras y sucias. Cómo harían esto, sin máquinas, cómo
subirían las cosas tan alto. Yo espero fuera, no pago para ver
piedras.- Es habitual escuchar estas cosas paseando cerca de una
catedral.
Si le rechina como masticar vidrio que llamen cristaleras a las
vidrieras, que no sepan que se aprecian mirándolas desde dentro
del templo; que en la Edad Media sí había máquinas y andamios,
que el dinero no está sólo para chuches, físicas e intelectuales,
puede interesarle este libro.
El autor toma como guía y ejemplo la construcción de la catedral de
Salisbury, Wiltshire, Inglaterra, comenzada en 1219, para
mostrarnos cómo se edificaron estas iglesias. Con referencias a
templos alemanes, españoles e italianos, se centra en las obras
francesas e inglesas.
La primera lección que aprendemos es que la simplificación en
fechas de los estilos es grosera. Románico y Gótico conviven
durante los siglos XII y XIII, hasta que el segundo se impone. No
sólo eso. Veamos dos ejemplos de antecedentes lejanos, en el
tiempo y la geografía. “El principio del arbotante era conocido en
Bizancio antes del siglo X, cuando se añadieron varios a la fachada
occidental de la catedral de Santa Sofía, en Constantinopla, del
siglo V.” “La tradición de flanquear con torres gemelas una fachada
imponente en el extremo oeste de una gran iglesia existía en Siria
ya en el siglo V.”
El libro sigue un orden lógico, no se empiezan por el tejado iglesias
ni buenos libros. Primero nos cuenta acerca de la financiación,
después sobre el trazado de la planta, la cimentación, los muros, las
soluciones a las cargas que estos deben soportar, las cubiertas, las
torres, la decoración, la pintura –eran templos coloreados- , las
vidrieras, las esculturas.
224 páginas, con apéndices oportunos, eficaz y bellamente
ilustradas. Leo la primera reimpresión de Akal, de 2015. El original es del 2012.
Luis Miguel Sotillo Castro
INSTRUCCIONES PARA UNA OLA DE CALOR. MAGGIE O’FARRELL
Hacía tiempo que
andaba detrás de este libro pero no estaba en el fondo de la biblioteca.
Casualmente, entre las variadas ofertas de Amazon de libros en lengua
extranjera, lo hallé junto con otras bicocas. Soy muy kamikaze cuando se trata
de leer en otro idioma. No me planteo su dificultad sino que me apura la
curiosidad de cómo sonará en su lengua original. Y he de decir que me he pasado
de atrevida, porque la narración de O´Farrell no es compleja en sí, pero las
descripciones de las emociones, enlazadas con las de los recuerdos que
sobrevienen a trazos, o con el paisaje doméstico, me han obligado a releer más
de una vez un párrafo hasta aprehender todos los matices. Esto, más que echarme
para atrás me afianza en la buena opinión que tengo sobre esta autora, sobre
todo a la hora de crear personalidades más que personajes.
Aun tratando el
tema recurrente sobre el que gira la producción de O´Farrell, las siempre
conflictivas pero jugosas relaciones familiares, es una novela más compleja que
La desaparición de Esme Lennox, en cuanto al abordaje de caracteres y su
desarrollo. De hecho, la trama no es más que una excusa para sacar los trapos
sucios de una familia fuera de lugar en muchos aspectos: irlandesa, católica e
inmigrante en Inglaterra, a la que la segunda generación le ha salido más
inglesa de lo que a la agitada, parlanchina, agotadora Gretta, a la sazón madre
y cabeza visible de esta reunión familiar, le hubiera gustado.
Londres, verano
del 1976, plena ola de calor, Robert Riordan, jubilado padre de familia,
taciturno y más rutinario que un atasco en hora punta, sale de su casa una
mañana para no volver más. No hay señales violentas ni notas explicativas ni
amigos que den noticia de él. Gretta recurre a sus desperdigados y mal avenidos
hijos para encontrarlo: el mayor, Michael Francis, un amargado profesor de
instituto cuyo matrimonio hace aguas; Monica, la guapa y abnegada mártir de la
familia, favorita de sus padres, a pesar de haber cometido el terrible pecado
del divorcio; y la pequeña y extravagante Aoife, que escapó a N.Y para no
sufrir más la incomprensión del clan. El reencuentro y la obligación de colaboración
mutua son dignos de Tennessee Williams: los rencores producen tal energía que
podrían iluminar el árbol del Rockefeller Center por sí solos.
Hipocresía
sostenida por la educación en el silencio, secretos de familia, personajes disconformes
que se rebelan a su manera contra los valores tradicionales que la omnipresente
madre pretende a toda costa mantener, aun cuando hace tiempo que se han
derrumbado los cimientos sobre los que se habían construido. En definitiva, una
olla a presión muy bien narrada gracias a la enérgica e infatigable prosa de la
autora.
Un solo pero: el
final. Creo que no está a la altura de las expectativas creadas. Pecata minuta
para una novela de indudable calidad narrativa.
Recomendación encarecida para buenos lectores.
Sybilalibros@YoLibro
miércoles, 19 de junio de 2019
TODO LO MEJOR. César Pérez Gellida
Sigo en la búsqueda
de autores españoles actuales que me permitan tomar el pulso de la nueva
narrativa patria y salvo poquísimas excepciones, sigo decepcionándome (o será
que no miro en los sitios adecuados). Esta vez con Pérez Gellida, aunque con
matices.
“Todo lo mejor” cuenta
con el gancho de la novela policíaca y tiene un punto de partida muy atractivo
(qué novela ambientada en el Berlín dividido no lo es): unos inexplicables
asesinatos de niños con extrañas marcas de haberles extraído sangre hallados en
la DDR, donde se supone que no existen estas cosas, despiertan la curiosidad
del jefe de la Kripo, Otto Bauer, honesto policía y homosexual. Ante la
ausencia de pistas, será ayudado por un despiadado detective de la URSS,
Lavrov, entrenado en la crueldad del KGB soviético y, para rizar el rizo, hijo
de un brigadista vasco que decidió por ideología quedarse en la URSS tras la II
GM, que está destinado en Berlín oriental para investigar a “topos”
del servicio secreto occidental. En medio de ambos, la temible Stasi.
La intriga está
servida y juega a su favor tanto la buena ambientación de la época como la
agilidad de la narración, sin puntos muertos en ella. ¿Qué es lo que falla con
tan buenos presupuestos? Para empezar el apresuramiento y la falta de reposo
que hubiera elevado la calidad narrativa: demasiadas e innecesarias perífrasis
y una adjetivación sobreactuada en repetidas ocasiones; por otro lado, la
construcción de los personajes, entre el cliché y las concesiones a la
actualidad, con un lenguaje tan castizo que más que de Berlín parecen de Vallecas.
No conocí a ningún alemán oriental pero estoy segura de que no se expresaban
así. Más le hubiera valido situar la novela en España que hubiera quedado más
creíble.
También chocan lo
buenísimos que son los personajes de la DDR mientras que los espías de la
Alemania occidental son unos fascistas. Intuyo un tufillo ideológico en el
asunto.
En resumen, creo
que hay maneras en Pérez Gellida pero se pierden en la inmoderación. Quizás un
mejor asesoramiento por parte de su editorial lograría un aprovechamiento más
acertado de su habilidad para contar. Conste que esta opinión se basa únicamente
en esta novela, ya que desconozco el resto de su obra.
Sybilalibros@YoLibro
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