“Él (Stalin) lo veía y lo oía todo, con los ojos y los oídos de los delatores. De ser una ocupación secreta y vergonzosa, la delación pasó a convertirse en un honorable deber cívico”
Hay que agradecer a
Libros del Asteroide el rescate de novelas que se editaron hace tiempo pero que
pasaron inadvertidas, quizás por mala traducción, quizás por falta de
promoción. No hay duda que las nuevas editoriales tienen un gran aliado en las
redes sociales para dar a conocer autores que de otro modo se quedarían en
oscuros almacenes o, todo lo más, en la estantería de algún caprichoso erudito.
Pero no ha sido este el caso. Su descubrimiento se debe, una vez más, a mi
labor arqueológica en biblioteca pública (es lo que tiene la deformación
profesional).
Aviso ya que La quinta
esquina, título enigmático e incitador, no es una novela al uso, ni por su
concepción ni por su forma, algo que la hace aún más apetecible al lector curioso
con ganas de nuevas experiencias. A medio camino entre la autobiografía (a
ratos inventada, a ratos realidad descarnada), la reflexión desde la vejez y el
género epistolar, Métter nos narra la extraña vida de Boris, un judío ruso de
grandes dotes intelectuales al que las leyes estalinistas le impiden estudiar
por pertenecer a la “quinta categoría”, dado que su padre fue comerciante
privado antes de la revolución. Eso no ahogará sus ansias de aprender y buscará
mil triquiñuelas para llegar a ser lo que desea, profesor de matemáticas (el
autor lo es y también de formación autodidacta), desvelándonos en ese camino lo
inhumano, atroz y sádico del régimen Estalinista, sin caer en ningún momento en
el victimismo o en el ajuste de cuentas. Antes al contrario y por increíble que
nos pueda parecer, el humor, cínico, negro, judío, no desaparece del fondo del
paisaje del párrafo.
Pero por encima de todo
La quinta esquina es una historia de amor. Un amor demente, desgarrador, “fou”
entre Boris y la voluble Katia que se sostiene y arrastra durante más de 20
años por situaciones impensables dentro de la antigua URSS.
Pensaréis que con estos
ingredientes es difícil no conseguir una novela de éxito, pero puede que la
complicada estructura, sin una cronología concreta, basada en los retazos de memoria traída al presente
a través de los diálogos entre el yo anciano de la actualidad y el yo joven,
insensato y ciego de amor, a los que se suman las cartas de la viuda del mejor
amigo de la infancia desde la lejana Samarcanda a la que Boris nunca conoció,
empañe el brillo de este diamante escondido.
No os acobardéis por
ello. La prosa de Métter, limpia, jovial y profunda (y bien traducida) te lleva
en volandas por un libro que te engancha desde las primeras páginas y que, sin
ningún resquicio de duda, es para leer y releer. ¡Se aprende tanto, emociona
tanto!
No quiero terminar sin
llamar atención sobre el título. Tiene un significado sobrecogedor. Lo
entenderéis en el último tercio del libro.
Sybilalibros@YoLibro