jueves, 5 de diciembre de 2019

LA TEJEDORA DE SOMBRAS. Jorge Volpi


Era el primer libro que leía de Volpi, del cual tenía inmejorables referencias y no me ha dejado buen gusto, no por su escritura, que se intuye rica, atrevida y llena de matices, sino por la estructura elegida para contar tan apasionante historia.

Bajo un título ensoñador y absolutamente idóneo para la protagonista (¡qué difícil es intitular bien!) se despliega la convulsa y novelada biografía de Chistiana Morgan, una mujer de mediados del S.XX que luchó toda su vida por escapar del estereotipo asignado a las féminas usando sus mejores armas: la inteligencia y el manejo de los sentimientos, dando un vuelco a las relaciones amorosas establecidas.

 Casada pero infeliz, sin que la llama de la maternidad arda en su vientre, Christiana se enamora de su amigo Henry Murray, psiquiatra, también casado. La fogosa y atormentada relación que se establece entre ambos y que arrastra a sus consentidoras parejas, se complicará con la irrupción de un tercero en discordia, nada menos que Carl Jung. A partir de ese momento, será el psicoanálisis el que determine los derroteros de esta demente y descoyuntada historia de amor, celos, búsqueda del ser, sueños, anhelos de trascendencia, descenso a los infiernos del subconsciente y de sexo tan ritual como brutal, bajo el espectro blanco de la ballena-Leviatán de Melville, obsesión de Murray.

La novela, que comienza con el suicidio de Christiana, se construye a base de continuos e innecesarios saltos en el  tiempo que dificultan enormemente su lectura, convirtiendo la ya de por sí compleja trama en un desafío para las mentes más aguzadas.

Creo que el autor no acierta con esta composición para la reconstrucción biográfica de tan potente personaje. Si ha tenido la intención de acomodar el estilo de la narración al comportamiento errático y obsesivo de la protagonista, a las introspecciones del psicoanálisis, como si cada capítulo  fuera una sesión de diván, pienso que ha fracasado en su objetivo, porque la novela carece de cuerpo y sentido. Y es una pena, teniendo en cuenta que el autor, como documenta al final del libro, tuvo acceso a los archivos personales de Christiana Morgan en Harvard, donde trabajaba con Murray, así como a su diario personal y a los dibujos de sus trances, producto de las sesiones con Jung.

Sólo recomendaría esta novela a los muy interesados en el  psicoanálisis, que también tengan nociones sobre antropología, pues si no, se perderán en un remolino de alusiones vacías de contenido.
Creo que tendré que optar por otra obra para apreciar el talento (que lo tiene) de este autor.

Sybilalibros@siyofueralibro


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