jueves, 21 de abril de 2022

LOS PAPELES DE ASPERN. Henry James

Confieso que me gusta Henry James. Mucho.

Confieso que el formato literario que más me agrada es la nouvelle, ya que posee trayecto suficiente para desarrollar una historia atractiva y definir personajes en un paréntesis temporal incierto pero completo. 

Ergo, este libro tenía que gustarme y lo ha hecho por encima de mis expectativas, entre otras cosas porque H. James es un maestro a la hora de escribir nouvelles, creando caracteres tan potentes como frágiles en su humanidad, capaces de cargar sobre sus hombros el peso de una narración donde el argumento es un “mcguffin”.


Inspirada en una anécdota que vivió el propio James durante una visita a Florencia en la que una condesa aseguraba estar en posesión de unos documentos escandalosos sobre Byron (¿Qué hay sobre Byron que no sea escandaloso?) para fomentar su caché social, “Los papeles de Aspern” cuenta en primera persona la obsesión de un joven editor, sufridor de un esnobismo virulento, por los papeles póstumos del famoso poeta Jeffrey Aspern, guardados con celo por su antigua musa Juliana, hoy decrépita anciana habitante de un no menos decrépito y fantasmagórico “palazzo” veneciano. La desvergonzada invasión y la innoble manipulación que ejerce el editor sobre las habitantes del palacio, en particular sobre Tina, la apocada sobrina de la poseedora de las codiciadas cartas, no es más que una excusa del autor para hablarnos de las debilidades que acosan al ser humano: la avaricia, el poder corruptor del dinero, la soledad buscada por rencor, la idolatría de los poetas, en definitiva, pasiones que empujan a tejer telas de araña que al final atrapan al tejedor. Si a todo esto se le pone un marco tan evocador como Venecia, el disfrute está servido.


A estas alturas de siglo no hace falta señalar la calidad de la prosa de Henry James. La exquisita cultura de la que era poseedor confiere a su escritura una elegancia y distinción difíciles de igualar. Pero no está de más recordarlo para los que se inician en el apasionante mundo de la novela y la de principios de la centuria anterior les pueda parecer remota o apolillada. 

James es maestro y modelo de escritores por algo. Su frase limpia, sus párrafos equilibrados y sin embargo intensos, el saber la medida que debe tener una escena, la cantidad de sentimientos que deben aflorar en una conversación y los que se deben guardar para crear el suspense que prenda en el lector son algunas de sus habilidades. He aquí un bellísimo párrafo donde se puede apreciar lo que he comentado:


"Era como si en ese momento, en la quietud de la noche y tras la larga contradicción del día, los secretos de la señorita Bordereau se hallaran suspendidos en el aire, como si el milagro de su supervivencia fuese más vívido"


No se puede decir más ni con más elegancia.


Todo este oficio se pone al servicio del gran interés que domina la obra de James: el poder dentro de las relaciones humanas y su facultad para construir o destruir en su ejercicio arbitrario. Escribir desde el punto de vista del personaje narrador, que suele ser poco digno de confianza, es su técnica para sembrar la duda en torno a la cual gira el argumento, mientras el conflicto moral asoma en los monólogos interiores de sus protagonistas, precedentes de los que luego Joyce, Faulkner o Woolf llevarán a cotas insostenibles.


 En definitiva, 130 páginas de puro goce lector que he intentado alargar como si fueran 500 por no abandonar a un trío protagonista retorcido, interesado y sublime.

Huelga decir que la recomendación es absoluta y urgente.

He leído la edición de Alba editorial con una muy buena traducción. 

Sybilalibros


jueves, 7 de abril de 2022

LA ESPUMA DE LOS DÍAS. Boris Vian

Hay que leer a Boris Vian, porque es la imaginación desbordada de un niño en la escritura de un adulto, un fauno ebrio de libertad, la sonrisa de la aventura y el descosido de la tristeza. Es la personificación de la Patafísica, como Queneau. No me extraña que le nombraran sátrapa de honor. 

Aquellos a los que la Patafísica les suene a “ciencia de las extremidades animales”  les aclaro que fue un movimiento cultural francés de la segunda mitad del s.XX que tenía por objeto trastocar, dislocar las palabras de manera que dieran lugar a un discurso atrevido, ingenioso, mordaz y provocador, en el que la inteligencia del lector es puesta a prueba. Sólo los muy avezados pillan todos los retruécanos y alusiones por lo que conseguir una buena traducción anotada o mejor, leer en francés a este grupo de ilusionistas del lenguaje es fundamental para disfrutarlos en todo su esplendor. 

Después de haber leído algunos de sus ejemplos más audaces, yo calificaría a este grupo como el último de los ismos, como si el surrealismo y el dadaísmo  hubieran tenido una relación tempestuosa, al modo de los dioses primigenios que se devoraban en el acto del amor, y de esa cópula hubiera nacido la patafísica. Cualquier experimento de la literatura posterior como escribir sin signos de puntuación, mero postureo. 


A pesar de esta introducción que genera un ambiente de disparate, “La espuma de los días” contiene una historia de amor trágica al más puro estilo clásico, nudo y desenlace incluidos.


Colin, un acaudalado joven apasionado de Duke Ellington e inventor del “pianóctel”, un aparato que según tocas una melodía así te saca el cóctel, se enamora de la dulce Chloé. Se casan y viven en una nube de felicidad, que comparten con otra pareja de amigos, Chick y Alise. Chick nunca tiene dinero porque se lo gasta todo en cualquier cosa que sale de la pluma del filósofo Jean-Paul Partre (translocación obvia de Sartre, amigo de Vian). Es tal su obsesión que descuida a su amada Alise, al contrario que Colin.

Todo va a la perfección hasta que un día un nenúfar empieza a crecer en el pecho de Chloé, el dinero da muestras de escasear y Colin ha de ponerse a trabajar. El nenúfar invade todo de melancolía, los ojos de Chloé no ríen, las paredes de la casa se estrechan y el mundo se viste de gris fábrica. 


Boris Vian, autor de personalidad múltiple (músico de jazz, productor, traductor, ingeniero), vuelca todo su genio en este relato donde construye un universo onírico tan expansivo que se come a los protagonistas y tan flotante que ondula la historia como si de un dragón japonés se tratara, dando lugar a una realidad cambiante, disparatada las más de las veces, íntima otras, pero siempre original. Sacando a la lengua de su uso tradicional crea otras maneras de sentir y leer, aunque los sentimientos fundamentales permanezcan inmutables.


Pero el juego nunca es trivial. La fantasía desbordante también sirve para hacer una dura crítica del mundo laboral, de la explotación de los trabajadores que les impide desarrollarse como personas. Sartre anda detrás de sus reflexiones sobre la deshumanización del mundo que Vian intenta humanizar. 


Trágica y divertida, surrealista y cercana, “La espuma de los días” se gana por méritos propios la recomendación de lectura en la que el lector hallará una experiencia nunca antes percibida.


Yo he leído la edición de Alianza cuya traducción es poco acertada. Recomendaría cualquier otra, si es posible. 


Sybilalibros


martes, 5 de abril de 2022

CIUDAD ABIERTA. Teju Cole

Hay momentos en la vida del lector en los que pica el sarampión de lo desconocido con rabia y una entra en la biblioteca pública como un berserker y arrambla con todo lo que le suena extraño, exótico y fuera de los límites del “sé que me va a gustar”. En uno de esos arrebatos entró este precioso libro y no puedo estar más contenta con el saqueo, pues me puso en contacto con una nueva literatura afroamericana que narra el hecho colonial desde otro punto de vista, el del desarraigo, sin drama pero con lucidez. 


Teju Cole es, antes que escritor, fotógrafo e historiador del arte nigeriano, país de donde procede, y eso configura su manera de escribir: cuenta desde detrás de la cámara, a través del filtro de una lente sensible al hecho diferencial y en una exposición continua:


“ Experimentamos la vida como una continuidad, y solo después de que desaparece, después de que se convierta en pasado, es cuando vemos sus discontinuidades. El pasado, si existe tal cosa, es mayormente un espacio vacío, grandes extensiones de nada, donde flotan personas y eventos significativos”



Julius, trasunto del autor, es un joven psiquiatra nigeriano-alemán haciendo la residencia en un hospital neoyorquino. Para escapar de la locura del trabajo, deambula por las calles de la Gran Manzana  en sus noches de sol artificial mientras su mente se pierde en una composición de jazz, en sus raíces nigerianas o por fracasos emocionales. Temas aparentemente inconexos pero que al hilo de la narración adquieren una coherencia interna, como si las calles pusieran orden en su vida a través de la identificación entre el paisaje urbano y el interior de Julius.


La soledad de Nueva York sólo habita en los anuncios de neón, así que los pensamientos de Julius tropiezan con habitantes de la noche, de todos los colores salvo el blanco, de todas las clases sociales salvo la acomodada, con los que conversa sobre el nuevo colonialismo encubierto, el 11-S, los genocidios olvidados en África, los descendientes de esclavos, la falacia de las libertades occidentales…Y cuando retoma su camino, su cabeza, excitada por sus hermanos en extranjería ciudadana, le transporta a la ruptura con su madre y su familia, ahora un ente lejano.

 

Así, la novela, si se le puede llamar de este modo, da la impresión de ser un cúmulo de desahogos  y evasiones sin propósito pero ciertamente sigue un plan establecido. Hay que dejarse llevar por el ojo entrenado de Cole y visitar esta exposición tan íntima como lejana, un tapiz de nudos nigerianos sobre un telar norteamericano, con el diafragma abierto a la luz multirracial de la urbe contemporánea.


Puede que a algunos lectores el tono uniforme y melancólico en el que escribe Cole les resulte monótono, pero tiene toda la intención, la de exponer temas incómodos sin involucrarse en ellos porque no es un libro de denuncia sino una reflexión erudita, salpicada de referencias cinematográficas, musicales o pictóricas de un gusto exquisito para cualquier conocedor (baste un ejemplo: la sorpresa mayúscula al ver citada El sur de Erice en uno de sus vagabundeos) sobre la deshumanización de la humanidad. 

No es bocado para todo el mundo. Y lo dice alguien que se impacienta enormemente con las lecturas divagadoras pero que ha disfrutado muchísimo de esta, se ha dejado envolver por su abrazo lírico y pausado y ha permitido que la curiosidad siga su ritmo. Si se le añade una buena traducción como la de Marcelo Cohen y una cuidada edición por parte de Acantilado, una joya escondida que os descubro aquí.


Por último, aviso a enemigos de los finales abiertos: este libro lo tiene. Pero ¿podría ser de otra forma en una “novela” que no contempla un argumento en puridad? Dejad a un lado suspicacias y disfrutadlo.


Sybilalibros 


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