Hay países cuya
literatura tiene una seña de identidad tan marcada que deviene en género
propio. Así, si en Francia es la crítica a la familia burguesa, o en EEUU es la
búsqueda de la gran novela americana, en Gran Bretaña es el costumbrismo de
solteros, sea rural o urbano, elevado a la categoría de pregunta parlamentaria,
casi.
Género cultivado por
la mayoría de las autoras británicas, miss Pym no será la excepción que
reniegue de su deuda con Jane Austen, pues Mujeres excelentes es una vuelta de
tuerca a la Emma austeniana pero desde un enfoque devoto-feminista que puede
resultar cuando menos, desconcertante.
Mildred es una
treintañera soltera (que en los años 50 en los que se publica la novela es
decir solterona con mal pronóstico), hija de pastor anglicano, que lleva una
tranquila pero atareada vida vinculada a su vicaría en un mediocre barrio
londinense. Sus días pasan entre bazares benéficos, atención a señoras mayores
solitarias y animadas charlas con el pastor Malory y su entregada hermana hasta
que el dispar matrimonio Napier se instala en el piso de abajo. El hecho de
tener que compartir baño y de que Mildred es incapaz de negar una taza de té hacen
que se vea involucrada sin saber cómo en el complicado mundo de las relaciones
de pareja, algo hasta ahora desconocido para ella.
Estamos ante la
típica novela en la que los sucesos son tan acostumbrados que corremos el
peligro de no ver lo que hay detrás. De hecho, tarda tanto en arrancar la
acción que estuve a punto de abandonar. Hay que darle las 100 páginas de rigor
para que empiece a atraparte (al menos a mí), pero una vez pasado el Ecuador,
la lectura y los personajes fluyen y evolucionan para mostrarnos un relato que
critica el papel de la mujer únicamente como esposa o soporte de la carrera del
marido, que no se escandaliza ante las relaciones extramatrimoniales y que
muestra el peor lado anglicano y su perversa visión del católico.
Bien escrita y
elegante en sus personajes, he de decir que me esperaba más, habida cuenta del
tremendo ruido que había hecho en las redes sociales, algo así como el fenómeno
Flora Poste que tampoco era para tirar cohetes. Veo buen gusto e inteligencia
en la autora pero no me ha emocionado. Es tan irreal su protagonista, y no hay
ni una pizca de humor o drama en la narración. Quizás sea la novela en cuestión
y su manoseada trama. Aun así, puede que le de otra oportunidad a la autora en
un futuro lejano.
Pero la recomiendo
para los que gustan del costumbrismo british.