lunes, 5 de febrero de 2018

EL CLUB DE LOS OPTIMISTAS INCORREGIBLES. Jean-Michel Guenassia


De esos libros que no quieres que se acabe.
Con estas palabras sobraría el resto de la reseña. Pero la novela merece crítica laudable y lectura apasionada sin temor a sus 656 páginas de las que, creo, sobran unas cuantas.
El Club es novela de iniciación, la del joven Michel Marini, lector voraz y caminante, cuyos padres, demasiado preocupados por el éxito profesional y la educación académica, carecen de tiempo y paciencia para escuchar la personalidad que va aflorando, desorientada, en su hijo adolescente.
Es la crónica del exilio que huyó del Telón de Acero para afincarse en un bistró de París donde se brinda a la rusa con vino francés por la libertad y se exalta la Vida como único bálsamo capaz de acallar el dolor de la existencia que quedó atrás.
Es el diario de una adopción, la de estos huérfanos de patria hacia Michel, huérfano de hogar, mientras, avanzando peón y defendiendo reina, se desvelan sus conmovedoras historias entre el humo de un Gitanes.
 Como telón de fondo, el anticolonialismo surgente ante la guerra de Argelia, las huidas desesperadas por las purgas stalinistas, el repudio de los comunistas occidentales a los fugados de los paraísos obreros, el racismo hacia los “pied-noirs” argelinos que se refugian en Francia; o las semillas del Mayo del 68 que plantan con tinta Sartre y Joseph Kessel en el reservado del bistró.
 Y París, siempre París. El París de barrio burgués acogedor de inmigrantes donde todo el mundo se conoce; el de la Sorbona, inquieto, descontento y contestatario; el de los cafés de St. Germain donde se hablaba de cambiar el mundo…
He disfrutado muchísimo con esta novela escrita con gran sensibilidad y empatizado con unos personajes dibujados desde los sentimientos y las emociones, incluso con los más incómodos. Mérito del autor, así como el nostálgico (y muy querido también para mi) escenario del Montparnasse de principios de los 60 donde vivió Guenassia.
De todo ese volumen de páginas que no pesan destacaría los rápidos y elocuentes diálogos que muestran el contraste entre la esencia francesa y el carácter eslavo. Y ese “liceo” alternativo del bistró Balto donde Michel aprende la vida de manos de “maestros” expertos en golpes, supervivencia y perdón.
La recomiendo vivamente para los amantes de París,  para los curiosos de la historia reciente francesa, para los que han sentido alguna vez el exilio aunque fuera en su propia casa, para los que aún recuerdan lo que suponía tener 12 años y que la vida te diera todos los días un vuelco.

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